Viejas, más viejas y algunas modernas, redescubiertas. Locales y forasteras. Coloridas o más sobrias. Con y sin baile, con y sin instrumentos, con y sin carreras. Máscaras, de todas clases, representantes de mascaradas rurales a este y al otro lado de La Raya han protagonizado esta tarde la edición número 14 de un evento que es ya un clásico en estos primeros días del otoño. Los pueblos han vuelto a traer a Zamora lo que los mayores supieron guardar y las nuevas generaciones se están afanando por respetar. Y lo han lucido como es costumbre por el centro de la ciudad. 500 personas y 37 desfiles dan para mucho.
En La Marina el trajín era intenso a eso de las seis de la tarde. Pitos, carracas, cencerros, tambores y el «chas» que suelta algún zurriagazo cuando da contra el suelo marcaban el ambiente de los minutos previos, momento ideal para que los curiosos se acercaran a preguntar por las mascaradas y para que los niños se acercaran a hacerse alguna foto lejos todavía del trajín de los desfiles.

Las máscaras han hecho de las suyas, todas, por Santa Clara, dejando pinceladas de lo que se puede ver por muchos pueblos en los días más cortos del año (la mayoría), en los de Carnaval (bastantes) y en verano, cuando han encontrado acomodo algunas de las tradiciones que los jóvenes están haciendo por recuperar. Cosas de la despoblación. No es lo mismo ver este desfile por Santa Clara que ver las mascaradas en su ambiente, pero en algunos casos se asemeja bastante y en otros se compensa por la música, colorido y bullicio que tiene la tarde. De todos los pasacalles que durante el año pueda haber en Zamora este está entre los más divertidos.
El protagonismo, claro, para los grupos zamoranos, que juegan a su favor con el hecho de que el público ya sabe a lo que atenerse. Los de Villarino tras la Sierra se guardan las ganas, aunque alguno ha repartido algún zurriagazo que recuerda a los del invierno en el límite con Portugal (sin barro, eso sí, lo cual ayuda bastante a la víctima). Los dos zangarrones de Montamarta, el de Año Nuevo y el de Reyes, corren juntos arriba y abajo de Santa Clara haciendo de las suyas con los más pequeños y es una buena ocasión para meterse entre las filas de bailonas del zangarrón de Sanzoles sin que el diablo de la Tierra del Vino atice como hace en su pueblo el 26 de diciembre. Aquí se trata de mostrar la tradición, de lucirla y de difundirla, tiempo habrá que guardarla cuando apriete el frío.