La comunidad gitana de Zamora se asomó un año más al río Duero, esta vez desde el balcón de las Aceñas de Olivares, para lanzar flores al agua en memoria de sus antepasados. A los participantes, el ritual les sirve para recordar a quienes les transmitieron la cultura y los valores que forman parte de su vida diaria, pero también para reforzar ese carácter identitario de cara al futuro. En el gesto, hay nostalgia y reivindicación.
Esta tradición se repite, año tras año, en torno al 8 de abril, el Día Internacional del Pueblo Gitano. Por cuestiones organizativas, el encuentro se trasladó esta vez al día 10, pero mantuvo intacto el espíritu de esta reunión que suele atraer a decenas de personas y que, esta vez, se vio respaldado por un tiempo algo más que agradable a la vera del río. Sol y temperatura perfecta para hacer casi cualquier cosa.
Y el pueblo gitano lanzó flores al río, pero también charló sobre su propia historia, acerca de unas vidas que no siempre han sido fáciles, y recordó sus orígenes, aunque esas raíces no aparezcan en los libros que los niños y las niñas estudian ahora en la escuela.
También hubo tiempo para la música, con una interpretación del himno «Gelem, Gelem«, en romaní «Anduve, Anduve», que corrió a cargo de Raquel Jiménez. Ese momento de emoción vino acompañado del jolgorio posterior con una actuación flamenca y del tiempo para la diversión de los niños, con juegos tradicionales y una yincana.
Los mayores también tuvieron lo suyo, con la gastronomía como gran atractivo. Un concurso de tortillas y una comida comunitaria sirvieron como broche para una jornada de convivencia con el río y su luz como testigos.