La ola de indignación que recorre Sanabria desde mediados de mayo sorteó el calor y las fiestas de la contorna para llevar a centenares de personas a la estación de Otero en la batalla por sus trenes. La Guardia Civil cifró la asistencia en 3.000 personas, la organización se fue hasta las 4.500. Muchos de los presentes coincidieron en señalar que quizá la afluencia había sido un poco inferior a la de la concentración que se celebró en el mismo emplazamiento con la reorganización aún caliente, así que la realidad podría estar en algo más de 2.000 o 2.500. Escoja el número que escoja, la conclusión es la misma: la comarca mantiene el pulso con Renfe.
La comarca con sus residentes y con sus vinculados, pero también las gentes de A Gudiña o de Portugal, volvieron a reproducir las imágenes de ríos de personas a pie desde los aparcamientos improvisados en el entorno hasta la estación. Allí, la explanada se llenó de banderas, de carteles y de consignas. Por Sanabria y por la lucha; contra el ministro Puente, Abel Caballero o el presidente de Renfe. Casi todos los asistentes tenían claro lo que defendían y a quien culpan.

Más o menos en la misma línea fueron también las intervenciones y las reflexiones compartidas por los que tomaron el micrófono. Abrió fuego María Martínez, de Puebla de Sanabria, que expresó el rechazo a los recortes que afectan a la conectividad y al desarrollo social. También citó a quienes apoyan a la comarca en este causa que se ha convertido en una guerra a largo plazo y que exige un compromiso más allá del calentón. La gente sabe que no se puede borrar después de los primeros golpes.
También desde Puebla llegó José Ángel Sotillo, de la familia de «los capataces», uno de esos hombres que vive en Madrid, pero que siempre deja parte del corazón en la comarca: «Hay quien dice que las quejas no sirven de nada, pero las reivindicaciones son necesarias y se han conseguido muchas cosas fruto del esfuerzo colectivo», advirtió el interviniente, que recordó igualmente una frase de Camilo José Cela: «En España, el que resiste gana».

Cada parón después de las intervenciones venía salpicado de algún cántico, de un par de gritos, de alguna actuación improvisada como la del grupo que formó una conga en un lateral para lanzar la consigna más común en estas movilizaciones: «Si no para, no pasa». Esa es la idea, pero la realidad aún se impone. Por allí cruzó un AVE que no se detuvo. Se llevó un buen abucheo y algún mensaje que se llevó el viento: «¡Vamos a cortar la vía!».
Nada de eso. La manifestación volvió a ser pacífica y en ella repitió, como en la de Zamora el 1 de junio, el presidente de los usuarios del AVE en Castilla y León, Carlos Perfecto, que abogó por vencer al conformismo, por reivindicar la singularidad de Sanabria en esta pelea y por batallar por una estación que se inauguró hace cuatro años y que ya zozobra. «Hay que ser exigentes con nuestros representantes públicos», recalcó el activista ferroviario.

Sobre todo con los de fuera, claro. Los de casa estaban. O al menos una representación. Por allí se encontraban varios del PSOE, con José Fernández y David Gago a la cabeza; otros tantos del PP, con los alcaldes y el presidente de la Diputación en funciones, Víctor López de la Parte, al frente; el presidente de la mesa del AVE de Zamora, Pablo Novo (IU) y hasta el representante de Podemos en las Cortes autonómicas, Pablo Fernández. Ninguno tomó la palabra.
«Una humillación»
El encargado de cerrar el acto fue José Rodríguez, de la asociación de Viajeros Jodidos Sanabria AV: «Lo que nos han hecho es una humillación en toda regla», subrayó el portavoz del colectivo, que consideró que este es uno de los ataques «más dolorosos» que ha sufrido la comarca. Que ha sufrido y que puede seguir padeciendo con consecuencias en paralelo, como un empeoramiento de los servicios médicos por problemas de falta de personal o de cansancio del que ahora presta la asistencia. Rodríguez citó expresamente un mensaje enviado por los profesionales. Por si luego vienen las sorpresas.
Con esas palabras y con los agradecimientos llegó el cierre. Luego, la gente se dispersó. De nuevo, ríos de personas de vuelta a sus pueblos. Eso sí, con la misma idea en la cabeza: la batalla por los trenes sigue viva en Sanabria. «Que nos oigan a todos desde Madrid».
