Luis Cano «Peli» acudió a su puesto de trabajo en Valladolid tanto el 9 como el 11 de mayo del año 2014. El día 10, en su jornada de descanso, ascendió a Liga Asobal con el Balonmano Zamora. De haberse tratado de un crimen, el extremo casi habría tenido coartada para asegurar que no se encontraba en Santander aquel sábado, pero vaya si estuvo: «No pude viajar con el equipo y me desplacé más tarde en coche con mi tío. No hablamos casi nada, porque yo solo iba repasando lo que tenía que hacer ese día en defensa y en ataque», destaca el protagonista.
La de Peli es una de las historias que mejor definen el mérito de la aventura de aquel equipo semiprofesional, que paso a paso, sin abandonar el camino marcado, fue avanzando hacia la Liga Asobal hasta que derribó la puerta. El 10 de mayo de 2014, en el pabellón de La Albericia, se confirmó la llegada de aquel grupo a la máxima categoría del balonmano español, al cierre de la que era su primera temporada en Plata. La narración de lo sucedido aquel año es un cuento de héroes protagonizado por tipos normales, que solo con la bocina final del último partido terminaron de creerse que lo habían conseguido.
Un decenio después de aquello, a algunos les cuesta asimilar también que haya pasado tanto tiempo. El ya citado Peli, el actual capitán del equipo, Jorge Martín «Jortos»; el lateral chileno Diego Reyes; y el entrenador que guió a aquel equipo, Eduardo García Valiente, atienden a este medio para recordar la efeméride y para dejar patente, con la frescura que mantienen sobre aquellos recuerdos, que lo que hicieron quedará para siempre. La historia del deporte zamorano les recordará.
El viaje de Peli
De vuelta a 2014, Peli regresa mentalmente al coche con su tío para rememorar los detalles: «Nunca pensé en que iba a estar en esa situación, pero en ese momento ya iba pensando que aquel partido podía ser un antes y un después en mi carrera y en mi vida», señala el extremo vallisoletano, uno de los hombres más recordados de aquella generación. Tanto él como el resto eran conscientes de que tenían que ganar al Balonmano Sinfín y confiar en que Benidorm venciera también su partido para salir favorecidos en el triple empate con los alicantinos y con Alcobendas.
Pero el equipo pistacho se centró exclusivamente en lo que podía controlar: «Es la vez que más he sentido que lo llevábamos todo preparadísimo, y eso te hace creer más», sostiene Peli, que tiene en la cabeza el alto nivel de concentración de toda la plantilla: «En el vestuario, nos mirábamos a las caras y se veía esa sintonía. Éramos conscientes de lo que nos jugábamos», destaca el histórico jugador pistacho, que tiene la sensación de que, ya sobre la pista, fue todo rodado.
El Balonmano Zamora pasó por encima de Sinfín (27-37), y eso que los cántabros se jugaban el acceso a la fase de ascenso y les habían derrotado dos veces esa temporada, en Liga y en Copa: «Nos habían bailado», matiza Peli, que incide en la preparación del partido como clave del éxito: «Nos pidieron A, B y C. Las directrices eran muy claras y se había dejado poco a la improvisación», subraya el extremo, que mira más atrás en esa temporada y sitúa el punto de inflexión en un empate en el Manuel Camba contra el Barcelona B: «Pero aún así no pensaba en el ascenso», aclara. Sí lo hizo al día siguiente en el trabajo: «El día que más feliz he ido de toda mi vida».
La incredulidad de Jortos
Quizá, una de las imágenes que rondaba la cabeza de Peli en aquella jornada laboral era el rostro de incredulidad de Jortos. En las declaraciones posteriores al partido se puede ver a un capitán absolutamente impactado por lo que acababan de hacer. Quienes lo recuerdan, y él mismo, hablan de un partido redondo del vallisoletano y también de Octavio Magadán, la gran figura de la generación dorada: «Ese equipo era muy compacto. La gente que vino nueva ese año se adaptó muy bien y no pagamos la novatada», señala el todavía jugador pistacho.
