«En casa, intentamos darle normalidad y no hablar mucho del tema, pero a Julen se le nota más tenso, le cuesta dormir». La persona que pronuncia estas palabras es Idoia Eizmendi, y el Julen al que se refiere es Castañeda, su pareja y el lateral izquierdo del Zamora Club de Fútbol. A sus 33 años, el futbolista llega a la última instancia del play off bregado en muchas batallas, pero la tensión previa a un partido decisivo por el ascenso siempre emerge. La experiencia da templanza, pero no elimina del todo el hormigueo.
Junto a Julen e Idoia, sus dos niños de seis y casi tres años viven el momento con pasión, sobre todo el mayor, «que ya entiende lo que significa un ascenso». Aún así, la rutina con los pequeños y el día a día de la crianza facilita que el fútbol «deje de ser el monotema» durante la semana. Otra cosa son las horas previas. Ahí, el dibujo mental de lo que será el partido de este domingo (Matapiñonera, 17.00 horas) ante el San Sebastián de los Reyes lo invade todo en la cabeza del jugador y en el ambiente de su hogar. El trabajo de todo un año está en juego.
Idoia Eizmendi es una de las personas que ha participado en este reportaje que pretende hablar sobre el escudo sentimental del equipo y del club. En un año de impagos, del dueño en las noticias como un presunto delincuente y de zozobra en relación al futuro de la entidad a partir del lunes, las familias han jugado un papel clave en la resistencia de la plantilla, que evitó derrumbarse cuando caer parecía lo más natural.
También los aficionados, tanto los nuevos como los veteranos; los que están aquí y los que emigraron, han soportado estoicos una campaña de inquietudes hasta llegar al último día con la Primera Federación al alcance de la mano. El colmo de los padecimientos para los seguidores rojiblancos ha sido esta vez la polémica con las entradas, otra prueba de fe para una afición que no ve un ascenso en directo desde 1999. Ocurrió en Coslada, en la Comunidad de Madrid. Un cuarto de siglo después, varios cientos de hinchas, todos los que han podido lograr asiento, tratarán de revivir esas escenas de finales del siglo XX.
La gente alentará, pero la clave estará en el campo, donde los jugadores se enfrentarán al duelo decisivo sin haber visto un euro desde el invierno: «Él está tranquilo, aunque el batacazo es importante», admite Idoia, en relación a la actitud de Castañeda frente a las circunstancias económicas: «Nuestra familia depende de él, porque yo estoy estudiando, y al principio… ¡uf!», recuerda esta mujer, que destaca la «cabeza» con la que habían gestionado su patrimonio previamente: «Hasta ahora habíamos tenido la gran suerte de que no nos había tocado vivir algo así, y Julen tiene claro que, tarde o temprano, de una manera o de otra, acabarán cobrando», apunta la pareja del futbolista.
Mientras eso llega, Idoia defiende «la fuerza» que ha sacado la plantilla para abstraerse de esa realidad y centrarse en que «el día a día tiene que enfocarse en ascender». «Además, al principio, me parecía que la afición estaba más callada, pero ahora veo a todo el mundo súper volcado: vemos los carteles en los escaparates y la gente les da ánimos por las calles», concede la pareja de Castañeda, que mira de nuevo a sus hijos y subraya la ilusión infantil por su padre y por el Zamora CF: «El mayor es un hooligan del equipo, se ha adaptado», remarca esta mujer cuyos colores de toda la vida son los rojiblancos del Athletic: «Julen es de la Real, así que el niño se tiene que decidir», ríe.
El sentimiento en los jóvenes
Idoia y Julen llevan menos de un año en la ciudad, pero viven el momento con la pasión propia de quien está directamente implicado en el reto. La gente también les contagia esa emoción que está a flor de piel estos días entre los más jóvenes, aunque las circunstancias obliguen a tener la mente puesta en los estudios, a las puertas de los exámenes que decidirán el acceso a la Universidad. En esa tesitura se encuentra Hugo González, un muchacho de 18 años que lleva unos 15 como uno de los fijos en el fondo norte del Ruta de la Plata.
