«Sin él, esto no existiría, así de claro». Marisol Garrote acierta a resumir de esa manera el papel de Herminio Ramos como fundador e impulsor de la Feria de la Cerámica. Esta mujer de Pereruela hace esta valoración rápida mientras se debate aún entre la sorpresa y el agrado tras ver aparecer por Viriato al que fuera cronista de la ciudad. Llegó en silla de ruedas, con 98 años camino de los 99, pero lúcido para saludar a esta mujer que es la nieta de otra de las personas que creyó firmemente en que la cita del barro podía unirse de forma perenne a San Pedro y a Zamora.
Aquella mujer se llamaba Escolástica Ramos, fue alfarera y abrió el camino. De hecho, ya en el segundo año, recibió la Medalla de Oro de la feria y se asentó, como muchos de sus paisanos, como una parte fundamental de la cita. Ahora, queda su legado y también su nieta Marisol, que señala que Herminio «se acordaba perfectamente» de aquella mujer con la que todo arrancó. Han pasado muchos años, más de medio siglo, pero la senda iniciada entonces no tiene visos de terminar aquí.
Y eso es en gran parte así porque la feria sigue funcionando, más allá de sentimentalismos: «El jueves y el viernes fue algo más flojito, pero el sábado y el domingo están marchando bien», apunta la ya citada Marisol Garrote, que trae lo de siempre, los cacharros de Pereruela. Un fijo y una garantía.
En el entorno, otros vendedores repiten el mensaje y reconocen que la gente de Zamora se mantiene firme en sus costumbres. A la Cerámica, se va el día de San Pedro. El tiempo, además, ayudó en esta ocasión. Ni llovió ni hizo calor, así que la gente de la ciudad y de los pueblos pudo pasear con tranquilidad por Viriato sin ganas de lanzarse al Duero a continuación para buscar refresco.
También en los premios
Herminio Ramos pudo comprobar en primera persona esa buena salud de la feria que, desde hace algunas ediciones, también tiene unos premios que llevan su nombre. Los galardones se entregaron en el Museo Etnográfico y contaron igualmente con la presencia del fundador, que entró a la sala con un aplauso y que luego correspondió a los vencedores con el mismo gesto antes de retornar a la plaza.
Fuera, con un tiempo todavía suave, el ambiente era el de toda la vida. Viriato hasta la bandera, miradas, regateos, jolgorio de fondo y el sonido de los pajaritos como banda sonora. Quedan las últimas ventas, pero la cosa marcha bien. Y quien lo hizo posible estuvo allí para verlo.