Ambos son maestros, ambos tienen contratos temporales «donde va cayendo» en cada momento y ambos saben lo que es trabajar de septiembre a junio para encontrarse en el duro paro cuando acaba el curso escolar. Y ambos, claro, necesitan producir para llevar a casa un sueldo. Esta sería la vertiente económica de la historia. La social es mucho más profunda, por David Palacio y Diana Romero, dos de los monitores que trabajan en el campamento que organiza el Ayuntamiento de Zamora para personas con parálisis cerebral, han encontrado su ocupación en este sector, y no en otro. «Es duro», dicen, pero no lo cambiarían por otra cosa.
Pero volvamos al principio, a la ingrata economía doméstica. Diana y David son solo un ejemplo de las cientos, miles de personas que cuando llega el mes de julio tienen que activarse, laboralmente hablando, y salir de los sectores en los que se ocupan durante los meses fríos, que pierden la actividad durante el estío, para buscar su salario en otras empresas. Pasa en muchos sectores pero, si cabe, pasa más en la educación, donde los contratos a interinos, las bajas, sustituciones y los contratos temporales en general se traducen en que decenas de docentes que han trabajado durante el año van al paro cuando los chavales salen por la puerta para disfrutar de sus vacaciones escolares. David es interino y este año ha estado ocupado en el colegio de Bermillo de Sayago. Diana es también maestra, pero está en el sector privado y tiene un contrato temporal que es fijo discontinuo, con lo que deja de trabajar en verano y se va al paro. Por las tardes trabaja en Pedagogía Terapéutica en la Asociación Síndrome de Down, pero también se acaba en verano. «Y hay que seguir comiendo», asegura.

Con todo, podrían escoger otro campamento para ocuparse y ambos han elegido este. «Me gusta el concepto que hay detrás de este campamento, que incluye a todas las personas» y fomenta que todos, independientemente de las necesidades de cada cual, tengan oportunidades para divertirse en verano. La plantilla es amplia porque los alumnos tienen necesidades especiales, hasta el punto de que hay 18 chavales y 10 monitores. «La ratio tiene que ser muy baja porque aquí hay muchos condicionantes, desde problemas puntuales o brotes, y a veces faltan manos», aseguran los dos.
Trabajar con seres humanos siempre es gratificante, dicen, «más cuando son niños y más cuando tienen necesidades especiales». Un empleo, reconocen tanto David como Diana, a veces «agotador», siempre «muy intenso» pero «muy agradecido» porque «son personas muy transparentes, que te muestran enseguida que valoran lo que estás haciendo por ellas». «Es un empleo con mucha carga emocional, también a veces muy físico, pero estresante mentalmente porque estamos al tanto de todas las necesidades que puedan existir», razona Diana Romero.
La realidad para muchos docentes
La Educación pública destruyó hace unas semanas, con el fin de curso, 10.500 puestos de trabajo en Zamora, algunos de ellos en Zamora. Una situación que, indican los sindicatos, sirve para poner el acento en la situación de «precariedad y abandono» de los trabajadores públicos del sector. Ante esta situación, Los sindicatos exigen eliminar la tasa de reposición (que el Gobierno mantiene en la próxima oferta de empleo público), que impide a las administraciones cubrir las necesidades de los distintos servicios y les obliga a recurrir a puestos temporales, especialmente en sectores como la sanidad o la educación.

CSIF, por ejemplo, considera que los gestores que incumplan el límite establecido en la Ley deben ser sancionados y asumir responsabilidad civil. «Solo de esta manera se podrá combatir de manera efectiva estas situaciones de abuso y precariedad laboral que afecta a miles de trabajadores/as de nuestras administraciones», dicen.