La villa romana de Camarzana de Tera aparece en plena travesía, en una zona de paso constante dentro del pueblo y enfrente de varios negocios. No está aislada, no hay que enfadarse con el GPS antes de llegar y no exige una caminata previa. Uno puede incluso tomarse un café o una caña, cruzar la carretera y entrar. El coste de acceder será menor que el de la consumición: un euro. Pero aún así la gente no va. O va poco. La guía que trabaja en las dependencias de Orpheus, como se llama este espacio visitable, cifra en poco más de mil las personas que han acudido durante el último año: «No se promociona mucho», admite Begoña Jáñez.
Este recurso histórico y turístico, abierto en el año 2018 tras el final de los trabajos arqueológicos llevados a cabo durante los once años anteriores, depende de la Junta de Castilla y León, pero se gestiona desde el Ayuntamiento de Camarzana de Tera. Hace unos meses, el PSOE presentó una Proposición No de Ley para reclamar que la gestión pasara a manos del Museo Provincial de Zamora, pero la idea no prosperó. De momento, el modelo es el mismo, a la espera de que el trabajo actual dé sus frutos y Orpheus empiece a tener más movimiento. Eso es lo que merece, según insiste Jáñez.
La guía de la villa de Camarzana cruza por las pasarelas con un puntero y va señalando los elementos más destacados que se pueden encontrar en las dependencias: «Tenemos 700 metros cuadrados de una villa romana que, por debajo, continúa a lo largo de todo el pueblo», explica Jáñez, que destaca, por encima de lo demás, los mosaicos y las teselas: «Eso es lo más especial».
El aspecto, la calidad y la minuciosidad con los que se decoró la villa permiten saber que allí vivió «un hombre potentado», probablemente sobre el siglo IV después de Cristo. «Ya a mediados del siglo XIX se sabía que esto existía, desde que se hizo la carretera de Benavente a Puebla de Sanabria, pero la investigación empezó en 2007, cuando el dueño de la casa lo encontró y se lo vendió a la Junta de Castilla y León. Es un espacio enorme», remarca la trabajadora.
Mientras camina por la pasarela, Jáñez va mostrando las figuras geométricas con distintos diseños, esvásticas, flores heráldicas o las imágenes de los cuatro caballos que debía de poseer el hombre rico de la villa: «Por las investigaciones que se han hecho, esta era su residencia de verano. En invierno, se marchaba a su vivienda habitual, cuya ubicación se desconoce», apunta la guía de la villa romana, que al regresar a la entrada se sitúa frente a unos paneles donde el visitante puede leer información extra acerca del lugar en el que se encuentra.
La riqueza iconográfica
Allí, los asistentes pueden comprobar cómo el espacio cuenta con 15 habitaciones articuladas en torno a un peristilo, con una estancia destacada, posiblemente un triclinium con un mosaico figurado y un emblema central en el que se representa a Orfeo rodeado de animales. A su alrededor, se ven ocho cartelas con representaciones de caballos y su nombre epigrafiado con teselas y escenas de caza.
Lo más habitual es estos yacimientos es encontrarse mosaicos más sencillos con motivos geométricos pero en la villa de Orpheus se pueden observar «unos interesantísimos mosaicos figurados, con una gran riqueza iconográfica que hace referencia tanto a las costumbres del momento como a leyendas mitológicas». Este detalle, la existencia de textos teselados «le confiere excepcionalidad», dada la escasez de este tipo de documentos epigráficos en la zona.
Probablemente, este yacimiento corresponda a un tercio del total de esta edificación, aunque Jáñez indica que resulta complejo pensar en un descubrimiento futuro que permita una ampliación. De momento, bastaría con que la gente lo conociera más. Ahora, su fuerza de atracción es «mínima». «Viene gente que para aquí o personas que van visitando todas las villas romanas», apunta la trabajadora, que recuerda que las personas pueden acudir «libremente». «No hay aforo» y, en este tiempo, el recinto abre por la mañana y por la tarde.