«Parecemos más oficinistas que agricultores». La complicada tramitación y los elevadísimos requisitos medioambientales que exige la nueva PAC han colmado la paciencia del sector primario zamorano, que en los últimos días se ha echado a las calles en varios puntos de la provincia para hacer visible un descontento que va a más. La protesta tiene muchas aristas, pero al final todo se reduce a lo mismo: unos costes demasiado elevados en un contexto de reducida de los ingresos. Estas son las principales razones de la protesta del campo zamorano.
Las lonjas, en mínimos
La cebada está ahora en las lonjas a 205 euros por tonelada. Mínimo del último año porque, hace doce meses, se pagaba a 290 euros. Desde entonces no ha hecho otra cosa que bajar, con un leve respiro en verano, coincidiendo con la cosecha. El trigo blando está también en mínimos, 218 euros por tonelada, muy lejos de los 304 con los que comenzó el año 2023. La avena no está en mínimos, pero tampoco es un mercado especialmente boyante. Y el maíz, cultivo que el sector defiende como uno de los más rentables, tampoco se paga bien. A 212 euros la tonelada, concretamente, también el mínimo del año. En la ganadería, las lonjas de porcino y ovino también van a la baja.
Los costes no bajan
El campo es un sector muy afectado por el encarecimiento general de los precios. El gasóleo agrícola se estableció por encima del euro hace ya tiempo y no tiene pinta de que vaya a bajar de ahí. Los insumos suponen un coste muy elevado, que hace que algunas explotaciones estén coqueteando con la rentabilidad. Y otros gastos, como los seguros, se han disparado tras dos años consecutivos de sequía. De hecho, el sector asegura que los seguros del año que acaba de terminar supusieron más del doble de inversión que los del 2022. «Necesitamos que estos seguros se financien de otra manera porque, si no, van a dejar de ser rentables», aseguraron COAG, UPA y Asaja sobre este particular.
Excesiva burocracia
Normas, controles, papeles, plazos, técnicas, obligación de barbechos, rotación de cultivos, bienestar animal… La PAC tiene tantos requisitos que se ha convertido en una subvención casi imposible de gestionar por los propios agricultores, que tienen que estar más pendientes de todas estas cuestiones que de sus propias explotaciones. El Cuaderno Digital, que obliga a llevar un registro electrónico de todas las actividades, ha venido a colmar la paciencia del sector, que pide su inmediata derogación.
Las exportaciones
Mientras al campo español se le obliga a rotar los cultivos, los puertos ven como atracan barcos procedentes del extranjero que traen el alimento que aquí no se permite cultivar. «La Unión Europea está dejando de ser autosuficiente en este sentido», aseguran desde el sector. Los acuerdos con Mercosur son los más conflictivos, sobre todo porque allí, dicen los agricultores, se usan de forma habitual unos productos fitosanitarios que aquí están prohibidos. «Se ve que aquello no contamina tanto», ironizan. El sector, pidieron el viernes sus representantes en Zamora, exige además la paralización de los acuerdos en marcha con India, Nueva Zelanda, México o Chile. «Estas producciones», insisten, «no cumplen con las normas que a nosotros nos obligan a cumplir».
Flexibilidad con el bienestar animal
Las nuevas normas para la ganadería son claras. Debe existir más espacio por animal y las jaulas tienen que tender a eliminarse. «¿Está dispuesta la ciudadanía a pagar esto?», se preguntan desde el sector, porque la norma, en suma, se traduce en que es necesario más dinero y espacio para producir lo mismo. Las jaulas de conejos y aves, por ejemplo, están en el punto de mira, y el porcino se enfrenta a unas condiciones más duras. La carne de cerdo podría aumentar de precio un 30% y el pollo, triplicarse, aseguran desde el sector.
«Los pactos verdes»
Rotación de cultivos, prohibición de quemar rastrojos, los pastos, el porcentaje de barbecho, semillar «para que se lo coman los pájaros» o «no destruir ninguna planta». El sector pide flexibilidad con las normas de protección del medioambiente. «Ni somos los jardineros de Europa ni nuestras granjas son hoteles de mascotas», aseguran.