Hay una casa en Zamora que cambia de «dueños» cada dos semanas. Los próximos serán una pareja de voluntarios llegados desde Barcelona, él, y desde Valencia, ella. Una pareja que se encargará de lo que se encarga cualquiera en su casa: ir a hacer la compra, cocinar, tener las estancias limpias, cambiar las sábanas… Lo típico, vaya. Pero los protagonistas de este reportaje son los «dueños salientes». Charo Fernández y José Ignacio Jiménez son las personas que, durante esta segunda quincena de octubre, se han encargado de acoger a los peregrinos que han pasado noche en la capital zamorana. Llegados desde La Rioja, son hospitaleros voluntarios desde 1997, asegura ella, que ve en esta decisión la consecuencia «lógica» del enamoramiento que la pareja tuvo con el Camino de Santiago desde que, en 1993, lo recorrió por primera vez. Es la cuarta vez que el matrimonio se hace cargo de forma temporal del albergue de Zamora. «Para nosotros, Zamora es ya una segunda casa», apunta él. Es también el cuarto periplo anual de la pareja, que antes ha pasado por localidades del Camino Primitivo y del Francés.
Ambos fueron testigos el pasado fin de semana de la promesa del director general de Turismo sobre la declaración como BIC de la Vía de la Plata, algo que supondría, aseguran, un aldabonazo a la llegada de peregrinos. Y es que, a fecha del pasado jueves, habían pasado por el albergue de Zamora 2.361 personas. «Son cifras parecidas a las de años pasados», peregrinos «que recorren este camino principalmente en los meses de primavera y otoño» y que normalmente tienen ya cierta relación con el peregrinaje, pues no es la Vía de la Plata un camino que destaque precisamente por su atracción sobre los debutantes. Sea como fuere, la salud del Camino es «buena», dicen, «aunque podría mejorar con más albergues y con una mejor señalización», algo de lo que se quejan muchos peregrinos, sobre todo, en las etapas que empiezan a transitar hacia el norte.

José Ignacio y Charo practican lo que se denomina «acogida tradicional», que no es otra cosa que recibir al peregrino «como si estuviera en casa», atendiendo a sus necesidades y cumpliendo con lo que se espera de un albergue. «Para ser hospitalero hay que haber recorrido el Camino de Santiago, porque solo así puedes saber lo que necesita un peregrino cuando llega a un albergue», asegura ella. Los peregrinos que llegan al albergue de la cuesta de San Cipriano reciben, de entrada, una cama, un juego de toallas para el aseo y tienen opción de usar la cocina, donde suele haber café, para entrar en calor. Después, a la cena, Charo y José Ignacio cocinan alguna receta casera y, por la mañana, preparan el desayuno antes de que los peregrinos emprendan camino a Montamarta o a Granja de Moreruela. No se cobra más que la voluntad, otra de las señas de identidad de la acogida tradicional.
La pareja se reconoce encantada con Zamora, lugar al que «gusta siempre volver» cuando la Federación Española de los Caminos de Santiago lo requiere. «Es un sitio muy agradable para que los peregrinos lo conozcan al llegar», para que aprovechen la tarde antes de descansar y continuar el peregrinaje. La mayoría de los caminantes, asegura la pareja, llegan a Zamora poco después de comer y marchan pronto, al amanecer. «Es como se hace el Camino, por la mañana». Tiempo que en Zamora se aprovecha para poner todo a punto para la siguiente tanda. Se adecenta la cocina, se limpian las zonas comunes, se cambian sábanas, se limpian baños… «Todo de forma voluntaria», durante dos semanas. Una gran contribución a la pervivencia del Camino.
Los dos hospitaleros son fieles defensores de la acogida tradicional, que definen como «la verdadera» dentro de los Caminos de Santiago. «El Camino es algo que puede hacer todo el mundo, independientemente de sus recursos. «Da igual el dinero que tengas, el Camino está abierto a todos», apunta la pareja, que asegura que, incluso bajo esta modalidad, puede llegar a suponer un esfuerzo. «Comida, alojamiento, comprar cosas que vayas necesitando en los pueblos… No es raro que la gente se gaste treinta, cuarenta o cincuenta euros al día en hacer el Camino. Algunos llegan aquí ya tras varios días caminando… Lo ideal es que cada uno colabore con lo que pueda, pero no exigimos nada», reafirman.

Los encargados de dar vida a los Caminos de Santiago, también Charo y José Ignacio, tienen las vistas puestas en el año 2027, próximo Año Santo, donde como cada año subirá la cifra de peregrinos y es fundamental «tener todo a punto» porque son esos años los que son cantera de nuevos peregrinos. «Las administraciones deben hacer un esfuerzo para poner a punto todos los albergues», para que la señalización esté lo suficientemente clara y el trayecto, despejado. De lo demás se encargan los peregrinos y personas como José Ignacio y Charo, la gente que, en realidad, da sentido a esto.
