A más tiempo que dure la sobremesa, más posibilidades de soltar por la boca alguna tontería. Es ley y no va a cambiar en el corto plazo. Con estos mimbres tenemos que hacer el cesto, debió pensar Tomás Gestoso, que se propuso arrojar algo de luz a esas charlas en las que, parece, todo el mundo tiene algo que decir y poca gente está dispuesta a asumir que no está en posesión de la verdad. De esta reflexión y, principalmente, de la formación académica de nuestro protagonista, profesor en el IES Río Duero de la capital, nace Ciencia para cuñados, un libro divulgativo que casi ha agotado ya su primera edición.
– ¿Cómo se le ocurre escribir un libro?
– Pues pensé en hacer una recopilación del trabajo que ya he hecho, de lo que publico en algunos medios, artículos en mi etapa universitaria… La idea me la dio un señor que se me metió debajo del paraguas en la romería de La Hiniesta del año pasado, que me dijo que le gustaban mis artículos y que pensara en hacer una recopilación impresa, porque él no se manejaba en Internet. Me metió la idea en la cabeza y luego en una cena con amigos caímos en que muchas veces hablamos sin saber nada de lo que estamos hablando.
– Lo que se dice ser un cuñado, vamos.
– Claro, y se me vino esa idea a la cabeza. Utilizo esa figura del cuñado, a la que tengo mucho cariño y con la me siento muy identificado, para aprovechar esa facultad comunicativa que tienen. Entonces la idea es que, cuando hablamos de ciertos temas, transmitamos una información no falsa, sino veraz y contrastada. No caer en bulos y desinformaciones, vaya.
– Lo publica en tiempos en los que pensamientos que ya parecerían erradicados han vuelto, como el terraplanismo.
– Claro, es el tiempo ideal para el libro. Yo el libro lo defino como la guía del buen cuñado. Ya que vamos a hablar, vamos a intentar transmitir información cierta. Y luego claro, la idea detrás es que sea un libro de divulgación científica para gente que no está acostumbrada a leer divulgación.
– Libro de ciencias para gente de letras.
– Yo siempre me he revuelto contra esas etiquetas. La ciencia ha demostrado que el cerebro va cambiando, que las conexiones neuronales evolucionan. Nuestro cerebro es como una casa, podemos tirar tabiques, hacer habitaciones más grandes y subir los techos. Quiero decir que lo que nos gusta a los 20 no tiene que ser lo mismo que nos gusta a los 40. Así que puede ser que una persona que siempre ha sido de letras encuentre atractivos también los números cuando pasen los años.
– La estructura es a través de capítulos independientes, sin que sea necesaria una lectura lineal, supongo que para generar interés en el público.
– Eso es. Son cuestiones independientes, aunque al final del capítulo sí pongo una nota que dice «si te ha interesado esto te puede interesar esto o esto otro». Y al final hay un resumen que tiene una doble función, que es hacer de síntesis de lo que se ha tratado aunque, también, puede leerse al principio a modo de «spoiler controlado» de lo que nos vamos a encontrar.
– Y hablamos de cuestiones que se encuentran en nuestro día a día.
– Cuestiones asociadas tradicionalmente a los cuñados. Por ejemplo, la que más me preguntan en las presentaciones es sobre si es mejor repostar en una gasolinera tradicional o en una low cost. También hablamos sobre si son seguras las vacunas; hay un capítulo de paradojas con episodios sobre el gato de Schrödinger, los viajes en el tiempo… Y cuestiones ya más de cuñados como si es posible engañar a los radares de tráfico o si contaminan los coches eléctricos.
– ¿Esto le va viniendo a la cabeza o ha estado en sobremesas pertrechado con papel y boli?
– Yo tengo dos cuñados que son muy buenos cuñados, de los que cogen la tablet y ven la Fórmula 1 mientras estamos comiendo o cuando pasa un coche te dicen que «eso no vale nada». Tengo buenos referentes, vaya (Ríe), buena fuente de inspiración.
– ¿Hemos perdido el rubor a hablar sin saber de lo que hablamos?
– Desde luego que sí. Esa es la primera pregunta del libro, que es por qué los cuñados saben de todo. Eso tiene un nombre, es el síndrome de Dunning-Kruger, que viene a decir que la ignorancia es muy atrevida y que, cuanto más conocimiento hay de un tema, mayor es el convencimiento. Lo que lleva a hablar con la seguridad del que tiene conocimientos profundos sobre el tema.
– Quizás en este tema los niños nos lleven algo de ventaja.
– El libro acaba con un capítulo de preguntas hechas por los niños que pueden explicarse con la ciencia. Y lo incluyo porque ellos no tienen ese miedo a preguntar que empezamos a tener en la adolescencia. Empieza con una que explica la razón por la que los pájaros no se electrocutan en los cables de la luz. Cuando lo publiqué me cayó bastante «hate» en Facebook porque me decían que cada vez había más pájaros muertos junto a las torres de alta tensión. La realidad es la que es, si están posados, no pasa nada. Otra cosa es cuando echan a volar y tocan dos cables diferentes a la vez con las alas, ahí sí se electrocutan.
– ¿Tiene en mente una segunda obra?
– Sigo con la presentación de este, pero también tengo en mente mucho contenido relacionado con Zamora. Por ejemplo explicar el proceso que hace que la urna del Yacente no se empañe cuando empieza a llover, que es algo muy complicado y se consigue porque meten helio donde está el Cristo. O la acústica que tenemos en las iglesias románicas, con piedras que absorben las ondas sonoras y otras en las que rebotan. Incluso sobre el microclima de Fermoselle y cómo influye el Duero y los Arribes en él. En Zamora tenemos mucho material.
– No me resisto a preguntar antes de acabar. ¿Tradicional o low cost?
– Yo alterno. Fíjate en una cosa, todo el combustible de España se refina en ocho refinerías concretas y de ahí se distribuye. Es decir, que la base es siempre la misma, y los controles son muy estrictos. Así que esas cosas de que rebajan la gasolina con agua… no. La gasolina tiene la misma base en todas las gasolineras de España. Otra cosa son los aditivos que echan las marcas para alargar la vida del motor, mejorar el rendimiento… Pero la cuestión es si cabe más lógica. Si te has comprado un coche de 90.000 euros, pues échale en Repsol. Y si tienes un coche de 20 años, pues no te gastes tanto.