Jortos también cita la preparación como una de las claves, pero suma además la inspiración de un equipo «muy enchufado», consciente de que el reto que tenía por delante era complejo, pero dispuesto a sacarse «la espina clavada» de las derrotas previas contra Sinfín: «Dentro de lo que necesitábamos, lo más complicado era lo nuestro, pero cuando pitó el árbitro y vi a la gente celebrar… Bueno, lo primero es que les pregunté: ¿Seguro? No me jodáis. Luego es verdad que fue una pasada, uno de los mejores recuerdos con el club», abunda el lateral.
El broche en Cantabria supuso el final de la última temporada que el Balonmano Zamora disputó como local en el Manuel Camba antes de trasladarse definitivamente al Ángel Nieto: «Cambió bastante el tema. El ambiente allí era más familiar, con las madres aplaudiendo y mucha cantera. Es verdad que había más presión, más ruido y los rivales sufrían con la pista, porque nosotros estábamos muy acostumbrados», reflexiona Jortos, que no obstante ve el paso que se dio a las instalaciones de mayor tamaño como un movimiento necesario dentro de la evolución del club.
El papel de los chilenos
Otra de las claves de aquella temporada fue la aportación de los jóvenes talentos chilenos que el club fichó para apuntalar la plantilla. Esteban Salinas, el que hizo mejor carrera de los tres, ya estaba en el equipo, pero junto a él aparecieron otras dos figuras inolvidables para el Balonmano Zamora: el extremo Sebastián Ceballos y el primera línea Diego Reyes. Este último nunca olvidará «la sensación del vestuario» antes de salir a competir aquel 10 de mayo de 2014 por el ascenso: «Nosotros siempre estábamos de risas y de bromas, pero aquel día nos recuerdo súper concentrados, con una sensación de que era imposible que nos ganaran», describe el jugador sudamericano.
Apenas sobrepasados entonces los veinte años, Reyes reitera la sensación de incredulidad un par de horas más tarde de aquella escena en el vestuario, cuando todo parecía encarado hacia un ascenso impensable: «Yo tenía las emociones más o menos bloqueadas hasta que metí un gol, me volví al banquillo y los vi a todos con los brazos en alto. Edu hasta me dio un beso en la cabeza», ríe el chileno, que se refiere al técnico como la persona que le creó como jugador para este nivel: «Él ha sido el mejor entrenador que he tenido en España, igual que el de Zamora ha sido el mejor grupo», asevera.
Diego Reyes incide en que la dinámica de aquel equipo le permitió pasar un primer año en el que podía jugar «sin nervios» y en el que se fue gestando un salto deportivo que jamás pensó dar tan pronto: «Al principio, me encontraba un poco torpe. Hice algún trabajo aparte e incluso me entrené con el juvenil para adaptarme y coger un poco más de nivel, pero luego entre Jortos, Octavio o Iñaki se me hizo más fácil», apostilla uno de los jugadores que siguió vestido de pistacho para completar el ciclo entre los mejores equipos del país.
García Valiente, un entrenador para siempre
El hombre que condujo aquella nave atiende al teléfono diez años después desde un partido de balonmano. No se puede cambiar de pasión. «Tengo muchas cosas grabadas del partido del ascenso. Lo primero, la preparación para que el plan fuera el idóneo. Los chicos creyeron y aquel encuentro fue como el inicio de tener mucha confianza a la hora de trazar la estrategia», sostiene García Valiente, que ríe al recordar la primera acción del duelo ante Sinfín: «Habíamos hablado que uno de sus jugadores fintaba al débil y lanzaba al corto, y efectivamente fintó al débil, lanzó al corto y nos metió gol. Me giré enfadado, miré a Octavio que estaba en la silla del cambio y él me dijo: tranquilo, Edu, que ganamos», narra el entrenador. A partir de ahí, todo fluyó.
