Durante el confinamiento provocado por la irrupción del COVID en marzo de 2020, muchas personas suspiraron por una casa más grande, con parcela, con terreno en el que poder respirar sin mascarilla y con las condiciones adecuadas para estirar las piernas sin necesidad de preocuparse por si alguien tosía a su vera. Básicamente, lo que deseaba entonces la gente era una casa en el pueblo, y algunos llegaron incluso a interesarse por adquirir uno de estos inmuebles rurales por si volvían a venir mal dadas.
Aquel movimiento provocó un repunte de las consultas sobre viviendas rurales en portales como Idealista, que ahora ha elaborado una estadística en la que se refleja cómo se produjo un pico de interés por estas casas al final del primer trimestre de 2020. Esa llama se mantuvo prendida hasta mediado el 2021, pero se ha ido apagando a medida que el encierro por la pandemia ha ido quedando atrás.
En Zamora, las consultas para comprar o alquilar una casa en los pueblos de menos de 5.000 habitantes, todos menos la capital, Benavente y Toro, alcanzaron el 27,5% en el arranque de la pandemia, se mantuvieron por encima del 21% en 2021 y cayeron hasta el 13,5% al cierre de 2023.
En líneas generales, el informe de Idealista constata que «ese apetito por el mundo rural parece haber menguado, ya que, en España, solo el 4,7% de los contactos son sobre viviendas en estos pueblos». De hecho, el peso de estas búsquedas se sitúa por debajo del que tenían en el momento anterior al inicio de la pandemia.
Es precisamente en las provincias más despobladas, como Zamora, donde este fenómeno más se ha notado, ya que en Cuenca, el 46,8% de todos los contactos de la provincia llegaron a ser sobre pequeños municipios, y ahora mismo solo suponen el 29%, 17,8 puntos menos. Le siguen Teruel (que pasó del 48,8% al 35,9% actual); Huesca (del 48,5% al 35,6% actual); Huelva (del 38,3% al 27,4% actual) y Cáceres (del 27,8% al 17,3% actual).
En líneas generales, el interés de las familias por vivir en estas zonas parece haber retrocedido hasta niveles prepandemia, ya que en casi todas las provincias el peso de los contactos en pueblos de menos de 5.000 habitantes era superior al actual en los meses previos al inicio de los confinamientos. La mayor diferencia se da en Teruel, ya que en invierno de 2020 registraba el 58% de los contactos en pueblos pequeños, mientras que ahora se sitúa en el 35,9%. Le siguen Cáceres (con un 34,9% en 2020 y un 17,3% actual), Zamora (un 27,7% en prepandemia y un 13,5% actual). Soria (un 32,3% antes del covid y un 20,2% actual) y Cuenca (un 40,3% antes de la pandemia y un 29% actual). En Madrid, en el primer trimestre de 2020 supusieron el 1,5% de los contactos, mientras que en la actualidad suponen el 1,3%.
Un éxodo que nunca llegó
Para Francisco Iñareta, portavoz de idealista, «el supuesto éxodo al mundo rural nunca llegó a producirse, pero sí aumentó de forma significativa el interés particular por establecer el domicilio en zonas alejadas del entorno urbano, ya que ofrecían a menor precio viviendas de mayores dimensiones, con acceso a jardines o incluso huertos con los que escapar de la dureza de los procesos de confinamiento y desescalada».
«Además, parecía que el teletrabajo podía convertirse en una solución mayoritaria que podría permitir alejarse de los grandes centros de trabajo sin bajar el rendimiento. Pero una vez superados todos los baches de la pandemia, las familias han vuelto a poner el foco en el entorno urbano, sacrificando esos metros cuadrados extra o las parcelas a cambio de contar con mejores servicios. Además, el modelo de teletrabajo hibrido, que nos impide alejarnos de forma permanente de las oficinas, ha sido un factor determinante para que muchas de aquellas familias que habían optado por huir al campo hayan tenido que volver a sus ciudades», ha zanjado Irañeta.