Domingo Calvo busca acomodo en la ladera que mira al puente por donde aparecerán los portugueses mientras los cohetes y la banda sonora de Manteos y Monteras sazonan el ambiente de la romería. Este alistano de Mellanes ya ha cumplido los 88, pero se mantiene en la ruta de los festejos populares: «La gente viene porque quiere disfrutar de la vida», asegura el vecino, que está ante su cita favorita de la primavera: «Me gusta la concentración de los dos países, aunque en lo del mercado no hay nada como La Luz en toda la contorna», advierte, en referencia a lo que ocurre en Moveros a finales de abril.
Pero hoy es 12 de mayo, y el lugar donde está apostado Domingo es un espacio privilegiado para seguir de cerca el acto central de la romería de la Petisqueira, que toma el nombre del pueblo portugués que participa de la liturgia junto a la localidad zamorana de Villarino de Manzanas. De ambos lugares parten las procesiones en torno a las doce de la mañana del domingo anterior al día de la Virgen de Fátima para confluir en el punto donde se unen el río Manzanas y el arroyo Cabrón. Agua y fe.
Esa salida romera se produce una hora antes de que Domingo y varios centenares más de personas se coloquen en la zona idónea para seguir los actos. De Villarino de Manzanas parte un cortejo de decenas de personas bastante superior a la cifra de habitantes del propio pueblo. Las vecinas explican que la devoción a esta virgen alcanza a toda la comarca de Aliste, e incluso a zonas de La Carballeda o de Sanabria.
De ahí la amplitud de un grupo que asciende por la carretera hacia el espacio romero transfronterizo con las gaitas y las dulzainas como banda sonora y con un ritmo machacón que facilita que los españoles lleguen antes que los portugueses al cruce de caminos. En la espera, el calor golpea y la gente busca la sombra del árbol, la protección de la visera o el amago en el bar. Cualquier refresco conviene, dadas las circunstancias.
Las reverencias
Por fin, en la curva previa al puente, aparecen los lusos que vienen de Petisqueira con su Virgen de Fátima. Y allí en el puente, cada cual con su paso, llegan las reverencias entre las dos imágenes de tamaño humilde, pero de gran devoción. Las cargadoras pasan finalmente con las dos figuras a la parte española, donde se encuentra el altar y se celebra la misa, no sin antes asistir a otro espectáculo de Manteos y Monteras, una tradición más en Aliste.
Al término de la misa, llegan los vermús, los paseos por los puestos gastronómicos y textiles y la comida en la pradera, como en cada buena romería. Algunos, como Domingo, marchan para casa al mediodía: «Antes venía mi mujer conmigo, pero ahora no puede por la rodilla», justifica el vecino de Mellanes.
Como él, muchos por aquí ya son mayores. Por eso también, en el retorno de la Virgen, cuesta más acompañar. Los que resisten en el trayecto vespertino lo hacen empujados por la fe y por la responsabilidad de conservar la esencia de una cita que se transformó este domingo de mayo en el enésimo ejemplo de que las fronteras, aquí, valen de bien poco.