«Los bibliotecarios somos lo contrario a los influencers». Una regla que se cumple en las ciudades pero que es poco menos que un dogma en los pueblos. Si un influencer tiene visibilidad en millones de casas, un bibliotecario aspira a que su presencia se note en unos pocos hogares. Pero, siendo esto cierto, «influimos más». Porque cuando uno lee un buen libro celebra tanto al autor como a la persona que se lo recomendó.
«Y en esto estamos», asegura Daniel Fernández, el zamorano que se ha hecho cargo de la Biblioteca de Villalpando desde el pasado mes de enero, cuando se recuperó después de medio año cerrada y superó la amenaza del cierre definitivo que ha afectado a tantos otros pueblos de la provincia. Fernández, que es de Benavente pero que llega a Villalpando después de trabajar en la Biblioteca Pública del Estado de Zamora, apunta que lo primero fue «una revisión casi integral» de los fondos existentes porque la persona que se había hecho cargo hasta junio «no hacía mucho más que prestar y recoger los libros».
«Los usuarios fundamentales son la gente mayor, y hay más presencia de mujeres»
Daniel Fernández, bibliotecario de Villalpando
Una situación que fue sobrevenida, como explica el alcalde, Emiliano de la Puente. A la biblioteca pública del pueblo llegó un estudiante a hacer las veces de becario, para aprender el oficio del bibliotecario que en ese momento se encontraba trabajando. Mal «timing», porque el titular del puesto «se jubiló a los dos días de llegar el chico de prácticas» y le dejó solo. «Sin haber tenido tiempo de aprender nada y sin tener a nadie que le enseñara», el estudiante hizo lo que pudo durante varios meses, hasta que el actual equipo de Gobierno tomó posesión y prescindió de sus servicios. «No le sentó mal a nadie, todos éramos conscientes de lo que pasaba. Incluso su madre dio las gracias al Ayuntamiento por haberle mantenido durante varios meses».
El proceso de selección de personal que se inició entones cristalizó en la contratación de Daniel el pasado 15 de enero. Y, tras casi dos meses en el puesto, confirma que las diferencias entre una biblioteca urbana y una rural son muy palpables. «Aquí viene sobre todo gente mayor a coger libros y la presencia predominante es de mujeres», asegura. El centro comparte ubicación con el centro Castilla y León Digital y con lo hará próximamente con el archivo del pueblo, que se trasladará aquí. Además, los lunes y los miércoles se dan entre estas paredes las clases de la Universidad de la Experiencia, un nuevo servicio impulsado por el Ayuntamiento que tiene visos de crecer con fuerza en los próximos cursos.
«Es también una labor social»
El bibliotecario de un pueblo, asegura Daniel Fernández, «realiza también una labor social». Los préstamos del libro aquí no son trámites. Son más bien la puerta de entrada a una tertulia que puede alargarse de una forma inversamente proporcional a la prisa que tenga la persona que entra a la biblioteca. Y la mayoría tiene poco más que hacer en las mañanas de invierno, así que una visita puede traducirse en una charla literaria, en unos casos, o sobre los problemas del campo. O sobre actualidad, lo que se tercie.
«Creo que en estos centros se hace una labor importante, que había que intentar mantener por todos los medios», añade el bibliotecario en un rato de respiro después de recibir la visita de Agapito Modroño, escritor, uno de los más fieles usuarios de este servicio y muestra viva de que la entrega y préstamo de libros puede dilatarse bastante rato. Y ejemplo de lo importante de la labor del bibliotecario. «Me voy contento. Me llevo este libro para releerlo, que lo tenía en casa pero lo perdí». La obra en cuestión es «La otra historia de la villa : años 1904 a 1939». Trata sobre Villalpando. Autor: Agapito Modroño. «Es mío y no tengo ninguno en casa, tiene narices».
El mantenimiento depende de la colaboración entre instituciones, aunque el que más tiene que decir aquí es el Ayuntamiento de Villalpando. Es, de hecho, la institución que paga el sueldo al bibliotecario y que se encarga del mantenimiento del edificio, en el que se instalarán placas solares para abaratar la factura de luz del suministro. Pero el fondo bibliográfico depende, fundamentalmente, de la Junta, que es la institución que debe velar porque el catálogo esté actualizado. «Es un esfuerzo que hay que hacer, la cultura debe estar al alcance de todos, tanto en las ciudades como en los pueblos», concluye el nuevo encargado de la Biblioteca.