– ¿Viene mucho?
– ¿A este teatro yo? Todo lo que puedo.
No hace falta que lo jure. La conexión de Conchita Santa Teresa con el Principal se percibe en cada paso que da; en su mirada, en sus gestos, en la pasión con la que habla, pero también en el cariño que recibe de los trabajadores de un liceo municipal donde no es una más. De hecho, desde hace casi un par de semanas, su nombre aparece escrito en la fachada. El homenaje que la dirección pretende hacerle a su público durante esta temporada a través de esa cartelería rotatoria ha comenzado con ella, y no es casual.
No en vano, la idea del Principal de ceder su nombre a una persona del público durante varias semanas en estos primeros seis meses del año responde a la certeza de que es la gente quien mantiene en pie el teatro, y Conchita Santa Teresa lleva ejerciendo como pilar de este espacio cultural más de medio siglo. En ese tiempo han pasado muchas cosas, pero ella ha permanecido. Y lo ha hecho consciente de los cambios y sin perder la ilusión por ver cómo se abre una vez más el telón.
Ella misma lo cuenta unos minutos antes de disfrutar de la enésima obra en la que ya es su casa. Esa tarde-noche, Conchita Santa Teresa ha acudido con su hija Concha y con su nieta Cristina a ver Contracciones, el cara a cara teatral entre Candela Peña y Pilar Castro: «Qué cambio ha dado este teatro», arranca la mujer que representa el paradigma de la fidelidad a estas butacas: «Me gusta más ahora porque la gente está más normal, antes había que venir más preparado», recuerda.
Conchita Santa Teresa se explica con claridad, aunque a veces se apoya en su hija para matizar alguna idea. Otras las tiene bien claras: «El Principal es uno de los teatros más bonitos que hay en el mundo. Es mi teatro, como digo yo», apunta esta zamorana, que percibe un aroma especial en toda la instalación, sin preferencia por un aspecto concreto. De hecho, sus mejores palabras van para los trabajadores: «Todos me tratan muy bien», admite, mientras saluda de lejos a una de las aludidas: «Marga, bonita…».
Las obras destacadas y la compañía
Antes de Marga, Begoña y todo el grupo actual de trabajadores pasaron muchos más ante los ojos de Conchita Santa Teresa, del mismo modo que han ido desfilando artistas por las tablas del Principal: «Me gusta todo», reconoce la espectadora ilustre, aunque cita algún nombre en particular. Por ejemplo, «cuando vino Paco Valladares, que era un actor fantástico», o las veces en las que pudo disfrutar de Lola Herrera o de Concha Velasco.
Pero a esta zamorana le gustan también el ballet, los conciertos y la ópera. En general, «la variedad» que se ha ido incorporando a la programación del Teatro Principal a medida que han ido pasando los años. Conchita Santa Teresa empezó a ir a los espectáculos junto a su marido, ahora lo hace generalmente con su hija, pero en su momento también acudió de forma regular con unas amigas: «Siempre cogíamos la fila siete», rememora la protagonista de esta historia, que cita a Vicenta o a Paquita entre esas personas con las que un día fue del brazo para disfrutar juntas del arte.
Al hablar de ellas y del hecho de ver su nombre en la fachada del teatro, Conchita Santa Teresa se queda al borde de las lágrimas. Los recuerdos se agolpan y su hija interviene: «Mi madre se acuerda de todas las amigas con las que ha venido», aclara, antes de subrayar la calidad humana del personal que trabaja en el teatro. «¿Cómo iba a dar yo que iban a poner aquí mi nombre?», apostilla la veterana espectadora, que ya había recibido algún otro gesto por parte de la dirección gracias a su fidelidad.
Conchita Santa Teresa aún recuerda cómo le contó a Vicenta que les daban entradas gratis para un espectáculo por esa regularidad a la hora de ocupar unas butacas que «antes eran más cómodas», según afirma ella misma. «Pero una se adapta», matiza esta mujer, que lloró al regresar al Principal después de la pandemia y que ahora está dispuesta a ocupar su localidad siempre que tenga la ocasión: «Me encanta venir, y cada vez más».