Conviene empezar este texto con las palabras de las ideólogas del evento que se narra. Sus nombre son Ana Rosa González y Cristina Cardeñosa. Hace cosa de un año, antes de la octava edición de La Ventana Market, la primera de ellas explicaba por qué se les pasó por la cabeza organizar algo así en su ciudad. El motivo hay que buscarlo en los viajes que ambas hacían hacia otras latitudes para vender su género. En aquellas salidas empezó a rondar la pregunta: «¿Por qué no en Zamora?». Y se enredaron a sí mismas para ver cuál era la respuesta de la gente.
Ahora, en la novena edición, ambas son capaces de resolver también la siguiente cuestión: ¿Por qué sigue La Ventana Market en Zamora? «Los productores quieren venir porque venden», resumieron las responsables del evento de los jardines del Castillo en la presentación. Aquí basta añadir la otra cara de la moneda: los zamoranos (y los visitantes) compran porque les gusta lo que hay. Con ese panorama, todos se van conformes: los 44 expositores y los centenares de asistentes. Incluidos los niños de los talleres. La propuesta no caduca.

Y ese es el secreto. La gente va por las compras sostenibles, y por los productos artesanos, auténticos y de cercanía. Por eso, o por los conciertos, la comida o la cerveza. En la mañana cálida del sábado, en la tarde-noche encapotada posterior o en la fresca jornada dominical, los caminitos de tierra disponibles para avanzar entre los puestos se veían casi taponados por las riadas de gente presente entre abalorios, láminas, aceites, embutidos o lo que cuadrara.
Del otro lado, las barras. Y el jardín. Y los niños correteando o haciendo la croqueta. «No podemos competir con Madrid ni en afluencia ni en presupuesto, pero los expositores ya consideran que este es un mercado de los buenos». Palabras de Ana Rosa González. La mera presencia de la gente las certifica.
