Arkaitz Uriarte pide un café con leche para llevar, resopla y se prepara para encarar un día interminable. Es jueves 1 de febrero y faltan poco más de 24 horas para la inauguración del 980º Urban Tattoo Convention, el congreso sobre el tatuaje que traerá a Zamora a 50 de los mejores profesionales del país. Uriarte organiza el tinglado y eso le obliga a mirar siempre de reojo a Ifeza, donde todo ocurrirá de viernes a domingo. También las charlas y los conciertos hasta la madrugada.
La cita tiene trabajo detrás, y más tratándose de una primera edición, pero este tatuador zamorano aparca durante media hora los últimos detalles de la convención para sentarse en un taburete a reflexionar sobre la realidad del sector. La charla se desarrolla en las dependencias de su estudio, Homeward tattoo, y a su derecha participan de ella también otros dos compañeros de la ciudad: Jesús Villarino, de Amor de Madre, y Cora Luis, de Cora Tattoo Studio. Los tres se entienden, se respetan y comparten algunas opiniones, aunque generacionalmente estén distanciados.
El más veterano de los tres es Villarino. Amor de Madre echó a andar en 2002, pero su responsable lleva en el sector desde el 99. Han pasado 25 años muy largos para un mundo tan cambiante: «El tatuaje ha pasado de ser algo relegado a la gente de baja estofa a convertirse en un tema primero aceptado y luego popular», analiza el profesional, que asegura que ahora «ha llegado un momento en el que hay demasiado tatuaje y eso significa que se está cayendo en algo demasiado comercial».
Uriarte apostilla a su lado: «Está siendo totalmente devorado por el capitalismo». La historia aquí es si esa circunstancia tiene una contrapartida positiva en forma de beneficio económico para los negocios: «No sé hasta qué punto. Al final, hay demasiada competencia y no siempre se trabaja de una forma correcta. Se está llevando el tatuaje al mundo del consumismo con muchas ofertas, baja calidad y la búsqueda del precio», argumenta Villarino.
El anfitrión escucha, aunque matiza algunas de las apreciaciones de su compañero: «Somos muchos para tan poco pastel, pero eso hace que el nivel del tatuaje tenga que subir y que nos veamos obligados a dar más de nosotros mismos. También es verdad que ahora contamos con mucha más información para mejorar. Los libros llegan con más facilidad a nuestras manos y también está internet», subraya.
Villarino recuerda otros tiempos: «Antes tenías que ir a una convención para encontrar cosas que ahora tienes al alcance de un clic», indica el responsable de Amor de Madre, que elogia a Uriarte por montar una convención sin competitividad. No habrá concurso en Ifeza: «La finalidad es hacer comunidad, eso nos interesa», aclara el aludido antes de que la más joven de los tres meta baza en la conversación: «Para mí, lo importante es la visibilidad», admite.
Tanto Cora Luis como Jesús Villarino estarán presentes en Ifeza, una circunstancia particularmente importante para ella, que abrió su estudio hace un par de meses: «La evolución de este mundo yo la he vivido desde la perspectiva de alguien que siempre se ha tatuado: empecé a los 15 y tengo 31», explica esta profesional, consciente también de que ahora no solo los adolescentes estrenan su piel.
Distintas generaciones
Villarino insiste en ello: «Empezamos tatuando a una generación, luego a los hijos y ahora a los padres de los primeros, gente muy mayor». Arkaitz profundiza en el tema: «Esto es algo que ya no está estigmatizado y ahora vienen personas de más de 70 años a hacerse ese tatuaje que siempre habían querido. En general, no buscan algo muy complicado cuando se trata del primero, pero luego viene el segundo y ahí ya podemos encontrar de todo», sonríe el responsable de Homeward tattoo.
La cosa se pone más seria cuando toca hablar de los «piratas», personas que tatúan desde sus casas sin darse de alta: «Todos o una gran parte de nosotros hemos empezado así, pero tiene que haber un punto en el que te profesionalices, porque si no estás haciendo competencia desleal», sostiene Uriarte, que demanda «respeto» para la industria: «Si haces eso toda la vida, nos hundes a los demás», recalca.
«En este sector, tiene que haber un punto en el que te profesionalices, porque si no estás haciendo competencia desleal y nos hundes a los demás»
Arkaitz Uriarte
En la misma línea, Cora Luis opina que quien se resiste a dar ese paso hacia la regularización de su actividad «simplemente no ama el tatuaje». «Esa gente ve el dinero fácil, no entiende esto como una forma de vida», considera esta mujer, que apela al sentimiento como valor referencial del negocio «más allá del estilo».
Estas reflexiones conducen a la siguiente pregunta: ¿El tatuaje es un arte? «Tendríamos una larga conversación para definir cuándo deja de ser artesanía para ser un arte», destaca rápidamente Jesús Villarino. Pero Arkaitz tiene una respuesta en mente: «Cuando ejecuto mis propios diseños, puedo ser un artista, pero otras veces soy solamente la mano ejecutora. Lo que sí hago pase lo que pase es tomármelo con mucho respeto, porque yo me puedo olvidar, pero esa gente siempre va a llevar su tatuaje y tiene que vivir una buena experiencia», recalca.
De nuevo, el responsable de Amor de Madre aborda otra cuestión: «¿Qué es lo más difícil? Para mí, en este sector nunca se termina de aprender. Siempre me ha parecido que lo más complicado es comprender a la gente, entender lo que quiere e interpretar su idea. No se trata de imponer, sino de escuchar», insiste Villarino.
La comprensión de la cultura
Antes de despedirse, la convención vuelve al centro de la charla. «Lo que pretendo es que cualquier persona que vaya entienda realmente lo que supone para nosotros el tatuaje y la cultura que hay alrededor», resume Uriarte. A su lado, Villarino, agradece que «la parte comercial del asunto» vaya a quedar opacada en Ifeza por «las raíces y por la vía artística».
Pero el congreso pasará, la rutina volverá y habrá que seguir adelante ¿El futuro? «Yo lo veo con muchas ganas y con mucha ansia», afirma Cora Luis. «El futuro es suyo», concluyen sus compañeros.