Desconchones en las fachadas, balcones que podrían estar en mejor estado, persianas deterioradas, falta de señalización… Zamora tiene mucho trabajo por delante para poner en valor su Modernismo, que no acaba de convertirse en un atractivo turístico de primer nivel 16 años después de que la ciudad entrara a formar parte de la Ruta Europea del Modernismo, convirtiéndose desde entonces en la única capital de provincia de Castilla y León en formar parte de este selecto club. Sin embargo, tres lustros después, queda mucho por hacer.
Lo primero a tener en cuenta es la señalización. Los turistas pasan por las principales calles de la ciudad, en ocasiones, sin siquiera levantar la vista a alguno de los dieciocho edificios modernistas que componen la ruta en la capital zamorana. No están señalizados, no gozan de una iluminación especial y no hay, en definitiva, nada que haga que el visitante se detenga e intente comprender qué es lo que está viendo. La promoción municipal también ha sido escasa durante los últimos años y no hay una estrategia definida en este sentido. Es cierto que el Modernismo fue la apuesta de Zamora en la última edición de Fitur, donde se presentó una guía elaborada sobre este estilo arquitectónico en la ciudad, pero como norma general la ciudad sigue apostando por el Románico de forma indubitada.

Los turistas, de hecho, «se sorprenden al encontrarse el modernismo zamorano», lo que equivale a decir que no sabían de su existencia antes de llegar a la ciudad. «Somos la única capital de la región en la Ruta del Modernismo y solo Astorga está dentro por lo que se refiere a Castilla y León», apunta Estrella Torrecilla, responsable de la Oficina Municipal de Turismo. «Tenemos un Modernismo que no se puede comparar con otras ciudades, es cierto que no somos Barcelona, que aquí no se puede entrar a los edificios… Pero hay que ver las fachadas, algunas son maravillosas y otras necesitan cierta restauración». La Ruta Europea del Modernismo no obliga a las ciudades a mucho pero sí a mantener en óptimas condiciones las fachadas y tejados, algo que no siempre sucede en Zamora.
Las complicaciones son varias y no ha habido de momento una partida económica para los edificios modernistas, aunque es cierto que su encaje legal sería complicado porque se trata de forma mayoritaria de edificios privados. En algunos casos solo vive una familia, en otros casos no vive nadie y el edificio es propiedad de herederos. Cuestiones que hacen que el mantenimiento, sin ayudas públicas, sea complicado o nulo.

«No son BIC»
«Son viviendas privadas y no son Bien de Interés Cultural, así que no pueden acceder a ese 1% cultural» para rehabilitarse y el dinero escasea, asegura Bea Barrio, divulgadora del patrimonio zamorano que lleva a cabo una visita guiada por la ciudad centrada en el Modernismo. Ejemplos hay varios. La Casa de Grisanto Aguiar, un edificio de Francesc Ferriol en la plaza del Mercado, presenta una fachada con desconchones porque buena parte del bloque está vacío. La Casa de Valentín Matilla tiene unos condicionantes similares, como la Casa de Valentín Guerra, obra de Gregorio Pérez Arribas, que «se ve desde fuera» que no está en su mejor momento.
Pero hay más ejemplos. En Balborraz, la Casa de Mariano López, obra también de Ferriol que une los edificios del ayuntamiento viejo con el resto de la calle, está en un evidente mal estado y, debido a su estrechez y falta de señalización, pasa inadvertida para zamoranos y visitantes. Junto a la Plaza Mayor está la casa de Juan Gato, también de Ferriol y también en un estado mejorable.
Hay excepciones, conviene destacar. El Laboratorio Municipal luce ahora un muy buen estado después de que fuera recuperado para albergar el nuevo Museo Pedagógico, que aprovecha la obra de Francesc Ferrol y la pone en valor como parte del museo. Otro que está en gran estado es el Casino, un inmueble de 1905 de Miguel Mathet y Coloma que posee una fachada con evocaciones modernistas, con azulejos decorativos que coronan los ventanales.
18 edificios y la importancia de Ferriol
La Ruta del Modernismo de Zamora cuenta con un total de 18 edificios, aunque es cierto que pueda parecer que hay más en la ciudad. El resto pertenecen a un estilo ecléctico, con mezcla de varias influencias, de ahí que algunos que cualquier zamoranos calificaría como modernistas, como la Casa Andreu, no formen parte de la ruta. La ciudad le debe su Modernismo al arquitecto catalán Frances Ferriol, que desde su llegada en 1907 hasta su partida en 1916, proyectó un buen número de inmuebles modernistas, cuya vistosidad impactó a algunos de sus colegas. No obstante, este estilo tuvo allí una vigencia limitada, pues apareció plenamente en 1908 y se extinguió hacia 1918.
Las obras de Ferriol, destaca la Ruta Europea del Modernismo en sus textos sobre Zamora, tienen una estrecha relación con parte del Modernisme catalán y se caracterizan por la verticalidad y un rico repertorio de motivos vegetales, dispuestos en los recercos y antepechos de los huecos y en los montantes de las puertas. En algunos casos las decoraciones aparecen potenciadas por la policromía, tal como pone de manifiesto la vistosidad de la Casa de Norberto Macho (1914) en la plaza de Sagasta. Además, en sus obras se aprecia la influencia de la Casa Calvet (1898) de Gaudí, sobre todo en la tendencia a introducir remates ondulantes, cosa que ratifican las casas Aguiar (1908) en la plaza del Mercado, Matilla (1911, ampliada en 1915) de la calle Santa Clara o la Gato (1912) en la confluencia de las calles Nicasio Gallego y Ramón Álvarez.
Frente al poso catalán de la producción de Ferriol, otros edificios modernistas de la ciudad están aderezados con detalles secessionistas como los típicos péndulos y discos, mezclados con otros modernistas. De ello queda constancia en las casas de Félix Galarza (1909) y Francisco Antón Casaseca (1913), ambas en la calle Santa Clara.