García Valiente insiste en el adjetivo «impensable» cuando cita lo ocurrido, en general, en aquella campaña 2013-2014: «El comienzo en Plata fue complicado. Nos costaba muchísimo puntuar y no pensamos en nada más hasta que enganchamos cinco victorias consecutivas antes de Navidad. Ahí ya nos dijimos: ¿Por qué no? Fue una temporada inolvidable y quizá el mejor momento de mi trayectoria aquí junto al ascenso de Soria. Luego, recordándolo con mi familia, es verdad que casi no lo celebré. No era muy consciente de lo que habíamos conseguido», añade el técnico.
El entrenador más recordado del Balonmano Zamora repasa a partir de ahí «cómo se unieron todos los ingredientes» para que aquello sucediera: «Empezamos siendo niños y acabamos siendo adultos, pero siempre tuvimos mucho apoyo de la gente. Recuerdo un partido contra Palencia, en Segunda División, con el pabellón abarrotado. Por entonces, éramos un equipo muy mediocre, pero con una afición que nos llevaba en volandas. Recuerdo con mucho cariño todo el tiempo que pasamos en el Manuel Camba», remarca el técnico.
El primer día en Asobal
García Valiente se sentó, meses más tarde, en el banquillo de un Ángel Nieto a reventar para dirigir a su equipo contra el Ademar de León en el estreno en Liga Asobal. Las vivencias de aquella derrota ajustada en un derbi autonómico que algunos casi ni soñaron se agolpan al regresar al momento: «Teníamos nervios, el miedo de que nos barrieran en casa, pero en esa pretemporada habíamos dado un paso adelante en cuanto a seriedad. En mi caso, por la mentalidad de intentar no hacer el ridículo», afirma Peli que, como Jortos, coincidió aquel sábado con un entrenador que le había dirigido años atrás y al que en ese instante miraba a los ojos en la élite del balonmano nacional: Dani Gordo.
El propio Jortos vuelve a aquel día de septiembre para trasladar la «emoción» del momento, con el pabellón lleno y la gente esperando fuera a la salida a los miembros de un equipo que descendió en la temporada 2014-2015, pero que hizo «cosas increíbles». Reyes cita dos en concreto: las victorias fuera de casa en Granollers y contra Anaitasuna sobre la bocina: «Luchamos todos los partidos hasta la muerte», insiste el chileno.
La vida después
En 2017, el equipo pistacho retornó a Asobal, pero volvió a descender al año siguiente. Las etapas en el club se fueron agotando, se marcharon figuras como Peli o García Valiente junto a varios hombres clave más, incluido Octavio Magadán, y el rendimiento del equipo fue mermando hasta el descenso de este año a Primera Nacional tras once años entre las dos máximas categorías del balonmano en España. «Es una historia que se puede repetir. Será difícil, pero estamos dando un pasito atrás para que se estabilice todo. Toca buscar gente que se quiera quedar y entrenadores más a largo plazo», argumenta Jortos.
Desde fuera, Peli admite que se preocupa por los resultados del club mientras añora la competición y «el balonmano entendido como se entendía en Zamora». «Ese rollo lo voy a echar de menos siempre. Ahora mi vida es distinta, con mi trabajo y una niña, pero quedan esos recuerdos que cada vez voy idealizando más», concede el exjugador pistacho. Reyes, su compañero en aquella aventura, aún juega para matar el gusanillo en Palma del Río, donde finalmente se asentó junto a su pareja después de varias campañas más en equipos de Plata.
¿Y el director de toda aquella orquesta? «En su día tomé una decisión basada en mi familia y en mi futuro profesional y, a día de hoy, creo que no me equivoqué. Tengo dos hijos y una mujer maravillosos, hemos avanzado fuera de las pistas y tengo claro que esta es mi vida ahora», explica García Valiente, un hombre a quien la gente aún recuerda en los pabellones por lo que ocurrió en Zamora; por lo que hicieron que pasara: «Para mí, entrenar conllevaba un esfuerzo. Era muy duro no ver a mi familia o a mis amigos, pero no me arrepiento. Me dio muchas recompensas», zanja el técnico que, hace ahora diez años, lo preparó todo al milímetro junto a su cuerpo técnico para encargar un boleto rumbo a la Asobal.