«He ido toda la vida con mi abuelo y con mi padre», indica Hugo, nacido en 2006, después de Castellón y del Barça y sin recuerdos, por tanto, de la gesta de Linares o de la oportunidad perdida en Vallecas en 2008: «El momento en el que se me metió el Zamora dentro definitivamente fue en el partido contra el Haro aquí, cuando remontamos y ganamos 2-1″, rememora este joven que admite que tiene amigos que se ríen al verle «sufrir» por el equipo de su ciudad. Pero hace tiempo que aprendió a pasar por alto ciertas actitudes.
De hecho, a pesar de sus simpatías por el Madrid, y antes de saber lo que iba a suceder el sábado por la noche en la final de la Champions League en Wembley, Hugo lo tenía claro: «Prefiero el ascenso del Zamora». Y eso que no podrá verlo en directo. Este joven seguidor es uno de los hinchas que se peleó sin éxito con la web del Sanse, así que se conformará con ir con su abuelo al Medieval para empujar, como otros cientos más, desde la distancia: «Estoy nervioso, pero lo veo factible», asegura.
Hugo González no ve en riesgo la viabilidad del club, pero sí sostiene que un ascenso facilitaría la llegada de un inversor más animoso. Lo que tiene claro es que, si el éxito se concreta, «el ascenso se celebra». Ya habrá tiempo de pensar al día siguiente en los exámenes para entrar en Cafyd y, esta vez sí, ir a Madrid.
«Un 10» al equipo
Unos cuantos años antes de que naciera Hugo, Casimiro Blanco ya era socio del club. Desde su asiento en tribuna, este abonado con un número por debajo del 200 ha conocido casi de todo, incluido algo que le quedaba por ver: una remontada como la de hace un par de semanas ante el Sant Andreu. Ahora, ve el ascenso como una posibilidad cierta, aunque le preocupan circunstancias como el físico del equipo o las buenas sensaciones que le transmitió el rival en la ida: «Ellos no se descompusieron en ningún momento», reconoce.
Pero ocurra lo que ocurra en el día decisivo, Casimiro tiene claro que al equipo «hay que ponerle un 10». «Es difícil jugar sin cobrar y meter la pierna», opina este aficionado, que ha conseguido entradas para ir a alentar a Madrid gracias a un contacto en San Sebastián de los Reyes. La sensación es que, a pesar de los esfuerzos del club local por limitar la presencia de seguidores rojiblancos, muchos han conseguido arreglárselas para estar.
Esa implicación de la gente genera una doble sensación en personas como Casimiro. Primero, de orgullo por el sentimiento compartido; después, de «pena» por ver el escenario en el que se encuentra el club después de los problemas judiciales de su propietario: «En su momento, podríamos habernos quedado nosotros con el Zamora», asegura este aficionado, en referencia a los propios socios. «Aquí nadie viene a perder dinero y todo lo que ha salido es blanco y en botella», argumenta.
Para Casimiro, los últimos acontecimientos dejan claro que «el club y la presidencia van en líneas diferentes» y que la afición conserva ese sentimiento de pertenencia a pesar de que «las circunstancias son penosas». La conversión de la entidad a Sociedad Anónima Deportiva llevaba ciertos riesgos latentes aparejados, y uno de ellos era la discrecionalidad con la que los dueños iban a poder operar dentro de una casa que, antes, era propiedad de sus socios.
Expulsado por la SAD
Precisamente, aquel cambio de paradigma en la estructura del club fue el que expulsó del Ruta de la Plata a personas como Francisco Sánchez, quien en su día llegó a ser directivo de la entidad durante la etapa de Didia Liedo y que lleva ya algunos años alejado del equipo al que acompañó durante décadas. En su memoria, la historia de medio siglo previa a la SAD, con alegrías como la del ascenso ante el Constancia en el 83 o dramas como los del Celta Turista en La Vaguada en los primeros 90.
