Los niños bajan del autobús con un cierto despiste y con el agotamiento marcado en el rostro, pero también con sonrisas cumplidoras. Ha sido un viaje largo. Todos lo son cuando se trata de desplazarse desde los campamentos saharauis hasta España. Hasta las seis menos cuarto de la tarde no termina el viaje en autobús, y a algunos aún les queda un ratito en coche hacia su destino final del verano. La parte buena de todo esto es que, en el horizonte, aparecen esas vacaciones en paz que dan nombre al programa de acogida en el que los pequeños participan desde este 1 de julio.
Del vehículo aparcado en la Plaza Mayor de Zamora descienden 25 niños y niñas de entre 7 y 12 años que pasarán los dos próximos meses con familias de la zona. Eso les permitirá evitar unas temperaturas extremas que rondan los 50 grados de máxima en sus hogares y pasar «un verano digno», como señala la presidenta de la asociación Zamora con el Sáhara, Inés Prieto. Algunos repiten la experiencia en las mismas casas y otros se estrenan. Todos podrán pasar las revisiones médicas correspondientes y respirar lejos del infierno estival de los campamentos.
Pero antes de ir a casa les espera una pequeña ceremonia en el Ayuntamiento. La encargada de dirigirla es la citada Inés Prieto, que antes de empezar con los nombres de los niños y de las familias tiene que aguantar la emoción de ver cómo el salón entero le canta el cumpleaños feliz. Son las cosas del cariño. Y no será el último gesto sentimental que se verá en este lugar durante los siguientes minutos.
Todas las familias de acogida dejan un detalle de amor al ir a recibir, uno por uno, a los nuevos inquilinos de sus hogares; a sus hijos adoptivos temporales. Los que ya se conocían de otros años se funden en abrazos profundos o levantan a los muchachos al vuelo; los nuevos son más comedidos, pero realizan ya el primer acercamiento para ablandar las lógicas reticencias iniciales. Al fin y al cabo, son niños conociendo a extraños. Todo será distinto en la despedida, cuando concluya agosto.
Tras el reparto y una breve charla, cada cual se marcha hacia su domicilio, aunque todos se verán con una cierta cotidianeidad. El día 21 habrá un encuentro en Manganeses; el 28, otro en Corrales. Aunque cada cual tenga su propia familia, de algún modo todos forman parte de la misma.
La importancia de las familias
Así lo expresa minutos después, ya ante los medios, Inés Prieto, que subraya que «el pilar» de este programa son las personas que se prestan a la acogida. «El Sáhara es un pueblo que lleva 47 años en el olvido», recuerda la responsable de la asociación, que destaca la importancia de que los hijos de esos campamentos encuentren «una vida distinta», aunque sea a costa de separarse de sus padres por un tiempo.
En Zamora, las instituciones respaldan inequívocamente este programa, con palabras y con dinero. La recepción tiene lugar en el Ayuntamiento; la despedida será en la Diputación: «La sociedad está profundamente concienciada, y este programa funcionará por muchos años», resuelve el concejal de Promoción Económica, David Gago, que en su día estuvo en los campamentos y que se arranca con un «viva el Sáhara libre» para cerrar la recepción. Por delante, todas las vacaciones.