– Mamá, ven aquí. ¿Cuántos años lleváis viniendo a esto?
– Uf, no me acuerdo. Más de treinta, desde que dejaron poner lo de la romería en el lado de España. La carretera era todavía de tierra.
La «S» que cierra la palabra Trames corresponde al nombre de Sandra Mendo. Su madre, Aurea de Abajo, decidió llamar a su negocio con las iniciales de cada uno de sus seis hijos y a ella le tocó al final. La intrahistoria de esa elección de la jefa es que, en un día de trabajo cualquiera, alguien que no recuerda le pidió en Medina del Campo que escogiera un apelativo comercial para su negocio de frutos secos, golosinas, pastas y helados. Y a esta mujer, ahora jubilada, se le ocurrió ese pensando en su prole.
Para entonces, ya hacía años que esta ambulante afincada en La Bañeza iba cada año a la romería de La Luz. Ahora viene ya de acompañante de Sandra, después del retiro, y mantiene vivo en la retina el recuerdo de lo que ha sido toda la vida este evento transfronterizo. Aún hoy, a pesar de lo que sucede demográficamente en la región del oeste de España y del interior de Portugal que comparten Moveros y Constantim, La Luz atrae a decenas y decenas de puestos y a miles de vecinos y visitantes. Muchos de ellos veteranos, sí, pero fieles a la tradición, pase lo que pase.
La romería que se celebra cada domingo posterior a San Marcos, como este, sirve para honrar a la Virgen a la que los vecinos de ambos lados de La Raya rinden devoción. La parte religiosa justifica el evento, pero lo festivo y lo comercial tienen un peso capital en esta tradición medio alistana medio trasmontana que provoca que negocios como el quiosco ambulante Trames hagan kilómetros para plantarse casi en medio de la nada, con el cartel que anuncia el cambio de país en medio del mercado.
«Nosotros ahora vamos solo a algunos mercados y a ferias como esta», concede Sandra, que se ha tenido que buscar un trabajo fuera ante las dificultades de vivir en exclusiva del proyecto que Aurea lideró durante los años más boyantes: «Da recuerdos por Zamora. Yo iba mucho en Semana Santa a vender almendras garrapiñadas en la calle de Santa Clara«, se despide esta leonesa veterana antes de que su hija se sumerja de nuevo en las ventas.
Mucha actividad en los puestos
Y es que, en días como hoy, cuesta pararse mucho rato a hablar con los comerciantes. Todos tienen jera. Particularmente, los que ya son conocidos por sus productos de calidad y que van despachando naranjas, chorizos, quesos, calcetines, churros, sábanas, toallas o lo que se tercie. El mercado tiene casi cualquier cosa, y muchos de los asistentes ya tienen una idea muy clara del lugar donde deben ir, tanto para comer como para adquirir prendas o herramientas.
Al abrigo de esa fluidez en las ventas, también hay comerciantes que se incorporan. Uno de los casos es el de Flora Lista, que acumula solo tres años de experiencia en La Luz y que se estrenó animada por otros comerciantes: «Lo conocimos de oídas, pero viene mucha gente y por eso seguimos aquí», destaca esta mujer, que trae bisutería, complementos o cosas para niños desde Salamanca.
En la parte de los asistentes, también hay gentes de toda la vida y novatos en estas lides. Ese es el caso de Fernando Gago, llegado de Losilla de Alba, que se lleva en su primera romería de La Luz «unas camisetas y un bacalao típico de Portugal».
La comida portuguesa
Lo cierto es que, con el asunto de la comida, los puestos portugueses sacan cierta ventaja. Al menos, por infraestructura y aspecto. En una de las zonas ubicadas al margen de la carretera, una mujer completamente enlutada, de esas de toda la vida, va poniendo el ojo primero en el pulpo, luego en la carne y más tarde en las alubias. A la vista de tal exhibición, muchos de los que buscan mesa se van situando en la pequeña carpa que hay tras las brasas en las que se maneja la señora.
De fondo, el sonido de un ambulante textil con un micrófono bastante particular va atrayendo a la gente a las compras de ropa de cama y de mantas, por si aún refresca, mientras la ermita se mantiene tranquila, en lo alto de la colina, a la espera del acto religioso y de la procesión. La unión va más allá de eso. Aquí prima la tradición, que resiste vigorosa en La Luz.