En la plaza de España de Villarrín de Campos se impone el bullicio. Pasa un rato de las seis de la tarde del sábado y la gente se enreda en la barra del bar, juega con los niños en los hinchables o se pasa por la sala del Ayuntamiento en la que se ha montado la exposición fotográfica de José Luis Fernández. Casi al pie del edificio consistorial, y en medio del jaleo, un grupo de personas va colocando unas mesas, unas cajas y unos antifaces. Los vecinos se quedan mirando hasta que comprenden. Lo que viene ahora en el Día de la Provincia es una cata a ciegas.
La organización coloca unas cien sillas, deja sobre las mesas otras tantas prendas para cubrirse la cara y distribuye con mimo lo que tendrán que probar los comensales en el orden que corresponde. «Dejad el bolso en la silla, que no va a pasar nada», pide una de las tres mujeres que se suben al escenario que hay en frente para dirigir la cata. Ellas son las representantes de las tres rutas del vino que hay en la provincia: Toro, Zamora y Arribes: «Os vamos a guiar», advierten.

Así, bajo la batuta de Helena, Eva y Liliana, el bullicio de la plaza se queda un poco al margen y los comensales, sin ver absolutamente nada, empiezan a desarrollar el sentido del gusto. Uno de ellos pide un poquito de música tradicional para ambientar. Deseo concedido. Luego vienen el queso y el primer vino, «el que está a la izquierda», avisan las maestras de ceremonias. A unos les toca un blanco de la Tierra del Vino; a otros de Arribes. Siempre de una de las rutas.
Mientras, las mujeres del escenario mezclan la explicación de la comida con información sobre las asociaciones que ofrecen la cata. El asunto tiene importancia para la provincia. No en vano, entre las tres rutas del vino que operan en el territorio, hay unos 150 socios adheridos: pueden ser bodegas, claro, pero también queserías, fábricas de embutidos, restaurantes, alojamientos, empresas de actividades, museos…

En resumen, estas asociaciones empresariales intentan promover la llegada de gente de la mano de los negocios del entorno. Básicamente, fomentan el enoturismo; las visitas a un lugar vinculadas a la cultura del vino, con el patrimonio y la naturaleza también como telón de fondo. «Promocionamos sobre todo fuera del territorio», advierten las representantes de cada ruta, que colaboran entre sí para que el turista haga un viaje por toda la amplitud de la provincia.
Entretanto, sigue la cata. Va con el embutido y con el tinto de Toro, «fuerte, recio, pero muy noble». El cierre llega con una mini aceitada y con un hojaldre, aunque al quitarse el antifaz aún quedan productos por probar en las mesas, ya sin guía. Al menos, en el ratito en el que los cinco sentidos han estado puestos en la caja, ha quedado claro que las rutas no son solo vino.