La sensación es que la historia se repite una y otra vez en este pequeño pueblo de Aliste, pero las cosas siguen pasando y hay que contarlas. En Ufones, ese rincón del municipio de Rabanales donde quedan 25 vecinos viviendo de continuo, los problemas con la cobertura, con el teléfono fijo y con Internet son recurrentes. Lo que ocurre es que hay hechos que continúan sorprendiendo hasta al más resignado. Sucedió hace poco con una vecina, el corte de la línea y la respuesta de los técnicos a sus intentos de resolver el asunto.
La mujer en cuestión se llama Tina López, y se asoma a la ventana del piso de arriba de su casa para excusarse cuando se le pregunta por el tema: «Esas cosas las lleva mi hermana», señala. Su hermana es Marga, la alcaldesa pedánea de la localidad y la encargada de transmitir muchos de los problemas que padece Ufones con las telecomunicaciones. Ella misma trató de ayudar a su familiar cuando tuvo el corte, pero se topó con una réplica difícil de asumir.

«Le pasó una primera vez. No le iba la fibra, así que no tenía ni teléfono porque tampoco hay cobertura. No tenía nada. Solo si subía arriba, a una parte alta de su casa, podía llamar», explica Marga López, en referencia a su hermana. La alcaldesa pedánea aclara que tanto su familiar como la pareja de esta rondan los 80 años y sufren determinadas patologías, una circunstancia que les obliga a tener un contacto muy habitual con los servicios médicos.
El caso es que, en esa primera vez, los técnicos atendieron con reticencias la llamada molesta de Marga y acudieron con una cierta celeridad a arreglar la avería. «Solucionado, pero a los ocho días volvemos con la misma historia», lamenta la alcaldesa pedánea. «En ese momento, el trabajador le dijo a mi hermana que ellos estaban en Benavente y que, si fuese por esa zona, iban y lo arreglaban de un día para otro, pero que al haber tantos kilómetros no, que la gasolina costaba», asevera la vecina de Ufones.
Esto sucedió un viernes y los técnicos no fueron al pueblo hasta el día que tenían previsto pasar por Aliste: el jueves siguiente. Seis días sin servicio de ningún tipo. En un pueblo donde, cabe recordar, no hay cobertura móvil ni de datos en la mayor parte de las zonas. «Y no nos dicen nada porque llamamos, pero al responsable no llegamos», asume Marga, que acabó por mandar una comunicación a los medios con el objetivo de que ese altavoz ayude a que los vecinos sean escuchados.
«Lo que se está planteando la gente es que, en estas condiciones, lo que tenemos que hacer es marcharnos. Mi hermana tiene una hija en Ponferrada y se lo está pensando. A su marido los médicos le llaman constantemente y no pueden estar así», lamenta Marga López, que recuerda todo el sistema de citas previas y de transporte a la demanda que está implantado en estas zonas y que precisa de un contacto telefónico fluido para funcionar. Algo aparentemente básico, pero que en Ufones se complica.
Y esto afecta a la gente mayor o con problemas de salud, pero también lastra la posibilidad de que la gente joven se asiente o pase temporadas en el pueblo: «Mi sobrino viene ahora y coge Internet de ahí de donde mi hermana, que son vecinos. Él va a tener que teletrabajar en Navidad, pero no sabe qué va a hacer si hay cortes», lamenta Marga López, que asegura que, hasta cuando funciona, «la fibra va de pena». «Estás hablando y hay pequeños cortes, no terminas la conversación», destaca.
Ni el teléfono ni la carretera
Marga López piensa en su hermana, en su sobrino, en su madre de 102 años que vive en el pueblo y en ella misma: «Mi marido tiene todavía de esos teléfonos antiguos, que eran los únicos que, si subías arriba, funcionaban», apunta la alcaldesa pedánea, que ríe irónica al señalar que la mejor opción va a ser llamarse «como en las tribus». «Lo de la cobertura móvil ya es como lo de la Nacional 122. Me parece a mí que mis ojos no lo van a ver», indica la vecina.
«Aquí pedimos cuatro cosas, lo primordial. Se viviría muy bien si las tuviéramos», resalta Marga, que cita las telecomunicaciones, las carreteras, la sanidad y lo único que, a su juicio, funciona bien: la educación. «Pero de aquí a diez años esto se acabo. Es muy bonito, pero como no tengas los mínimos…», reflexiona la vecina, antes de constatar lo que ella percibe como evidente desde el terreno: «Estamos abandonados».
