Como hace solo tres meses y medio que se jubiló, Paco Santamaría sigue entrando por la cafetería del Hotel Dos Infantas con la naturalidad que lo ha hecho durante los últimos años. En el saludo a los trabajadores se ve todavía la confianza del saludo entre compañeros y en el trato con las personas que en ese momento, un jueves por la mañana, están tomando algo en la cafetería del hotel se percibe la cercanía del que ha pasado bastantes momentos compartidos. No en vano, Paco ha pasado los últimos 49 años de su vida recorriendo estos pasillos y trabajando en estas instalaciones. Toda la vida ,como quien dice, pues empezó a los 16 años y lo ha dejado ya cumplidos 65. Un compromiso que le vale la Medalla a la Lealtad Empresarial que otorga la Cámara de Comercio e Industria de Zamora y que recogerá mañana por la tarde en la gala de los premios Mercurio y Vulcano, en el Teatro Ramos Carrión de Zamora.
Nada como un premio a una trayectoria para hacer memoria. Paco empezó su vida laboral a los catorce años, de la mano de Faustino Redoli, en el bar Samurá, un antiguo local de la avenida de Portugal donde se empleó dos años y donde ya se empezó a empapar de la hostelería de la época. «Ahí se jugaba la gente dinero, tierras, casas… No veas, una cosa loca». Dos años después le llegó la oferta del hotel y desde entonces, primero bajo el mando de Juan Cot y después con su hijo Jesús, se ha desempeñado ahí.
Casi cinco décadas detrás de la barra dan para aprender mucho oficio, aunque la de camarero sea una de esas ocupaciones en las que nunca se acaba de saber todo lo que hay que saber. Paco se define a sí mismo como discreto, no hay más que charlar con él unos minutos para ver que su afán es que las aguas estén, cuando más calmadas, mejor. Una máxima que ha llevado a cabo en su trabajo y en sus quehaceres políticos, pues fue alcalde de Entrala en los noventa y ha retomado ahora el bastón de mando, tras las últimas elecciones municipales.
En el trabajo del camarero, dice, la clave es «saber cuál es tu sitio» en el bar. «Cuando un cliente viene todos los días es inevitable que surja cierta confianza, que parezca que eres su amigo… No, las cosas hay que tenerlas claras. Él es un cliente y tú estás trabajando. Muchas veces he visto en bares a camareros que se han pasado de confianza y han enfadado a los clientes. El cliente siempre toma nota», resume. Discreción, en suma, para evitar males mayores. «Ni política, ni religión ni fútbol».
Con Paco se ha jubilado un camarero de los que hacen parroquia. «Nunca», dice, ha tenido problema en echar horas en su trabajo. «Siempre lo he hecho, y no me pesa, creo que es lo que tiene que hacer un camarero. Lo que no está bien», continúa, «es que te venga una pareja de turistas, se sienten en la terraza y pidan una copa, y a los diez minutos llegues y les dices que se tienen que levantar. Eso no es ser buen profesional. O les avisas antes o te esperas a que acaben».
Aunque reconoce que no todos los momentos han sido buenos, no puede ser de otra manera en 49 años de desempeño, la cuenta general sí ha valido la pena. «Tengo faltas, como todo el mundo, pero he intentado tratar bien a los clientes y estar bien con los compañeros». Hoy, el mundo de la empresa de la provincia le reconocerá por un trabajo que, recién terminado, le deja ya las puertas abiertas para dedicarse a las aficiones y para atender a su pueblo, la que ha sido su segunda gran ocupación durante las últimas décadas (entre los dos periodos de alcalde, siempre ha sido concejal). «A veces era difícil compatibilizar las dos cosas, porque tenías que atender historias en el pueblo pero en el trabajo tienes que estar las horas que tienes que estar. Me he quitado mucho tiempo de lo mío para dárselo también a mi pueblo, sin cobrar», recuerda, porque en los ayuntamientos pequeños son funciones las del alcalde que no tienen más remuneración que cincuenta euros por asistencia a Pleno. «Y en Entrala», apunta, «se hacen cada tres meses. Así que eso, por dinero, no es».
Los premios
Este año, los galardones principales de la Cámara de Comercio de Zamora corresponden a Marcial Roncero de la Fuente, de Ferretería Marcial, que consigue el Mercurio, y a Prefabricados Duero, que se lleva el Vulcano. La otra medalla, la de la Dedicación Empresarial, es para María Matellanes, de Grupo Matellanes.
En el caso de Marcial Roncero de la Fuente, el jurado valoró la trayectoria de este emprendedor, «referente en su sector por su innovación, crecimiento y proyección dedicada desde 1984 a la venta de artículos de ferretería y suministros industriales y, posteriormente, de bricolaje». En lo tocante a Prefabricados Duero, el jurado destacó la trayectoria de esta empresa de Toro en la que José Isidro inició sus actividades en los años 70 dentro del mundo del transporte y de la construcción para después introducirse en la creación de plantas de hormigón.