«Tenía un bultito que me molestaba cuando me ponía el sujetador y me empezó a asustar, se lo dije a mi médica, me dijo que estaba durito, que no se movía, me puso atención preferente y bueno, en diciembre me diagnosticaron». Habla Azucena Ledesma, de 47 años, «joven, joven», porque se lo considera y porque lo es. Encargada ayer de poner voz a las mujeres zamoranas afectadas por cáncer de mama. Azucena, como tantas otras, se dio cuenta por sí misma de que algo no iba bien. No tuvo tiempo ni de acudir a los cribados, asegura ahora, unos pocos meses después de recibir el diagnóstico y en pleno tratamiento médico. «Te haces muchas preguntas, te sientes culpable a veces, te dices que no te tocaba a ti». Pero toca.

«Da miedo, son preguntas sin respuesta. Te preguntas por qué a ti, sobran motivos para decir que no te tocaba, no entiendes la razón», aseguraba Azucena leyendo un texto al que puso voz en primera persona. «El cáncer de mama te cambia los planes de la agenda», aparece el sentimiento de culpa, «a veces no se escucha la palabra que necesitas oír», a veces «lo que hace falta es silencio y menos frases hechas». Menos «ánimo, que tú puedes» y más escuchar. «Desde que te dicen el diagnóstico ya no es un tema o una estadística más, es aquí cada minuto. Es tu tumor, es tu cáncer».
Azucena afrontó el diagnóstico con resignación, sabiendo lo que se le venía encima, «un año durillo» según asegura ahora, porque en su familia ya había pasado esto. Lo sufrió con su abuela, que dejó esta «herencia genética» a la familia aunque Azucena no sea portadora. «Soy una más de la población y me tocó, pero sé lo que hay». La quimio y la radioterapia, si va todo bien, son ya pasado. Ahora convive con un tratamiento de inmunoterapia y se pone un implante hormonal cada 28 días «para prevenir». «Se lleva, se lleva. Es durillo, pero se lleva. Con paciencia», asegura, pragmática. «Paso a paso».
A Visitación Gómez, Visi, la noticia le llegó con la vida más avanzada, ya pasados los setenta años. También fue ella la que vio que algo no iba bien y la que acudió al médico en busca de respuestas a ese bulto que apareció en la mama. «Cuando me lo noté ya sabía lo que era», dice en Santa Clara, tapada con un antifaz mientras pide fondos para Azayca, asociación a la que pertenece y a la que está «muy agradecida» por todo lo vivido durante los últimos años. «Se me cayó el cielo encima, fue algo tremendo, no podía hacer otra cosa que llorar y llorar».

Poco a poco Visi se fue mentalizando de lo que había. «Por suerte me dijo el médico que lo habíamos cogido a tiempo, me operaron, no me quitaron toda la mama pero sí una parte. Gracias a Dios, vamos tirando», dice. El recuerdo de aquellos primeros meses, con el diagnóstico todavía retumbando en la cabeza y en pleno COVID, no puede ser peor. «Pasé una neumonía, estuve ingresada una Navidad entera y no pude ver a nadie, ni a mis hijos ni a nadie». Los tratamientos han dado buenos resultados y Visi ahora no tiene más consultas a la vista que las de las revisiones.
Revisiones que, por otra parte, se posponen. Hasta dos veces, asegura la paciente, le han llamado del Hospital para decirle que «por falta de oncólogos» la visita se tiene que posponer en el tiempo. «Esta semana me voy a acercar al hospital a ver, porque la primera consulta la debería haber tenido en abril y sigo esperando, he tenido dos citas y me las han suspendido. De momento me encuentro bien, pero quiero que me vea el médico», resume.
Lo que dicen los datos
Con una incidencia de 169 nuevos casos de cáncer por cada 100.000 personas en el año 2024, el cáncer de mama es el segundo en número de pacientes en la provincia de Zamora solo por detrás del de próstata, que registra 210 casos por cada 100.000 personas. Zamora es la cuarta provincia del país con más casos de cáncer de mama en relación a su población total. La incidencia se da principalmente en mujeres de más de sesenta años y empieza a descender cuando se alcanzan los 75 años de edad. En el tramo de 70 a 74 años, con 266 casos por cada 100.000 mujeres, es donde el impacto es más alto.