Los apicultores se frotaban las manos hace unos meses, pero acabaron por llevárselas a la cabeza en verano. «Preveíamos un año excepcional, pero al final no se ha producido», admite el secretario técnico de Apis Durii, Francisco Alonso, que admite que todo se torció por «la sequía enorme y las olas de calor» que se sucedieron en las zonas de miel de la provincia a lo largo del verano. Y tanto él como sus compañeros tienen identificado el momento en el que el asunto se torció.
«Tenemos equipos de monitorización que nos permiten saberlo. A partir del 19 de julio, las abejas dejaron de trabajar», subraya Alonso. Esa realidad trasladada a las colmenas implica que los insectos consumieran «entre 100 y 500 gramos de miel al día» sin producirla. Fueron entre 70 y 80 días con esa dinámica: «La inmensa mayoría perdieron entre seis y ocho kilos de producto desde esa fecha», analiza el experto.
El resultado es que lo que se preveía como un año positivo para el sector en la provincia se ha traducido en un rendimiento «un 15% inferior» al del anterior en el grueso de la zona noroeste. «Pero tenemos algunas partes en Aliste, Tábara o Los Valles donde se ha recogido un 30 o un 40% menos», advierte Alonso. Las medias no se han cumplido y «hay mucha menos miel de bosque» que en la campaña de 2024.
El asunto preocupa porque los apicultores ya venían previamente de «unos años criminales». En 2025, las circunstancias meteorológicas han hecho que los niveles de producción se queden por debajo de lo contemplado: «No han podido almacenar», constata Alonso, en referencia a las abejas, que tienen sus propias dinámicas basadas en su supervivencia.
Todo, en un marco en el que los incendios también afectaron a algunos apicultores de las zonas castigadas. No ha habido tantas perdidas como en 2022, pero sí que ha habido penalización para determinados productores.
Mientras, colectivos como Apis Durii avanzan con la vista puesta en el futuro. No se puede controlar lo que ocurre con las circunstancias, pero sí seguir tirando del sector para tratar de profesionalizarlo y darle un empujón a las mieles de la provincia. En esa línea, ya se trabaja para la comercialización con la marca de calidad presentada hace algunos meses: «Llevábamos muchos años hablando de que había potencial y, por fin, lo hemos visto florecer», recalca Alonso, consciente de que ese sello abre una nueva etapa para el sector en la provincia.
La envasadora, en Mombuey
Además, la Diputación de Zamora anunció hace algunas semanas que, antes de que concluya 2025, Apis Durii pondrá en marcha la envasadora comunitaria de miel que financiará la institución provincial con 70.000 euros y que estará ubicada en Mombuey. La asociación, que agrupa a numerosos apicultores zamoranos, «actuará sin ánimo de lucro en la gestión de la envasadora, promoviendo la mejora de la calidad, la trazabilidad y la valorización del producto local».
			        
			        
														
															
															