Domingo de Ramos en Andavías, día de tradiciones. Desde que alcanza la memoria, los vecinos acuden en esta fecha a por su ramo de laurel, bendecido por el cura, y comparten misa y procesión en torno a la iglesia de la localidad. A lo largo del tiempo, han cambiado las ubicaciones en las que se amontonan las hojas o la procedencia de la planta, que antiguamente viajaba directamente desde el convento de las monjas de Cabañales hasta las manos de las gentes de este rincón de la Tierra del Pan, pero la costumbre se ha mantenido inalterable en esencia.
Sin embargo, una amenaza se cernía este año sobre la cotidianeidad del Domingo de Ramos en el pueblo: la incapacidad física de los curas para desdoblarse provocaba que Andavías fuese uno de los pueblos sin misa programada para la fecha, una circunstancia «cada vez más común» que ha requerido de una solución para algunos domingos ordinarios, pero sobre todo para las fechas señaladas. Y esa alternativa al sacerdote se encuentra en Ana Laperal, la mujer que hoy, sin sotana ni alzacuellos, ha bendecido el laurel para sus vecinos.
«Como hay muy poquitos curas, esto está pasando más», explica la mujer encargada de decir la palabra en ausencia de Matías, el cura de este y de otros pueblos de la contorna: «Tenemos una carpeta donde él me pone la reflexión del Evangelio, que eso no lo puedo hacer yo, y lo demás es casi seguir un método. Lo que no hacemos cuando no está él es la consagración y tampoco damos de comulgar. Colaboran mucho el coro y el resto de la gente, así que a falta de misa…», desliza Laperal.
Ver a esta mujer frente a los feligreses al mando de la ceremonia ya no es una novedad para Andavías, como tampoco se hace extraño en casi ningún pueblo de la provincia observar estampas similares. Lo especial para la localidad ha sido que la Eucaristía no corriera a cargo del cura en el día del laurel: «La gente prefiere que sea el Domingo de Ramos, pese a que no esté el sacerdote. Incluso las personas que no creen vienen por la tradición y se lo quieren llevar bendecido aunque sea por mí, que no tengo autoridad», añade Laperal.
Y así ha sucedido, tal cual. En el momento de la ceremonia previsto, la vecina de Andavías se ha levantado y ha lanzado la bendición sobre cada ramo ante unos vecinos que «no han estado reticentes». «Ya nos pasó un día de Navidad y, en esos momentos, se nos cae el alma si vemos la iglesia cerrada. Creo que la gente está contenta con esto», subraya la encargada de la tarea.
El laurel amontonado por Juan
Laperal recuerda que el uso del laurel como sustituto del olivo en la tradición es algo muy común en los pueblos de Zamora y, aparte de lo espiritual, lo religioso y lo tradicional, también lleva incorporado el componente práctico de que la planta sirve para cocinar. En Andavías, de un tiempo a esta parte, el encargado de recogerla es Juan Nieto, que ha puesto algún montón de su propiedad, otro de alguna vecina y también una aportación del cura que hoy estaba ausente.
Con estos ingredientes, tanto en el templo como en la procesión, no se ha notado menos afluencia que otros días, según los parroquianos, que han agarrado el laurel, han escuchado las voces del coro y la Palabra, han participado en el desfile alrededor de la iglesia y han asistido a las peticiones de unos niños que este Domingo de Ramos han podido ver de cerca la tradición de toda la vida con el matiz al que obligan las circunstancias. Y no pasa nada.