A eso de la una y media de la tarde de este 1 de mayo, mientras los vecinos de Villanueva del Campo se agolpaban en el interior de la ermita de Valdehunco y en los soportales anexos, el agua caía con fuerza sobre los campos, a ratos incluso en forma de granizo. El cielo animaba pues a resguardarse, pero las gentes de la localidad iban dispuestas a cumplir con lo que tocaba y a defender una tradición que para muchos implica quedarse a comer en la pradera. De ahí los toldos y las tiendas que aparecieron por el lugar: para mantener el plan sin abrir paso a una pulmonía.
Pero antes del vermú tradicional a base de limonada y cacahuetes y de disfrutar de la comida en el lugar de siempre, los vecinos asistieron a la celebración religiosa habitual en honor a una Virgen que genera mucha devoción en el pueblo y que esta vez recibió a tiempo la ofrenda floral de los quintos que, entre su compromiso y que el día no estaba para dar muchas vueltas por el pueblo, llegaron a tiempo a la cita y cumplieron con su papel en la celebración.
Con ellos allí, «la tradición de toda la vida» tomó forma en honor a la Virgen de Valdehunco, que según apuntan desde la cofradía homónima «se apareció en unos juncos al lado de la ermita». En base a tal creencia, los vecinos de Villanueva se desplazan al templo cada 1 de mayo y también el Lunes de Pentecostés – este año, el 20 de mayo – para rendirse ante la imagen y, de paso, reforzar el sentimiento de comunidad.
También este miércoles, todavía dentro del templo, la cofradía, que cuenta con más de 300 miembros, procedió a la subasta de las andas, que se convirtió en una suerte de puja particular: «Venga, que esta Virgen vale más que eso», azuzaban los responsables de la hermandad, mientras los vecinos iban lanzando cantidades por el conjunto de las andas. Una mujer llamada Patricia resultó ganadora tras poner 350 euros.
Sin procesión tras la misa
En la siguiente celebración será el turno de Patricia y el de las tres personas que ella elija para sacar a una Virgen que, esta vez, tras la misa, se quedó en el templo pese al amago de salida. En contra del empuje de algunos, la lluvia impedía cualquier conato de procesión. Tan solo quedaba cantar la Salve en el interior, con la letra de un vecino llamado Gregorio, que compuso hace 40 años la pieza que ahora se mantiene ligada a la imagen de Valdehunco.