Nadie conoce a Francisco Pascual. Quizá, él mismo ya se ha olvidado de esa identidad que no le define. El hombre que aparece en Vegalatrave con las manos en el barro se llama Paco Moveros. Así lo ha decidido él. «Mi apellido es mi tierra y por eso lo incorporo en el sello», explica este alfarero cuyo nombre artístico sí resuena por estos lares. Ya hace muchos años que el artesano moldea las piezas para la comarca y para otras fronteras. Tantos, que el camino profesional se va agotando, aunque de momento, en él, reside todavía el secreto de una técnica apreciada por muchas generaciones.
Paco Moveros aparece en el Día de la Comarca con su trabajo ya terminado a los lados, con piezas en marcha entre sus dedos y con un asado en el horno. De barro, claro: «En pleno julio y y sin que haya problemas de incendios ni riesgos de que se queme nadie. Hemos creado una pieza versátil, adaptada a las necesidades de hoy», explica el alfarero sin dejar la tarea. Esa capacidad para moldearse a uno mismo y responder a lo que la gente demanda es, a juicio del alistano, la clave para continuar.
«En Moveros, se sigue conservando el barro autóctono y el horno de leña, así que la alfarería se mantiene muy pura», explica Paco, que deja claro que ese aguante no es azaroso: «Nos lo curramos para que así sea», subraya. «En los sitios en los que se hacía esto antiguamente, el barro siempre ha tenido unas condiciones óptimas», matiza el artesano, que habla desde un stand al que ha acudido para «dar a conocer las cosas de la tierra, en representación de Aliste».
La adaptación
En ese lugar rayano donde Paco ha hecho la vida en el negocio que comparte con Mari Paz, la alfarería cogió popularidad como negocio a través de las piezas que se creaban para transportar el agua al campo: «Pero ha cambiado la forma de vida», apunta el artesano de Moveros, que menciona de nuevo el horno y que recalca que también hacen «mucho de jardinería»: «Tenemos que buscar las piezas que cumplan las necesidades de hoy», destaca.
Paco Moveros es una de esas personas que tiene claro que «si no te renuevas, te mueres», aunque advierte de que, para emprender ese camino, antes «hay que conocer bien el oficio». «Eso es lo que te va a permitir pasar a fabricar otro tipo de piezas», considera el profesional, que como suele ser habitual en estos oficios es el eslabón de una cadena generacional. Lo que ocurre es que, como también resulta común, esa serie puede acabar en él.
«Probablemente, nuestra generación sea la última», concede Paco, que estima que «la alfarería en general está al borde de la extinción». Y no solo en Moveros o en la provincia de Zamora. «En general, no hay relevo. A la gente no le atrae este trabajo y, cuando tú pasas tu época laboral, si no hay nadie que aprenda toda esa sabiduría se va a perder», lamenta el artesano, que señala que, en su propio pueblo, los dos negocios de este tipo que hay habrán desaparecido en diez años.
El amor a la tierra
Mientras ese día llega, Paco sigue en la pelea, «mejor tratado fuera de la provincia que dentro» y amparado en «el boca a boca» para seguir vendiendo: «Yo me voy apañando», asegura el alfarero, que deja claro que no cobra por hacer las piezas en directo en el Día de la Comarca: «Me siento en la obligación de dar a conocer esto. Nosotros amamos nuestro rincón, esa tierra despoblada que vemos cómo se muere, así que nos quedamos al pie del cañón y traemos esto a la calle», zanja Francisco Pascual. Paco Moveros.