– ¿Victoria o Vicky?
– Victoria, me estoy reconciliando con el nombre.
Con el nombre completo o con el corto, la mujer que habla desprende energía. Eso es lo que transmite mientras da indicaciones desde el propio escenario o sentada en las butacas del Teatro Principal de Zamora, su hogar desde este martes y hasta el viernes por la noche. Serán cuatro días para afinar la obra que dirige, llamada Niños Ferales, que se preestrena aquí el día 13 de junio. Antes, toca aprovechar la residencia técnica y artística con los intérpretes, la iluminación o el vestuario. Todo. «Te dejan una instalación y te dan un servicio súper importante para que implantes lo que quieras y para que montes», subraya esta joven directora. ¿Emergente? «Somos emergentes hasta los cuarenta», apunta.
Victoria, de apellido Mendizábal, está al mando de una propuesta que empezó a cocinarse en Madrid y terminará de estar a punto en Zamora. De la mano de Vikingos Company y La Fundación, el equipo apostó por «un proyecto muy chulo y muy necesario» que ha encontrado en el Principal un lugar que apuesta «por la creación joven y por lenguajes diferentes». «Tenemos este teatro, que es una preciosidad, que es público y que nos da esta posibilidad», agradece la directora.
Zamora será el marco del preestreno de una obra que se centra en el concepto de los niños criados en sociedades salvajes: «Tenemos las referencias Disney de Mowgli o Tarzán en el mundo millennial», explica Victoria Mendizábal, que cita también el caso de Marcos Pantoja, una persona real que se crió con lobos en Sierra Morena: «Hoy en día hay una discusión muy importante sobre la identidad de género y personal; acerca de lo que está socialmente construido y lo que es biológicamente natural. Y, de repente, resulta que estos niños ferales son experimentos antropológicos involuntarios que demuestran que lo natural y lo construido hacen así», comenta la directora, que hace el gesto de entrelazar las manos.
La obra trata de abordar este tema y recoge un punto «crítico hacia lo civilizado desde una óptica occidental». También viaja a los conceptos de regresar a la tierra, a la selva: «De quitarnos la jaula», aclara Mendizábal, que recomienda al espectador «que se deje llevar, que se deje golpear». «Es como una canción. Tú no la entiendes, la escuchas y descubres si te mola o no», resume la directora.
Mientras la responsable de la obra se explica, los cuatro intérpretes se toman un respiro. Cuando tiene lugar la charla, todavía es miércoles por la mañana y quedan horas de ensayo por delante. La mitad del elenco aprovecha para ir a por café, los otros dos se quedan para hablar de lo que viene. Sus nombres son Pablo Hidalgo y Sara Somoza, y ambos perciben que la cosa avanza: «Llegar a este pedazo de escenario desde la salita de ensayo ha sido como, de repente, entender la obra», admite él.
A su lado, Somoza remarca que «el espacio influye mucho en la forma de trabajar». «Al final, no es lo mismo estar en una sala de ensayos muy pequeña, en la que como mucho te puedes distanciar tres metros para ver el trabajo de tus compañeros, que contar con esta infraestructura y también con los trabajadores que hay aquí, que son increíbles», analiza la actriz, que admite que el elenco llegó a Zamora con cosas por cerrar que se están abrochando poco a poco en estos días de residencia técnica.
Otras cosas, sin embargo, ya venían claras: «Está lo de los desnudos», desliza Pablo Hidalgo, que confía en que ese desabrigo de los actores en partes de la obra no eche para atrás al público: «Yo recomendaría que la viera todo el mundo. Hay una enseñanza y una deconstrucción de la sociedad por muchas cosas que tenemos metidas en la cabeza y que pensamos que son así sí o sí. Luego resulta que, cuando les das dos vueltas, te das cuenta de que te lo tienes que plantear», argumenta el intérprete.
Sara Somoza recuerda que «la obra habla de niños y niñas que no han sido civilizados por la sociedad y que han sido criados por animales o en situaciones en las que no han estado sensibilizados con los códigos sociales». «Analizar esos casos te arroja mucha luz sobre qué es natural y qué es social», apostilla su compañero, antes de que la palabra «emergente», que acompaña al teatro cuando quien lo hace es joven, vuelva a salir en la conversación.
«¿De dónde sacamos tiempo?»
Aquí es Somoza quien lanza el alegato: «Lo que pasa es que faltan ayudas por todos lados. Hay un sistema que tiene que ver con la elección de propuestas y con la financiación que muchas veces se vincula a estar metido en el oficio y conocer gente», considera la actriz, que entiende que se parte de posiciones de ventaja o desventaja. «Si estamos todas súper precarias, ¿de dónde sacamos tiempo? Para ganar el dinero, para pagar el alquiler, ver a nuestras familias, a nuestras amigas, a nuestras abuelas… Y encima sacar adelante proyectos para los que ni siquiera tenemos financiación», lamenta.
A su lado, Pablo Hidalgo asiente. Hay una sensación de frustración con eso. Pero no tapa la vocación. Ni las ganas. No de momento, al menos. Sobre las tablas, espera de nuevo la directora para seguir con los ensayos, para volver a emerger con el trabajo de todo el equipo el viernes: «Veníos», se despide Pablo Hidalgo antes de cruzar la cortina. El preestreno, disponible para el público en el Principal, será a las 20.30 horas.