Zamora se queda sin cabinas de teléfono. Las más de veinte cabinas que aún pervivían en la ciudad, recuerdo callejero de cuando eran necesarias y los viandantes paseaban sin un teléfono personal guardado en el bolsillo, están siendo retiradas en los últimos días. Los operarios de la empresa contratada al efecto por Telefónica se afanaban ya durante la jornada de ayer en quitar las cabinas del barrio de Los Bloques, la zona por la que comenzaron los trabajos. La retirada se producirá durante toda esta semana, confirman los propios operarios a este periódico.
El concejal encargado del asunto, Pablo Novo, apunta que el Ayuntamiento ya solicitó hace meses a Telefónica que retirara las cabinas de la ciudad, una vez confirmado que su uso era inexistente. La empresa se encarga de retirarlas con la obligación del operador de telefonía de devolver la zona a su estado original. Donde haya quedado un agujero en el suelo, hay que taparlo. Y donde el piso no quede en las mismas condiciones que el entorno, la empresa tendrá que arreglarlo.
Las cabinas de teléfono mantuvieron su carácter de servicio público obligatorio hasta finales del año 2022. Fueron un elemento de uso público indispensable durante varias décadas, símbolo del progreso de las ciudades, de cuyo paisaje urbano formaron parte de forma indivisible. El mantenimiento de las cabinas, según los datos oficiales de la CNMC, suponía un coste de más de cuatro millones de euros anuales. Un coste demasiado elevado para un servicio que ya se había convertido en inexistente. De hecho, muchas de las cabinas existentes en la ciudad, como se ha podido comprobar en las últimas horas, ni siquiera tenían línea.
La legislación obligaba a que existiera un teléfono público (cabina u otro modelo, como el típico teléfono verde que se ubicaba en los bares de los pueblos) por cada tres mil habitantes. Una normativa que estaba ya obsoleta como demuestran los últimos datos elaborados por Telefónica, que son de antes de la pandemia. En España, cada cabina registraba, de media, una llamada cada tres días.
Su utilidad fue cayendo de la mano del auge de los teléfonos móviles, y el propio avance de los tiempos obligó a cambiar su diseño. Al no usarse habitualmente, la cabina con puerta que se cerraba se convertía en ocasiones en un foco de insalubridad, por lo que se optó por reformarlas y hacerlas «abiertas». Un cambio importante en cuanto a diseño pero insignificante en cuanto a utilidad. Ahora, con su desaparición, Zamora dice adiós a una pequeña parte de su historia y a un elemento muy familiar para los vecinos de la ciudad. Pero no todo es malo: hay una cosa menos con la chocarse cuando uno camina por la acera sin levantar la vista del móvil.