Ahora, Francisco, presente en los grandes desplazamientos en pos del ascenso a lo largo de toda la vida de la entidad rojiblanca, admite que se ve a sí mismo «como un extraño» en la tesitura actual, con el Zamora CF metiendo a 7.000 personas en el campo y sin él entre ellas. Con todo, y aunque su vinculación haya dejado de ser directa, este socio de siempre, retirado por convicción, sigue pendiente de cada resultado, de todo lo que sucede alrededor del club. No verá el partido, pero lo sentirá, porque no se puede cambiar de pasión.
Desde la lejanía
Tampoco la distancia ha quebrado el vínculo entre el Zamora CF y Manuel Ángel Blanco, el aficionado en la diáspora por antonomasia. Conocido entre la parroquia rojiblanca por el sobrenombre de «Shion», su nick en el foro de La Polla Rojiblanca, este seguidor acumula más de veinte años de vida en Alicante sin ceder un centímetro en su apoyo al club desde la primera línea. Hay temporadas en las que este hincha ni siquiera puede ver un partido en directo, pero nadie puede discutir su implicación.
De hecho, Manuel Ángel remarca que su seguimiento al Zamora desde la Comunidad Valenciana ha mejorado mucho después de sus primeros años en Alicante. «En aquella época no había radio por Internet ni forma de ver los partidos, así que mi primo conectaba la radio al Messenger para que pudiera escucharlos. Si eso no funcionaba, o si mis tíos la apagaban porque pensaban que se había quedado encendida por un despiste, ya me tocaba esperar a que alguien pusiera algo por el foro o a mirar el teletexto», narra el afectado.
Tiempo después, llegaron las retransmisiones radiofónicas, con Manuel Ángel pegado a la Cope; la opción de ver muchos partidos en directo a través de las cámaras en los estadios; o canales de Youtube como La Reseña, con quien este zamorano afincado en Alicante colabora de manera habitual. «Este año solo he visto en directo el partido contra la Gimnástica Torrelavega, y ganamos 4-0», aclara.
El de este domingo en San Sebastián de los Reyes será el segundo partido que Manuel Ángel disfrute de forma presencial en el estadio. «Conseguí unas entradas que debían ser las últimas. Voy con mi mujer y con mi hijo», celebra el socio rojiblanco, cuyo chaval tiene un rincón del corazón reservado al Hércules, el club de la ciudad que le vio nacer, pero que ha heredado de su padre el amor por el Zamora. Ahora, a su aún corta edad, lo manifiesta a través de la idolatría hacia Fermín Sobrón, el hombre que defenderá la portería ante el UD Sanse.
Si todo marcha bien sobre el campo, y el Zamora CF es capaz de ganar para hacer bueno el 1-1 de la ida, Manuel Ángel celebrará por primera vez un ascenso en directo. Por el camino, el Celta Turista, Castellón, Vallecas, Haro… «Estoy harto de ver invasiones de campo de los demás», ríe este socio, que se muestra moderadamente optimista para esta ocasión: «Va a ser fundamental el físico, pero también la afición: los que estemos dentro y los que van a estar fuera», desliza el fundador de La Polla Rojiblanca.
Cuando Manuel Ángel, Shion, vaya de la mano con su hijo camino a Matapiñonera quizá vayan pensando en que Fermín, el ídolo del pequeño, era el portero del Haro en aquella tarde fatídica para el Zamora CF en La Rioja: «Yo creo que tiene la espinita clavada y nos lo quiere devolver», apunta el seguidor rojiblanco. En su caso, tantos años de sinsabores en la lejanía después, ese reintegro de felicidad estaría más que merecido. Y con la siguiente generación al lado.