En el año 1932, una mujer llamada Margarita Ferreras publicó el poemarío Pez en la Tierra, la única obra que consta en su trayectoria. Aquella escritora, instalada entonces en el Madrid de la II República, convivió con muchos otros talentos femeninos en la llamada residencia de señoritas y sacó a la luz unos versos que mezclaban «lo vanguardista con lo tradicional»; lo que le inspiraba el futuro a la literata incipiente y lo que traía ella misma del pasado, de una infancia en Alcañices.
A aquella mujer del lejano oeste zamorano, nacida en 1900, se le perdió la pista poco después entre la Guerra Civil y el inicio de la dictadura, aunque algunas biografías sitúan su muerte a mediados de los años 60. La escritora alistana formaba parte, en todo caso, de un grupo de la Generación del 27 cuya memoria corrió peor suerte que la de los grandes hombres como Lorca, Guillén o Alberti. Su legado se sepultó como el de muchas pintoras, poetisas, novelistas, escultoras e ilustradoras de su tiempo. Ellas fueron «Las Sinsombrero», como las bautizó, muchos años más tarde, Tania Ballo en el documental sobre sus vidas.
Piezas audiovisuales como la citada han servido para recuperar en los últimos años los detalles de la existencia y el contenido de la obra de decenas de mujeres que pasaron de una niñez y una adolescencia llena de techos de cristal a un esplendor efímero en Madrid y de ahí al exilio. La guerra y la dictadura cortaron sus alas, pero no borraron del todo su marca. Al igual que Tania Ballo, otras personas como Eva Peña se han preocupado por estudiar las trayectorias de estas mujeres y por crear textos, obras y espectáculos que lleven al público lo que fue esta parte de la Generación del 27.
Así, de la mano de Peña, de Claudia Serrano y de otro puñado de implicadas, el jueves (Castillo, 22.00 horas) verá la luz en Zamora el espectáculo «Olvidanza», una creación artística que combina música en directo, teatro y danza, y que rinde homenaje precisamente a las artistas silenciadas y olvidadas de la Generación del 27. Su talento, su rebeldía y su desafío a las normas establecidas salpicarán una obra con carácter que nace de la mente de una mujer también multidisciplinar: historiadora, profesora de baile y bibliotecaria.
«Ha sido muy complejo montarlo», admite Eva Peña, vestida para el papel y tras un ratito de ensayo general junto al cuarteto musical y el resto de compañeros del elenco. La charla y las pruebas tienen lugar en la sede de la escuela Escena, el hogar donde la ideóloga de «Olvidanza» da clase habitualmente y donde se fue fraguando un proyecto que nacerá el jueves para la gente tras meses de preparación: «He manejado muchísima bibliografía, aunque me ha ayudado que ahora se esté publicando tanto material sobre ellas», admite la impulsora.
Peña concede también que el paso de su cabeza a la vida real ha sido «difícil», pero considera que se ha plasmado muy bien bajo el vehículo de los textos y de «la música maravillosa» de los años 20 y 30. «El jazz, la copla, la zarzuela, el bolero, la habanera…», enumera la directora, que explica que el espectáculo se estructura como un viaje: de los orígenes lejos de los focos hasta la dispersión por América y por otras latitudes pasando por el núcleo central de todo: Madrid.
La responsable del elenco señala que el espectáculo aspira a hablar de «Las Sinsombrero» en su conjunto, pero matiza que «hay muchos detalles que representan a cada una». Aquí, Peña menciona a la ya aludida Margarita Ferreras, pero también a la toresana Delhy Tejero y a muchas otras como María Zambrano, Rosario de Velasco o Maruja Mallo, cuyas historias particulares y comunes tienen un hueco igualmente en el imaginario del arte en España.
Eva Peña recalca que todas coinciden en la residencia de señoritas, en un tiempo en el que las mujeres podían acceder a Bellas Artes y juntarse en el Lyceum Club: «Tuvieron la posibilidad de formarse, conocerse y entablar relación con los hombres de la Generación del 27, pero el esplendor fue muy corto»; subraya la responsable de «Olvidanza», que resalta, no obstante, que todas ellas mantuvieron después un vínculo en la distancia a través de la correspondencia: «Las cartas las unieron hasta el final, y eso también se refleja en el escenario».
La estética de los tiempos
También la estética se ajustará a los tiempos de entonces, tras un trabajo arduo de la compañía para adaptar la vestimenta al marco temporal en el que se desarrolla la obra: «Hemos tenido que rebuscar muchísimo para encontrar ropa de esos años, y luego para reflejarnos en las etapas. Al principio, todo es mucho más sobrio, pero cuando llegan a Madrid se ponen pantalones, fuman, se cortan el pelo y se liberan», repasa Peña.
El espectáculo, cuyas entradas se pueden adquirir por cinco euros en el Avalon Café o a través de esta web, «se va a entender bien porque está todo muy plasmado», según insiste su autora, que lleva treinta años bailando y que este jueves ejecutará una danza para dar voz a quienes fueron silenciadas; para traer al presente los rostros de un talento sepultado por la victoria de la mediocridad.