Llegan con su camiseta rosa, el rostro cansado y el largo viaje posado sobre el cuerpo. Casi nada ha salido como estaba previsto al principio, pero al fin están aquí. Atrás quedan los problemas burocráticos, las dos semanas de tardanza sobre la fecha prevista y las últimas demoras con los vuelos y el viaje en autobús. Lo que espera ahora son los afectos, los abrazos; el descubrimiento o el reencuentro. Y luego mes y medio para los campamentos, las piscinas, los amigos y el verano en Zamora. Aún están a tiempo.
Vienen 23 niños y niñas, todos del Sáhara y de la mano de la asociación que, cada año, sostiene el programa Vacaciones en Paz. Frente a lo ingrato del proceso, se imponen la voluntad de Inés Nieto y del resto de la gente que se implica. También de las familias, claro. De personas como Ramón Vicente, que se planta en el Ayuntamiento de Zamora a esperar al niño y a la niña que se irán con su mujer, con su hija y con él a Coreses.

«Llevamos varios años con estos y estuvimos otros cuatro con otro que es el hermano de la niña de ahora», resume Ramón, que se sumó a la causa hace tiempo por el empuje de la familia, y que ahora ya mira hacia el verano como un paréntesis de reencuentro con los niños: «Nos enrolló esto, nos gusta, y haces una labor social muy buena», explica el vecino, que apunta que ahora toca sumarlos a las actividades previstas. Ya va todo encarrilado.
Para las familias que repiten, varias en el acto de recepción celebrado en el Ayuntamiento de la capital, suele ser así. La hoja de ruta está trazada. Queda ponerla en marcha: «Ellos aprovechan los dos mesicos que vienen», destaca el padre de acogida, que asiste a un acto que básicamente consiste en nombrar a cada niño o niña para que vaya con la gente que le corresponde.

En los casos en los que el niño o la niña regresa con la familia del verano anterior, la efusividad se desata, particularmente por el lado de los adultos. Cuando toca conocerse, la aproximación resulta más cuidadosa. Habrá tiempo para ir tomando confianza. Hasta septiembre, las familias y los pequeños saharauis convivirán. En muchos casos, el vínculo será para siempre.
Cuando suenan todos los nombres llega el momento de dividirse. Cada uno para su casa, para su pueblo. Todos a descansar. Para muchos, niños y mayores el autobús de regreso llegará demasiado pronto. «Por lo menos, ya están aquí», remacha Ramón. A por sus vacaciones en paz.