La primera escena de este reportaje tiene lugar en un paraje ubicado entre Robledo y Linarejos. Sentados en una mesa de madera, José María Leal, Francisco Javier Fernández y Tomás García comparten la comida del miércoles al aire libre mientras vigilan de cerca a las 3.000 ovejas que conducen desde Sanabria hasta Aliste. Allí se habla de todo un poco: de los fuegos, del abandono, de la tradición, de los saberes que se pierden y del ganado, claro. Ellos son tres de los cuatro trashumantes que tienen como destino la feria de San Vitero. Ese día, a Nicolás Silva le toca descansar.
En medio de esa conversación, los pastores charlan acerca de su estilo de vida, de la falta de respaldo y de cómo ellos han ido capeando la situación: «El que venga detrás que se arregle», apunta Francisco Javier, como dando a entender que los que están ahora, mal que bien, lo tienen encarrilado. Ahí interviene Tomás:
– Le tocará a Noelia.
– ¿Se va a quedar?
– Si no, una buena pastora se pierde. Se conoce todas las ovejas suyas. Y este rollo del ovino, como te guste, es peor que las drogas más duras.
La Noelia a la que se refieren los trashumantes es la hija de Nicolás, el compañero que falta, y aparece en la siguiente escena de esta historia. El evento que toca visualizar ahora es la feria de San Vitero, este sábado 13 de septiembre, con las 3.000 ovejas que pastaban plácidamente entre Robledo y Linarejos ya en el destino previo al retorno definitivo a casa. La joven de 25 años se afana, como los demás, en separar a sus animales de los del resto. Después de más de una hora, la faena está rematada.
Ya más relajada, con una Coca-Cola en la mano y con actitud dicharachera, Noelia escucha lo que dicen de ella los pastores, niega con la cabeza por el embolado sin perder la sonrisa y cuenta lo que hay. En realidad, primero describe lo que acaba de suceder en este rincón de San Vitero donde las familias han colocado a las ovejas en el chiquero correspondiente: «Hoy se quedan aquí todo el día, mañana por la mañana las contamos y para casa», resume esta mujer de Pobladura de Aliste.

Como siempre, ella ha estado en medio de la faena. Junto a sus padres y su hermano Javier: «Mi padre siempre dice que él ha nacido entre las ovejas, pero en realidad yo también. Mis abuelos y ellos tenían rebaños y ha sido mamarlo desde pequeñita. No para todo el mundo es así, pero a mí me gustan un montón. Cuando estaba en la Universidad y volvía al pueblo, o ahora cuando llego a casa y necesito desconectar, mi forma de hacerlo es llamar a mi padre y subir con él a la nave o ayudarle a meter a los animales en una cortina», cuenta Noelia.
Es decir, nada de aborrecerlas por haberlas tenido siempre como referencia del trabajo en casa. Pero el futuro está a la vuelta de la esquina. Sus padres avanzan hacia la edad del retiro y ella se aproxima a la decisión: «Es complicado. Me cuesta pensar en cómo sería dejar de tener ovejas, pero también hablo con mis padres, los veo, y son todos los días del año y todas las horas del día», remarca Noelia, que no deja espacio aquí a la ingenuidad. Lo que hay es lo que hay. Con el pack completo.
La joven de Pobladura pone ejemplos de su padre subiendo a la nave a medianoche o al amanecer, pero también habla del rato que ha echado esa mañana con las ovejas que han quedado en el pueblo y con los perros. Lo cuenta y se ilumina. «Es una decisión que cuesta, cuesta mucho», admite Noelia, que ríe ante la sugerencia de que sus padres estiren un poco más la vida laboral para darle tiempo a pensar: «A mí o a Javi, que también está la posibilidad de que él quiera», desliza la alistana en referencia a su hermano.
«Hay que pensar en todo»
En lo que tiene que ver con sus padres, Noelia también cree que quedarse sería darles más trabajo. Al menos, en una etapa de transición en la que necesitaría algo más que una mano. «Tienes que pensar en todo», comenta esta mujer con madera de pastora, que sigue con el debate en la cabeza. «Es muy complicado», insiste. Los compañeros trashumantes de su padre le ven madera. Ella se imagina en esto. Pero sabe de la aspereza del oficio. Seguirá dándole vueltas.
Entretanto, esa misma tarde se cambiará para ponerse el vestido tradicional y bailar junto a su grupo de Aires de Aliste y, en los próximos días, seguirá metida en la organización del encuentro de mascaradas en Pobladura. Por implicación con la tierra que no sea.