– ¡Rosquillas buenas y baratas!
Son las doce y media de la mañana del jueves 9 de mayo. Mientras los más devotos aún siguen en misa, la parte festiva de la romería del Cristo de Morales va tomando forma en el entorno de la pradera. Casi al pie de una ermita atestada, los stands se colocan y sus trabajadores terminan de estampar las pegatinas con los precios en las bolsitas que esperan despachar con agilidad cuando la atención se centre exclusivamente en la diversión y en las tradiciones que van más allá de lo religioso.
De hecho, a esas horas, algunas familias y grupos de amigos ya disfrutan del sol en el entorno mientras se acuerdan de los años de paraguas o del vacío de la pandemia, fresco aún en la memoria. En su puesto ambulante, Begoña García también recuerda a las personas que venían antes del COVID y que ya no han regresado. Fueron muchos años de relación de 9 de mayo en 9 de mayo, como la que aún mantiene con gran parte de la clientela que se pasará durante la jornada por su stand.
Esta mujer vallisoletana lleva al Cristo las clásicas rosquillas típicas de este día, «las avellanas y la almendrita garrapiñada». Todo procede de un obrador situado en la provincia vecina, «no son industriales», aclara Begoña, mientras señala hacia un lateral donde aparecen otros dos stands. «También son de mi familia», explica la comerciante, que desde bien temprano se afana en atraer a la clientela que duda frente a ella y en cuidar a quienes van a verla año tras año.
«Lo nuestro varía mucho en función del tiempo y de la economía», indica la vendedora, que no obstante recalca que los precios «son muy asequibles», la bolsa más barata de rosquillas cuesta tres euros. «No arruino a nadie», constata Begoña, que es consciente de que esa rosquilla, «la de azúcar o la de palo» es lo que más se lleva en el Cristo: «Pero tenemos buen género de todo», matiza.
Igual que en Morales, esta mujer tiene a sus fieles repartidos por España: Madrid, Vitoria, Palencia… «Donde hay romería nos movemos», asegura la dueña del puesto, que ordena y manda en su familia y que se hace oír en medio de un ambiente festivo que, a medida que avanzan las horas, se traslada a toda la pradera.
Cada grupo, una tradición
El buen tiempo puede con todo, y facilita que se cumplan con escrupulosa exactitud todas las tradiciones que cada cual tiene marcadas para este 9 de mayo. Por la pradera se ven familias con la tortilla, la empanada y el bocadillo, grupos apostados en las barras o amarrados a las sillas de los bares, familias con niños en las atracciones, señores mayores sentados mientras el sol les dora la piel o gente que aprovecha para comprar no solo dulces, sino también los productos textiles que aparecen en otros puestos.
A medida que avanza el día, la estampa de la pradera va cambiando, las rosquillas van desapareciendo de los puestos y se acerca la hora de retornar, pero siempre con la idea de volver para ver a Begoña y a los de siempre en sus rutinas del Cristo de Morales.