David González Barroso empezó en un garaje. Más concretamente, en el de su padre, en Monfarracinos. Ocurrió hace más de veinte años, pero el protagonista aún lo recuerda con nitidez: «Comencé de muy jovencito a trabajar en el sector de los eventos y fui cogiendo relación con este tipo de cosas. Yo era aficionado a todo el tema de la forja, de trabajar un poquito los metales, muy de taller, y por ahí me llegó la oportunidad de fabricar una pieza personalizada para un centro comercial. A partir de ese momento fue viniendo más», recuerda este hombre, que hace un parón en la faena diaria para contar su historia. Y tiene mérito que se preste, porque es temporada alta.
González habla de todo esto desde una sala de la nave que su empresa, Dagoba Iluminación, tiene en la misma localidad donde comenzó todo: Monfarracinos. Junto a él, se sienta María Boada, la encargada de la dirección comercial, que se embarcó en el proyecto hace 17 años. Tras ellos, a través de una pequeña ventana, se puede contemplar la zona de trabajo. Un vistazo basta para entender qué se hace en este negocio. Y lo que se hace, sobre todo, son luces de Navidad. Aquí se diseñan y se fabrican, y desde aquí se montan. ¿Entienden por qué decíamos lo de la temporada alta?

Dagoba Iluminación encenderá en los próximos días las luces de más de 40 municipios de Castilla y León. También de unos cuantos centros comerciales de la zona y de la Comunidad de Madrid. Por no irnos lejos, suyas son las ideas que brillarán durante la Navidad en las calles de Molacillos, Aspariegos, Sanzoles, Villabuena del Puente, Toro, Benavente, parte de Puebla de Sanabria y Zamora capital, por supuesto. Estas últimas lucirán por primera vez a las seis y media de la tarde de este viernes 28 de noviembre. Pero el trabajo empezó antes. Mucho antes. Y ese proceso es el que van a contar en esta charla los responsables de la empresa.
Mientras lo hacen, un empleado ultima algunos detalles al fondo. Hay faena en la nave, como siempre, pero nada que ver con la que tenía Dagoba hace unas semanas. Ahora, el lío está sobre todo en la calle, con la instalación de las luces. Son muchos miles de detalles en cada localidad con el objetivo de que todo quede redondo y de limitar los posibles problemas que siempre pueden surgir. Atrás quedan los tiempos en los que fabricar un «Feliz Navidad» para Hierros Manuel Vidal o un par de letreros y estrellitas para Tábara estimulaban la ilusión del principiante. Lo de ahora va a mayor escala.

Lo narra David González, que se coló en el mundillo por la vía ya explicada, que cogió algo de experiencia en una empresa ajena y que se puso pronto por su cuenta para «dar el salto». Le costó, como a cualquiera. «Un año mandé folletos a todos los ayuntamientos de Castilla y León. Alguno respondió y empezamos a trabajar», resume. «Había localidades pequeñas que estaban desatendidas», apunta el dueño de Dagoba, mientras María Boada matiza que lugares como Laguna de Duero o Medina de Rioseco, en Valladolid, están entre sus clientes más antiguos.
De ahí a más, a municipios más grandes. Llegó Zamora, un objetivo prioritario por ubicación y por sentimiento. «Hay un salto burocrático para trabajar con estos ayuntamientos», admite Boada, que recalca que ya hace tiempo que comenzaron a funcionar con la ciudad, aunque la adjudicación para la iluminación actual cumple esta Navidad su segundo año. Se puede prorrogar a otros dos más. «Presentar estas ofertas da mucho trabajo, porque exige una memoria de calidades y fotográfica», destaca la directora comercial. Pero para buscar el principio de la labor hay que ir incluso más atrás.
«Lo primero que piensas es en coger ideas», advierte González. «No dejamos de hacerlo en ningún momento del año», remarca el responsable de la empresa. Por eso, entre los planes de las próximas semanas, están los viajes para ver otras luces: «Queremos ver qué se está poniendo, qué variantes estéticas hay», añade Boada, que aclara que ahora hay dos corrientes claras: el estilo Vigo, con «mucho color y mucha intensidad», y el modelo que se aplica en Zamora o en Puebla, «volver al cálido y a una cosa que embellezca la ciudad».

