Perderse por Villardeciervos es un ejercicio amable con uno mismo: las construcciones en piedra y las vistas al entorno natural dan forma a una estampa bucólica que sostiene a este pueblo como una de las referencias turísticas del oeste de Zamora. Por el centro de la localidad, en una de esas casas antiguas, asoma el lugar donde el visitante puede ir a informarse de lo que ver y de cómo hacerlo. Una oficina de turismo de toda la vida, vaya. Pero, desde 2024, esta tiene algo más.
Hace cosa de un año, este lugar estrenó uno de los cuatro centros de interpretación de la reserva de la biosfera Meseta Ibérica. Los otros tres se reparten entre Vega Terrón (Salamanca) y las localidades lusas de Vimioso y Vila Flor. Este espacio abre una ventana, desde Villardeciervos, al resto de un territorio transfronterizo de más de 11.000 kilómetros cuadrados en la Raya entre Castilla y León y Portugal.

La técnico de turismo Leticia Castronuño lo cuenta desde el terreno mientras manipula una de las varias pantallas multimedia que permiten al turista hacerse una composición de lugar. «Te describe el sitio en el que estás, por qué estos espacios están protegidos, cuál es la biodiversidad, la fauna, las tradiciones, la historia o los productos», enumera la responsable de este recinto de Villardeciervos que se ambienta a través de la decoración.
El ciervo es el protagonista indiscutible de la sala, aunque Castronuño recuerda que, por estos lares, se encuentra «una de las mayores concentración de lobos ibéricos que hay, tanto en España como en la mayor parte de Europa». Lobos, pero también murciélagos, reptiles, mariposas, nutrias… Y animales domesticados como el burro zamorano-leonés. «Todo está aquí digitalizado para la consulta, y tenemos un vídeo de aproximadamente seis minutos que lo resume todo», remarca la técnico.
Castronuño estima que visitar este centro de interpretación es una manera «original» de entender cómo es la zona. Y también resulta amable para venir con niños. No en vano, entre las pantallas interactivas, aparecen también algunos entretenimientos tradicionales, como un juego de la rana personalizado con motivos vinculados a esta reserva de la biosfera. Esos recursos son útiles para el paso de las familias, pero también de los grupos de escolares que se dejan caer por aquí a lo largo del curso.

En otra de las partes de la estancia, se puede ver igualmente un stand de promoción de los productos de la tierra. «No vendemos in situ, pero sí que los recomendamos. La verdad es que muchos de ellos se pueden encontrar aquí en el supermercado del pueblo», aclara Castronuño, que habla de los quesos, de los habones, de los vinos o de la miel. La gastronomía se convierte en un complemento para redondear una visita que se organiza en base a un atractivo principal: la naturaleza.
«La gente viene por eso, pero hay más cosas que impresionan», asevera Castronuño, que incide particularmente en la arquitectura tradicional de pueblos como Villardeciervos, y en lo llamativo de otros núcleos más pequeños como Santa Cruz de los Cuérragos, «que es impresionante y que tampoco está muy lejos de aquí».

En cuanto a la procedencia de los que llegan, la técnico de turismo habla de visitas desde Zamora, pero también de la aparición de «mucha gente del norte». De País Vasco, de Asturias y de Galicia. «Curiosamente, últimamente ha venido también bastante gente de Canarias y de la zona de Valencia. Además de los de Madrid, claro. La gente quiere respirar este entorno natural y busca un sitio tranquilo para estar a gusto en mitad de la naturaleza», considera Castronuño.
El espectáculo de la berrea
Desde luego, en ese ánimo por conocer los secretos de la sierra, la berrea aparece como atractivo indudable. Y esta es la época: «Suele comenzar a mediados de septiembre y seguir hasta la primera semana de octubre. Pero es cierto que, en años como este, se adelanta por el clima», advierte la trabajadora del centro, que confirma que el espectáculo de los ciervos ya se puede contemplar en todo su apogeo.
El ciervo es, precisamente, el símbolo de la zona. Fuera, en el patio, una figura del animal aparece imponente para recibir a los que llegan. «Los cuernos son reales», apunta Castronuño. Lo que la gente se encuentra fuera también resulta genuino.