Zamora, 21 de marzo de 2024. A eso de la una y media de la madrugada se desata una tormenta de granizo que provoca un cierto caos en la ciudad y que no solo da lugar a estampas de calles completamente blancas con los rayos de fondo, también causa distintos daños en casas, locales e incluso en el centro de salud Santa Elena. Los bomberos tienen que intervenir en varios puntos del municipio y, por la mañana, algunos se llevan sorpresas desagradables al hacer el balance de daños.
Entre las personas que se topan con el disgusto está Dámaris. Esta mujer se encuentra con el techo de su bar dañado, humedades filtradas por las paredes y una obra larga a la vista para resolver el asunto. Demasiado larga para ella y para su compañero, que están alquilados desde hace un puñado de meses y que entienden que la señal de la meteorología es suficiente para pensar en otros horizontes. Así lo cuenta la propia protagonista tras la barra que ocupa desde el 1 de mayo.
En el otro lado de la historia está el pueblo de Gema, que aquella madrugada del granizo ni sospechaba qué acontecimientos favorables a sus intereses podía estar desencadenando la tormenta. En bar de la localidad llevaba ya, para entonces, casi dos años cerrado. La crudeza del invierno había dejado sin este punto de encuentro al pueblo en la primavera de 2022 y las ofertas del Ayuntamiento eran cada vez más a la desesperada para tratar de hallar a alguien que se quedara con el negocio.
Y ahí, en ese momento, todo confluyó. Dámaris buscaba nueva aventura en la hostelería; Gema demandaba el empuje de alguien que cogiera el bar y un amigo de los hosteleros facilitó el contacto: «Conocía el pueblo y nos dijo lo que buscaban. Nosotros hablamos con el Ayuntamiento, llegamos a un acuerdo y se abrió», resume la mujer que ahora sirve vinos, cervezas y tapas en el local municipal. Tan fácil como eso, dos años después.
Dámaris y su compañero al frente del negocio, que prefiere no revelar su nombre, no tardaron mucho en tomar las riendas del bar, una vez tenían tomada la decisión. De hecho, todo se aceleró para que el negocio estuviera listo de cara a las fiestas de los quintos, a primeros de mayo: «Nos está yendo de maravilla», asegura la hostelera, que tiene algunos planes en mente para exprimir al máximo en verano, el tiempo para hacer caja antes de que el frío meta a la gente de la localidad en casa y mande a los hijos de la tierra a sus ciudades.
Por lo pronto, el bar de Gema tendrá fiestas temáticas para las noches del fin de semana, espectáculos de magia y de otra índole, y comidas y cenas en el local. Sobre todo, el domingo, cuando el cocinero busca la inspiración para tratar de sorprender al personal. «Nos queremos quedar», apunta Dámaris, como para justificar todos esos esfuerzos, en un relato que hila de forma intermitente mientras saca un par de montados, satisface las demandas de pan de algún cliente o sirve un vino.
«Que siga»
No en vano, la charla tiene lugar un domingo a la hora del vermú, y eso implica jaleo. Tanto dentro como fuera del bar, los vecinos copan las mesas, por fin con un punto de reunión. En el exterior, los miembros de uno de los grupitos más numerosos señalan que, sin bar, la gente no se juntaba. «Se puede hacer en casa, sí, pero no se hacía», constata uno de los presentes, mientras otra mujer más mayor, y de las que viene para el verano, recuerda que a los nuevos responsables no se les piden maravillas: «Solo que siga abierto».