Conscientes de ese panorama, los responsables de Dagoba miran lo de fuera y piensan hacia dentro. «Con las ideas, el presupuesto y el análisis de nuestras capacidades se hace un estudio estético, técnico y económico de lo que se puede presentar al cliente», señala Boada. No siempre se consigue el contrato, pero no hay otro camino: «En el caso de Zamora, valoras que estás cerca de casa y que los costes de desplazamiento son menores, así que intentas repercutir eso en una mejora», apostilla.
David González escucha a su compañera y añade: «Las luces se ponen este año, pero el trabajo inicial a lo mejor empezó a plantearse hace tres o cuatro. Aparte de ir a ver otras localidades, vamos también a Frankfurt, a la feria internacional donde se ven todas las tendencias», indica el responsable de Dagoba, que asegura que la empresa apuesta siempre por la última tecnología. «Todo lleva mucho tiempo, mucha antelación», constata.
La fabricación y el montaje
A partir de ahí, con el contrato adjudicado y la idea y el diseño definidos, llega la fabricación: «Hay que pensar cuántos metros de aluminio, de hilo luminoso o de guirnaldas necesitamos, y cuántos leds hacen falta», comenta González, que recalca que las aleaciones de aluminio ya están pensadas «para que se puedan curvar perfectamente, para que tengan la resistencia ideal y para que se pueda alojar bien todo el cableado eléctrico».
Una vez en el taller, se preparan las órdenes de fábrica con las medidas, las curvaturas y todos los detalles, y se empieza a funcionar: «Aquí hay trabajo para todo el año», asegura González. Sobre todo, con luces de Navidad. También hay algo para fiestas patronales, pero nada que ver. El objetivo es diciembre. En realidad, de un tiempo a esta parte y con la influencia del black friday, finales de noviembre: «Las alas de Santa Clara las hicimos en julio y la programación de los shows musicales también en verano», recuerda Boada. Aquí, la vida tiene otros tiempos.
«Es que la perfilería de aluminio hay que cortarla, curvarla, soldarla, limpiarla, pintarla y electrificarla», enumera González. Eso, en la nave, pero luego viene el montaje, la jera en la que se ha embarcado la empresa en las últimas semanas: «Colgar las luces, por decirlo de alguna manera, es lo que menos tiempo lleva. El tema es toda la infraestructura previa que hay que preparar. Por eso empezamos en octubre, para planificar todo el tema de los anclajes, los tendidos de los cables de acero, el tendido de cable de corriente… Las luces no lucen solas», resalta el dueño de Dagoba.

Todo eso también se prueba y se optimiza durante el año en la nave. Igual que se le da vueltas a la cabeza para limitar al máximo las averías: «Aún así, en Navidad, siempre estamos de guardia», admite Boada. Puede ser un camión que entra por donde no debe y rompe parte de la decoración, o un temporal fuerte de más. Las luces están listas para resistir, pero «siempre puede pasar algo». «Si sucede, vamos lo reparamos y ya está, pero la tarea principal es preventiva», insiste González.
Lo mismo de cara al encendido: «Tenemos una electrónica propia que controlamos desde el móvil para los encendidos y apagados. Ya se está aplicando mucha tecnología para evitar fallos», afirma el dueño de Dagoba. ¿Eso quiere decir que el viernes, segundos antes del encendido, va a estar tranquilo? David González sonríe resignado mientras María Boada responde con un gesto a su lado: «Hombre, los nervios siempre están», concede el dueño de la empresa. «Si con el 3, 2, 1… se enciende, ahí ya estamos bien», matiza.
El desmontaje y los siguientes pasos
A partir de ahí, en el caso de ciudades como Zamora, serán unos 40 días de iluminación navideña que se irá desmontando a partir de Reyes. Eso también lleva su tiempo, aunque la gente acabe harta de fiestas y quiera ver despejadas las calles a la de ya: «Podemos con todo, pero no con todo a la vez», ríe Boada. Las piezas se van acumulando luego en la nave, se revisan y se dejan listas para el siguiente año. De una Navidad para otra se aprovechan muchas, pero también se crean bastantes nuevas.
«Al final, esto es un negocio de alquiler. Tiene una parte creativa muy grande, pero económicamente es así», resume González. Lo que más resiste son las piezas. Los led se van cambiando en función del desgaste y de la aparición de las nuevas tecnologías, pero la estructura se mantiene. También sigue intacto el espíritu con el que todo esto empezó en un garaje. Sin pasión cuesta que las cosas salgan. Al cierre, los dos protagonistas de la charla se sitúan delante de uno de los puntos selfi que se instalarán en Zamora de cara al viernes. Es de lo poco que queda por trasladar a la ciudad. En unas horas, las fotos, las sonrisas y los recuerdos navideños se crearán bajo este marco.

