Cuando Edelio González era solo un niño de seis años, las rondas y las alboradas eran territorio vetado para él. Hasta que uno no pagaba «la entrada de mozo», una suerte de rito de paso vinculada a la adolescencia, no se le permitía salir a disfrutar de aquellas fiestas folklóricas populares. Pero lejos de quedar disuadido por esa circunstancia, aquel muchacho sanabrés se sentía cada vez más atraído por el sonido de la gaita y de las voces, así que en las fechas señaladas se arrimaba al balcón, exprimía el oído y la vista y ponía toda su atención en aprender las melodías: «Así empezó», recuerda quien hoy es un hombre de 73 años.
Edelio recibirá este jueves un homenaje en el marco de la Muestra de Folklore de San Pedro. Será en la plaza de la Catedral y como premio a una trayectoria que arrancó en aquel balcón, continuó de la mano del inolvidable gaitero sanabrés Julio Prada y continúa hoy. No en vano, este tamborilero y cantador sanabrés participa en el último disco de Rodrigo Cuevas, el hombre que actuará el domingo en la Plaza Mayor y que se ha convertido en el artista más seguido y renovador del folklore español. Y todo sin dejar de ser «un tío muy majo», según su colaborador sanabrés.
Pero antes de Rodrigo Cuevas llega el homenaje, y antes de eso toda una vida. El lugar en el que Edelio se enamoró del folklore, donde estaba su casa familiar, era Robledo, un lugar ubicado a nueve kilómetros de Puebla y que en aquellos años 50 y 60 organizaba bailes semanales con tambor y pandereta. El protagonista de esta historia decidió arrimarse finalmente al tambor, y así «fue empezando». La familia le espoleó, claro. Su madre, que murió joven, «cantaba muy bien». También su tía Maruja Domínguez, sin perder de vista la pasión de su padre. No hubo frenos en casa.
Por eso, cuando llegó el momento de la mocedad, Edelio no solo tenía la pasión, también ciertos conocimientos, así que su papel en los festejos de Robledo empezó a ser protagonista. Entre otras cosas, junto a los chavales de la época, él era el encargado de contratar al gaitero. Primero, a Juan Prieto Chimeno, de Rihonor; y, por fin, a Julio Prada, de Ungilde, el hombre con el que Edelio despegó. A raíz de los encuentros en el pueblo, ambos comenzaron a viajar juntos por el resto de la comarca, sobre todo en agosto.
En aquellas giras por Sanabria, Edelio tocaba el tambor y cantaba, mientras Julio Prada iba también con la voz y con la gaita. Su amistad y su afinidad artística se consolidaron, a pesar de que a los quince años Edelio tuvo que marchar, como tantos, arrastrado por la vida laboral de su padre, que era trabajador de Renfe. En el 65, la familia se fue a Zamora capital y, seis años después, el tamborilero se trasladó aún más lejos, al País Vasco, para iniciar su vida paralela como ebanista.
Lo que sucede es que Edelio González nunca perdió el contacto: «Con Julio, nos veíamos de agosto en agosto, pero nos entendíamos», explica el folklorista zamorano, que siguió tocando con aquel gaitero hasta los inicios del siglo XXI. El asunto se tornó más fácil cuando Edelio regresó a la provincia en el año 81. Su residencia quedó establecida en la capital, pero Robledo siempre fue el destino predilecto de los días libres.
Tras el regreso a Zamora, Edelio entabló relación con un grupo de personas que había iniciado una tarea indispensable para salvar determinadas tradiciones en unos pueblos que mermaban sin control: «Alberto Jambrina, Pablo Madrid o José Luis Bermúdez empezaron a recopilar todo lo que había. Si no llega a ser por esa gente, se habrían perdido cantidad de canciones, pero ellos se dedicaron a grabar cintas por los pueblos. Yo mismo canté cosas de Sanabria», rememora el tamborilero.
Y así arrancó otra etapa. Edelio estrechó el vínculo con aquel grupo de folkloristas, se enroló en Habas Verdes y empezó a recorrer, de la mano del grupo, la provincia, la comunidad, el país y otros lugares de Francia y Portugal, siempre con la música tradicional a cuestas: «En verano, teníamos todos los días ocupados», destaca el sanabrés que, de toda su trayectoria, se queda con aquel tiempo y con los días eternos de la mano de Julio Prada. El gaitero murió en la noche que daba paso al año 2005.
El grupo Habas Verdes terminó, pero el folklore continuó para quienes fueron sus miembros. También para Edelio, que junto a su mujer, Pepa, comenzó a dar clases en la escuela de Puebla de Sanabria. Lo hizo todos los sábados del curso escolar durante 17 años, hasta el año pasado. «Enseñábamos de todo: cultura y técnica. En esto, hay una serie de ritmos que tienes que aprender, y allí teníamos gente que tocaba bastante bien», asegura el experto de Robledo, que llegó a contar con 28 o 30 alumnos en los buenos tiempos.
El encuentro con Rodrigo Cuevas
Hace un curso, Edelio lo dejó por el cansancio que a veces le suponía el compromiso de acudir a la cita cada semana, pero no influyó pérdida de pasión alguna. Eso se mantiene intacto. El ya citado Rodrigo Cuevas pudo comprobarlo de primera mano en la tarde que pasó junto a él en Robledo: A través de José Luis Gutiérrez «Guti», el artista asturiano, que ya cantaba una canción precisamente de ese pueblo sanabrés, contactó con Edelio para conocerle y absorber parte del conocimiento que reside en él.
Cuevas cantó con Edelio aquel día y ambos terminaron por grabar la Ronda de los Carros, un tema que aparece en el último disco del artista y que el sanabrés menciona como la Ronda de San Ciprián. «Se canta a capela», constata el folklorista zamorano, que admite la capacidad del hombre que actuará el domingo en Zamora: «Engancha mucho. Es una gozada estar con él y le ha dado un vuelco al folklore», asegura.
El artista asturiano invitó a Edelio y a otros compañeros que hicieron los coros a la presentación del disco en el que aparece la ronda, pero los zamoranos no pudieron acudir. Su primer contacto desde aquella tarde será, por tanto, el concierto que se avecina. Rodrigo Cuevas llamó a Guti desde Bogotá para comunicarle que quería contar con la colaboración de Edelio para la actuación, y allí estará él, en un San Pedro especial, con homenaje en la muestra y presencia en uno de los espectáculos estrella.
«Lo del homenaje… agradecido, porque no se lo hacen a cualquiera, pero ya le dije a Pablo Madrid que no me lo merezco», señala el sanabrés, que admite que el folklore se lo ha dado todo. Por esa vía conoció a su mujer, alimentó su pasión y hoy en día lo sigue teniendo como el centro de su vida. Jubilado ya de su oficio como ebanista, Edelio se entretiene haciendo tambores, tocando cuando se puede y recordando, claro.
En sus reflexiones, Julio Prada o Alberto Jambrina siempre están presentes. Del primero heredó la gaita, antes de donarla al Museo Etnográfico. Quizá haga lo propio con el tambor: «Yo no puedo pedir más», insiste Edelio González, que ya vino al mundo con música, pues nació el día de los Remedios, la patrona de Sanabria, en una jornada de fiesta en la que los hombres y las mujeres de antaño brindaron, cantaron y tocaron por él y por su suerte.