«¿Gastos imprevistos? Financia con tus joyas», «Máxima tasación, pago inmediato», «Garantizamos el mejor precio de la ciudad», «Aquí, tu oro vale más». En los últimos meses han abierto en la ciudad de Zamora al menos cuatro nuevos locales de un negocio que es un viejo conocido de las calles más céntricas de la capital: los locales de compraventa de oro. Negocios que surgieron hace ya más de una década como una de esas respuestas que el mercado da a los momentos de incertidumbre económica. En lo peor de la crisis económica iniciada en 2008, cuando el paro arreciaba y muchas familias pasaban penurias, apareció en las entreplantas esta peculiar tabla de salvación: vender joyas para conseguir efectivo.

Los negocios han vuelto ahora, en pleno 2025. Pero no están ya en los pisos de oficinas, identificados solo con los tradicionales carteles amarillos, con letras negras, que lucían tras una ventana o en un balconcillo. Ahora ocupan lugares comerciales, despojándose quizás de ese «sambenito» que el sector ha lucido tradicionalmente. «No es solo un sitio en el que se compra oro, también se vende, es como una joyería, por así decirlo», asegura la dependienta de una de las tiendas abiertas recientemente en Zamora, que se resiste a dar su nombre y pide no identificar cuál es el negocio en el que trabaja. «No hay nada de malo en entrar aquí, ya no significa que lo estés pasando mal, puede ser que quieres vender algo que no utilizas para sacarle un dinero. Sin más», apunta.
Y puede ser verdad. «Gente viene de todo tipo», asegura otra trabajadora de otro de estos locales, en otra parte de la ciudad. Como la primera, no quiere que el nombre del negocio en el que trabaja aparezca en el reportaje, «no sea que la gente empiece a decir que hablamos de lo que nos venden». Pero, insiste, entra gente de todo credo, raza y condición. «Yo no trabajé en la crisis, aunque entonces venía gente que necesita dinero. Ahora no tanto, ten en cuenta que el oro de 18 quilates ha estado a más de sesenta euros el gramo. Hay pulseras que la gente recibe en herencia y que no se va a poner que valen un dinero, que pueden valer más de mil euros, es para pensárselo», asegura la trabajadora después de atender a una pareja de jubilados que había entrado a pesar algunas joyas. «Han dicho que se lo van a pensar, irán a comparar a otro local», asegura la mujer.

El precio del oro, que está en máximos históricos, anima a la proliferación de estos negocios, que nacen como setas en las grandes ciudades (de donde nunca desaparecieron tras la crisis de hace ya casi dos décadas) y que llegan también a las pequeñas. Es un camino de doble dirección, porque es bueno para los vendedores (nunca antes las joyas habían valido tanto dinero vendidas al peso) y para los compradores. De hecho, detrás de muchos de estos negocios hay empresas que buscan el oro como «inversión segura» de cara al futuro. «En un año, se ha doblado el precio, está creciendo mucho», asegura la trabajadora de la primera tienda. «El oro cotiza en bolsa y cambia de precio todos los días, pero está creciendo, sí. No sabemos lo que pasará de aquí a un año, pero no creo que baje. Y si baja, no bajará mucho», asegura la empleada. «Por lo que dicen mis jefes, vamos», aclara.
En épocas de incertidumbre económica, el oro sube de precio, aumentan los inversores interesados en comprarlo y acaban por abrirse este tipo de negocios en las ciudades. Y es que el oro, aunque su presencia en los hogares vaya claramente a la baja en las nuevas generaciones, está en las casas, pasa de padres a hijos (más bien, de madres a hijas) y ya no es tan deseado como identificativo de pertenencia a una determinada clase social. «La gente joven tiene poco aprecio a las joyas», resume una de las dos dependientas entrevistadas. «Prefieren vender, sacarse un dinero e irse de vacaciones con los niños», zanja. Solo en 2025, según diversos informes, el oro ha subido de precio más de un cincuenta por ciento, el mayor incremento desde la década de los setenta. La plata, que también se compra en estos negocios aunque a un precio bastante inferior, también ha subido, más incluso que su hermano mayor. Se juntan, por tanto, los que quieren comprar y los que no ven con malos ojos vender. Dos extremos que están condenados a entenderse.
