Es el pequeño de ocho hermanos y por eso, dice, tuvo más problemas cuando quiso salir de casa. Por eso y porque la marcha del hogar familiar que proponía Sanjib no era precisamente al pueblo de al lado. Colaborador de la parroquia de su pueblo desde pequeño en un país en el que el catolicismo no es ni con mucho una religión mayoritaria, Sanjib Bishoy empezó el seminario con 22 años y al acabarlo, cerca de la treintena, tuvo que escoger tres destinos para desarrollar su «misión». El origen estaba en la India; el destino, entre Brasil, Argentina y España.
Pero la historia de Sanjib, desde hace unas semanas párroco en la iglesia de San Lorenzo, en Los Bloques, viene de más atrás. De mucho más atrás. Su familia era hindú hasta que un misionero español en la India les convirtió al catolicismo. Cuenta que su padre estaba enfermo, que su abuelo lo llevó a la iglesia, y que sanó. Se hizo catequista, se casó, tuvo ocho hijos (cinco mujeres y tres hombres). El mayor se hizo cura y el pequeño, que es Sanjib, también. «Mi mamá y mi papá no me querían dejar salir de casa porque yo era el último de la familia y se suponía que tenía que cuidarlos, pero yo quería salir, aprendí inglés y me quise marchar. Me ayudó mi hermano, que me propuso la congregación del Verbo Divino», recuerda.
El primer destino fue Argentina, donde Sanjib ejerció durante siete años antes de llegar, el 23 de enero de este año, a España. En febrero estaba en Zamora, en Los Bloques, donde se ha quedado y donde, insiste, quiere desarrollar su vocación. Su «misión», porque se define insistentemente como misionero.
Una misión que consiste en acercar la Iglesia a las personas que se han alejado de ella, resume el sacerdote. Sanjib es consciente de que la gente joven del barrio, de la ciudad y de la sociedad en general está ahora como norma más alejada de las iglesias que hace unas décadas. Y lo entiende porque, dice, la iglesia «ha olvidado» algunas cosas y ha protagonizado episodios indeseables. Pero el balance general de la institución, insiste Bishoy, es bueno. «Antes la iglesia abría las puertas y la gente venía. Ahora no, hay que salir, hay que caminar, hay que buscar a la gente en las calles y en sus casas, explicarles las cosas», apunta desde la parroquia en la que desarrolla su trabajo.
«Mi tarea, como sacerdote, y como sacerdote joven, es acercarme. Ir, entender la situación de la gente, apoyar de diferentes maneras en todo lo que pueda para ayudar». Desempeño que tiene más sentido en Los Bloques, uno de los barrios con la renta media más baja de la ciudad. De ello es consciente el sacerdote, que insiste en «no ir con la Biblia» desde el momento, que aboga por «acercarse con mucha paciencia a la gente que se ha alejado, entendiendo su situación. Dando la bienvenida, no rechazando».
Sin billete de vuelta
Sanjib ha llegado a Zamora con vocación de permanencia. Los destinos que escogen los misioneros no son puntuales, ni un lugar en el que estar unos meses para después moverse. «Después de trabajar diez años o más podré volver, si quiero, pero no sé si querré», apunta ahora, prácticamente recién llegado. Se encuentra bien en Zamora, la ciudad le gusta y ha recibido el cariño de los feligreses y, apunta, del barrio en general.
– ¿Cómo se dice…? Una palabra. Tú eres blanco, tú negro…
– Racismo.
– Eso, racismo. Pues no hay aquí. La gente me trata muy bien.
Reconoce que echa de menos a su país, donde vive su madre (que tiene 91 años) y sus hermanos. Su padre murió en 2020. En India tiene a su familia y amigos. Pero él insiste en su misión. «También soy miembro de esta familia, de la que hay aquí en Los Bloques. Y estoy muy contento». Quiere ser, dice, uno más de la comunidad.