Los pueblos de prácticamente toda la comarca de Tierra de Campos están indignados con la Confederación Hidrográfica del Duero. No es una situación exclusiva de esta comarca (la CHD no cuenta con las simpatías de un buen número de ayuntamientos de la provincia) pero sí es una cuestión que en este punto de la provincia es quizás más visible que en otros territorios zamoranos. Cuando se producen lluvias fuertes, no es raro que en algún pueblo de Tierra de Campos se produzcan inundaciones que afectan siempre al campo y en algunas ocasiones al casco urbano. Las causas las resume en pocas palabras el alcalde de Villafáfila, Antonio Jesús Rodríguez. «No somos pueblos de montaña, somos pueblos llanos. Cuando llueve con fuerza, los regatos que desaguan los pueblos tienen que estar muy limpios para que el agua no se acumule. Y no están limpios. Están que dan pena».
En las últimas semanas, la CHD ha vuelto a denegar (no es la primera vez que lo hace) las solicitudes de varios pueblos para limpiar los cauces que pasar por el casco urbano del municipio. Ni hablar ya de lo que pasa en terreno rústico, donde hay arroyos, como el Salado, cuyo cauce se puede seguir a mucha distancia por la elevada vegetación que tiene a lo largo de todo su recorrido. No es que el arroyo tenga el cauce sucio, es que el agua es directamente invisible ante tanta vegetación. Se supone que está debajo de las plantas, pero no se ve.
La cuestión la puso hace unos días de actualidad Juan Carlos Bueno, alcalde de Manganeses de la Lampreana, una de las localidades a las que la Confederación ha despachado con un «no» su petición de limpiar el cauce del regato que discurre por el pueblo. Un regato que se inunda de forma recurrente porque está sucio, que anega la carretera ZA-714 a su paso por la localidad y que ocasiona, y puede volver a ocasionar, que el agua entre en algunas viviedas. «Cuando pase algo, que se haga responsable la Confederación», denunciaba Bueno.
El Ayuntamiento tenía concedida una subvención de 48.000 euros por parte de la Diputación para limpiar el cauce del arroyo y para adecentar las zonas más conflictivas, pero no se va a poder ejecutar porque la competencia en esos terrenos la tiene la CHD y, aunque estén sucios, aunque sean un peligro, con la ley en la mano no se pueden tocar. «Si los terrenos son de la CHD, que actúe. Y si no, que deje actuar, pero estamos ante una situación que no tiene sentido, se mire como se mire», lamentan en la comarca.

Donde sí está trabajando ahora la Diputación para limpiar los cauces de dentro del casco urbano es en Villafáfila, asegura su alcalde. «Lo lógico es que lo limpiaran ellos», la Confederación, «pero no lo hace. El cauce está sucio y por ahí desagua el pueblo. O se limpia o hay inundaciones, como pasó hace unos años» o como sucedió, recuerda el propio alcalde de la localidad, en la vecina Cerecinos de Campos hace unos meses, cuando se desbordó el río de la Vega.
«Lo que sucede con esta institución», con la CHD, «es del todo ilógico», lamentan en Villafáfila. «Llueve, los cauces temporales se llenan y el agua acaba por meterse a las viviendas. Es una cuestión de mantenimiento de los cauces. Lo pedimos hace dos años y ha llegado ahora la máquina de la Diputación porque es ahora cuando nos han dado permiso», lamenta Rodríguez. En el campo la situación es peor. Los cauces están tan sucios que el agua no corre, la comarca es llana y el agua, a la mínima, se estanca. Si hay granjas o explotaciones ganaderas causa enormes pérdidas, que no son menores si hay cultivos en las tierras. «Parece que prefiere que se inunde el campo antes que solucionar las cosas», asegura el regidor.

Los alcaldes de la zona (la situación afecta también a Arquillinos, a Villalba y a otras localidades del entorno) empiezan ya a intentar organizarse para reclamar soluciones. En Villarrín de Campos también han exigido la limpieza del cauce del Salado, que se ha «desmadrado» en los últimos años. El pueblo lleva varios años intentando lograr el permiso para limpiarlo y, de momento, no lo ha conseguido. Este año no se ha recibido aún contestación, ni en un sentido ni en otro. La situación del arroyo es visible en varios puntos del pueblo pero es especialmente perceptible en el campo de golf. «El último hoyo se juega a ciegas porque el arroyo pasa por el medio y la vegetación mide dos metros», asegura la alcaldesa, Ainhoa Aranguren, que espera que este año pueda tener «suerte» y recibir el visto bueno de la Confederción.
«Las cosas van tan lentas que, si nos dan permiso, lo vamos a limpiar y vamos a tener que volver a pedir autorización otra vez a ver si dentro de unos años volvemos a tener ocasión de adecentar el cauce», asegura Aranguren. En la misma línea se manifestó hace unas semanas el presidente de la Diputación de Zamora, Javier Faúndez, que pedía «mano izquierda» a la CHD, sobre todo en los tramos urbanos de los arroyos y regatos. «El día que pase algo, la responsabilidad va a ser suya», apostillaba el presidente, en la misma línea que el alcalde de Manganeses de la Lampreana. «Tenemos medios, tenemos el dinero preparado, pero no podemos actuar si no tenemos permiso», lamentaba Faúndez. Una situación, coinciden en la comarca, ilógica.

