Paula Martín Castaño atiende a los clientes, pero va mirando la hora de reojo. A las doce tiene que parar. Quiere hacerlo. Cree que debe. A mediodía, toda la provincia está llamada a detenerse para expresar su cabreo con Renfe por la supresión de paradas de tren en Sanabria, y ella está más enfadada que nadie. Su malestar se percibe en la forma en la que eleva el tono de voz cuando se le pregunta por los servicios ferroviarios: «No sé a qué están jugando con nosotros», sostiene.
Esta mujer es de Santiago de la Requejada, pero trabaja y vive en Puebla. Allí pasa su día a día, en el bar La Muralla, al inicio de la cuesta que conduce a la zona del Castillo. Mientras se gana el pan, Paula Martín también estudia. En concreto, Enfermería a distancia. Compaginarlo todo le lleva un esfuerzo que cualquiera que trabaje y se forme a la vez puede comprender. Y la reorganización de Renfe se lo pone todo un poco más difícil.
De forma periódica, Paula Martín tiene que viajar a Madrid para hacer exámenes. Antes, tenía una frecuencia matinal que le permitía ir y retornar de forma cómoda para volver a trabajar al bar. Ahora, se ve obligada a coger un autobús a las dos y media de la madrugada, «llegar casi a la hora del examen», afrontar la prueba y regresar nuevamente a las diez y media de la noche en otro autocar. No le da tiempo tampoco a subirse al último tren a media tarde. «En el bus, vamos como en una lata de sardinas», asegura. Llega de madrugada y, por la mañana, de nuevo a la barra.
La vecina de la zona explica que, al menos, en su caso esto es puntual. Ella lleva peor que a su abuela se le complique ir al médico: «Nos están quitando la comunicación», asegura esta mujer, que cuando dan las doce se junta con otras mujeres igual de indignadas. Aquí, el globo del malestar está lejos de pincharse.
A unos kilómetros de Puebla en dirección al Lago, en El Puente, tiene su estudio de arquitectura Claudia Morán: «Yo suelo viajar a Madrid por temas de trabajo y me venía súper bien el tren», apunta la profesional, que se corrige enseguida: «Vamos, a mí y a toda la gente. Salíamos de aquí poco más allá de las ocho, llegábamos a Madrid a las diez y podíamos trabajar allí toda la mañana».

Ella regresaba generalmente en el servicio de las dos y a las cuatro estaba en casa: «Podía compaginar muy bien el trabajo y la vida personal. Tengo una niña pequeña y me viene muy bien. La recojo del cole y seguimos con nuestra vida», remarca Claudia Morán, que lamenta que todo eso se haya ido al garete por ahorrarle quince minutos al viaje de Vigo a Madrid: «Es una ridiculez», lamenta la afectada, que asegura que las quejas se mantendrán a nivel local. La gente de Sanabria está convencida de que debe insistir.
¿Por qué? «Porque Renfe nos está maltratando». Así lo ve Mayte Romero Mato, que recuerda que Puebla siempre estuvo conectada por el tren, muchos años antes del AVE, y que critica que ahora todo eso esté pasando a mejor vida. «El problema de Vigo es el tiempo que tardan en subir y bajar a Santiago. Pero eso no es culpa nuestra», argumenta la mujer, que alude al rodeo que tiene que hacer el tren por la falta de ejecución de una infraestructura ferroviaria más directa hacia la ciudad olívica.
Mayte Romero es una de las personas que creen que la solución está en la vía judicial abierta por varios colectivos, e insiste en la pertinencia de hallar la orden de Renfe para justificar el cambio de frecuencias: «Hay que partir de ahí», asevera la vecina, que habla de «escabechina» por culpa de la reorganización y que menciona una situación muy comentada por la comarca: la cantidad de terreno que ha tenido que ceder la zona para que el AVE pase.
Los billetes
«Antes estábamos precarizados porque no había otra cosa, pero ya no estamos en la dictadura, ¿no? Todos tenemos derechos», recalca la sanabresa, que también recuerda los problemas, a veces extraños, que tienen los usuarios de Otero para encontrar billetes. En la web no hay. Luego aparecen. Y las suspicacias proliferan.
Por todo lo contado arriba se detiene y se indigna la gente. Y pretende seguir haciéndolo.