La calle está llena de trajes tradicionales. También de abanicos y paraguas. Uno no sabe qué elegir, así que conviene llevar los dos. El cielo amenaza tormenta, pero con los atuendos de siempre sube el calor. Podría haber sido peor, claramente. La escena tiene lugar al pie de la plaza del Maestro. Desde ahí parte un desfile variopinto, pero con un denominador común: la indumentaria típica de las comarcas y de los pueblos. Cada cual con la suya. Todos juntos por San Pedro.

La comitiva viaja desde la salida hacia San Torcuato y rumbo al casco antiguo bajo la batuta de la cofradía de la Concha, que organiza este año un desfile ambientado siempre por la música que acompaña a las tradiciones. Aparecen las dulzainas, los tamboriles, las gaitas. Nada se inventa esta tarde. Todo es conocido. «A ver si arrancamos ya», apunta un participante un poco cascarrabias cuando dan las siete y cuarto. La cosa no se demora más. Por lo que pueda venir. Las alertas del tiempo no saltan por casualidad.

Casi al tiempo de ese comentario, el primer grupo de músicos se va pasando el mensaje: «Pasacalles abierto, pasacalles abierto». Pues pasacalles abierto. Y allá van los grupos. En individual, en pareja y en conjunto. Algunas mujeres, mayoría en la fila, llegan tarde con las muchachas y corren a ubicarse. Mientras, pasan al pie del estandarte de la Casa de Zamora en Valladolid o de los distintos conjuntos de águedas.

Vienen de San José Obrero, de San Frontis, de algún pueblo. En ciertos grupos, las niñas se suman vestidas para la ocasión. Alguna es tan pequeña que, en 2024, probablemente no habría podido ir andando. Pero el tiempo pasa y la tradición queda. Hay que conservarla, claro. En lo cultural y en lo meramente físico. Por eso algún estandarte lleva un plástico por si acaso.

Mientras todos estos detalles pasan ante los ojos del público, decenas y decenas de personas desfilan. Los más amantes de la tradición distinguen el detalle de una falda, el matiz de un chaleco, el valor de un zapato. Los demás simplemente contemplan el colorido y disfrutan de una tarde de San Pedro gris que se iluminó con la cultura de la tierra.