
La singularidad de nuestro Casco Histórico nos obliga a que cada intervención urbana deba plantearse como un ejercicio de equilibrio conjugado entre movilidad, conservación y habitabilidad. El Arco de Doña Urraca, enclave paradigmático donde arquitectura, espacio y memoria se ven estrechamente entrelazados, venía soportando durante décadas una tensión innecesaria entre vehículos y la vulnerabilidad inherente a los peatones en este tipo de zonas de tránsito compartido. Su actual estado en materia de circulación responde responsablemente a una evidencia: evitar la conflictividad preexistente entre tráfico rodado y peatonal y garantizar la protección patrimonial tras la significativa inversión acometida por el Ministerio de Cultura, a instancia del Ayuntamiento, en este y otra serie de paños de la muralla.
El Arco, símbolo indiscutible de Zamora y parte esencial de nuestra identidad histórica y patrimonial, ha padecido, de manera persistente, una circulación en bucle manifiestamente incompatible con su valor arquitectónico. El artículo 7 de la Ley del Patrimonio Histórico Español es claro: los ayuntamientos pueden y deben tomar medidas para garantizar la conservación y evitar cualquier uso que pueda poner en riesgo los bienes protegidos, «su deterioro, pérdida o destrucción». Permitir la circulación bajo un monumento medieval de estas características contravenía ese mandato; una situación que resultaba imprescindible corregir en coherencia con nuestro actual deber de conservación histórica. La propia Policía Municipal, en un informe interno, puso técnicamente de manifiesto sobre el papel una realidad que centenares de zamoranos hemos podido vivir en numerosas ocasiones: La compatibilización vial entre peatones y vehículos ha supuesto un riesgo; riesgo transformado, también, en cicatrices pétreas aún visibles junto al ennegrecimiento sobre las monumentales paredes del Arco, testimonio incontestable que certifica la contaminación patrimonial debido al tránsito de millares de vehículos a lo largo del tiempo. Estos hechos contrastables evidencian hasta qué punto resulta ineludible mantener un delicado equilibrio entre medidas prácticas de movilidad y preservación.
La situación actual en materia de circulación dimana de las mencionadas obras que el Ministerio de Cultura continúa ejecutando -a petición del Ayuntamiento- para la restauración de varios paños de muralla. A esta actuación se sumará otra, ya comprometida por parte del Gobierno de España, con una inversión de 500.000 € mediante un proyecto ya redactado por el Ayuntamiento. Todas las actuaciones en la muralla nos sitúan sin duda en un momento idóneo para repensar este y otros entornos del lienzo medieval con rigor y responsabilidad. También debo recordar la próxima obra del Ministerio de Transportes en la travesía de la Avenida de la Feria: una nueva inversión de considerable magnitud en la ciudad que pondrá en valor el lienzo más visible de nuestra muralla, compartimentando el uso del espacio público, mejorando la circulación, las zonas verdes y manteniendo los fundamentales estacionamientos.
Conviene subrayar, además, que las alternativas de acceso permanecen plenamente garantizadas. Los itinerarios hacia la Plaza Mayor y Costanilla se mantienen por la calle San Vicente o por la subida de San Martín, donde el el trayecto en coche puede incrementarse en apenas tres minutos. Este desvío ha permitido, sin embargo, reducir de manera sustancial buena parte del tráfico en bucle que saturaba un espacio patrimonial especialmente delicado, y cuyos daños colaterales se dejaban sentir muy frecuentemente en vías anejas como Ramón Álvarez, intervenida con reparaciones casi una decena de veces en tan solo un año, con el consiguiente coste económico.
Conviene recordar también, como ejemplo simbólico -entre los muchos que se pueden encontrar en numerosos municipios españoles-, que durante décadas también circularon vehículos bajo el Acueducto de Segovia, una estampa hoy inconcebible. Del mismo modo, en Zamora debemos dar el paso para continuar protegiendo los elementos patrimoniales que hacen única nuestra ciudad. Enmarcada en una planificación de modelo de ciudad más amplio, esta actuación contribuye a una movilidad que ordena el espacio público con criterios de seguridad, equilibrio y sostenibilidad. La peatonalización del Arco de Doña Urraca supone, en realidad, una oportunidad: la oportunidad de revalorizar el corazón histórico de nuestra ciudad anteponiendo nuestro patrimonio a dinámicas de circulación en bucle incompatibles con la naturaleza monumental del Arco, avanzando además, con visión de futuro y proyecto de ciudad, hacia una ordenación y compartimentación del espacio público más equilibrada entre vehículos, ciclistas, nuevas fórmulas de movilidad y ante todo, viandantes.
