«A mí siempre me tiró mi tierra». La frase fundamental de esta entrevista, la que explica en buena medida la trayectoria vital del protagonista de la conversación, la suelta Celedonio Pérez después de una larga charla que arranca, como casi todo cuando se trata con él, desde las raíces de la historia. Antes de llegar ahí, a la tierra que siempre le ha tirado, se ha hablado de mucho. De periodismo, fundamentalmente, cómo no. De patear el terreno y sacar historias de debajo de las piedras. De campo, de caza, de tradiciones, algo de toros y bastante del zangarrón, que se cuela insistentemente en el diálogo. De pueblos y sobre todo, del pueblo, de Sanzoles, localidad que ahora nombra a Celedonio primer Cronista Oficial de la localidad. Después de una vida buceando en la historia del pueblo y aireando sus tradiciones, la verdad es que tocaba.
A través de Celedonio se puede trazar la historia de las últimas décadas del periodismo zamorano, que vivió desde la redacción, primero, de El Correo de Zamora y, después, de La Opinión de Zamora, donde en 2018 acabó su etapa como redactor jefe. Defensor de la vida rural, de las tradiciones de los pueblos y de los oficios del campo, aún se sorprende al comentar que hay un buen número de amigos y asociaciones que insistentemente le invitan a actos en los cuatro puntos cardinales de la provincia. Ahora emplea sus días en leer bastante, escribir mucho y en tratar de recuperar algo del tiempo que le robó a los suyos a lo largo de muchos años de oficio.
– Lo de escribir, ¿de dónde le viene?
– Me viene de mí mismo, no hay tradición en mi familia. De los tres abuelos que conocí, una era analfabeta y los otros dos sabían manejarse un poco, pero poco más. Es un tema que es mío. De hecho, yo tengo una historia y es que aprendí a leer a los 9 o 10 años. Yo creo que tendría algún problema, porque era capaz de retenerlo todo, la memoria me funcionaba perfectamente, pero no sabía leer. Aquello era un drama familiar. Cuando hice la comunión, que había que aprender todas las oraciones, me las aprendí de memoria, pero realmente comulgué sin saber leer ni escribir. Con 9 o 10 años subió mi madre a ver al maestro a la escuela y le dijo mire usted a ver qué hace con este muchacho, que por lo menos salga de la escuela sabiendo leer y las cuatro reglas. Aprendí a leer tarde, pero en la escuela contábamos historietas, yo ya me inventaba personajes, me gustaba contar lo que hacían… el afán por contar cosas siempre lo he tenido.
– En este oficio, saber contar no es menos importante que escribir.
– Efectivamente, porque las historias se cuentan de muchas maneras, también habladas. Lo veo ahora con la novela. Hay gente que se hace un guion, que lo tiene todo estudiado… Yo me pongo en el ordenador y va surgiendo la historia. Van 600 páginas y se puede ir como mínimo a 800.
– ¿No había escrito ya bastante, verdad?
– Sí, sí, es verdad. Mucho. Me encuentro a mí mismo escribiendo, eso no lo puedes dejar, es como los toreros. Los periodistas, al final, somos escritores, de aquella manera, pero somos escritores. Y eso lo llevas dentro aunque te jubiles. El que es periodista es periodista siempre. Nos gusta escribir y tenemos curiosidad. Yo a veces pregunto tanto, me puede tanto la curiosidad, que puedo caer en la impertinencia. Ese afán de conocimiento creo que lo sigo manteniendo. Y celebro que no me aburro nunca. Me gusta todo, a veces siento incluso un poco de agobio. Me gusta buscar cosas nuevas, me voy al campo, a patear o a buscar piedras. Cazo, pesco, me gustan los toros… Tengo todos los defectos, pero no me aburro.
– Raro lo no aburrirse después de dedicar la vida a un oficio tan absorbente como este. ¿No deja un vacío abandonar la redacción?
– Yo creo que no lo he notado por la actividad que genero. Sí he notado menos presión, claro, y he eliminado el estrés. Incluso hubo momentos, como en los incendios de La Culebra, en los que el cuerpo me pedía trabajar. Pero la sensación de tener que hacer cosas la sigo teniendo. Y me estoy dando cuenta de que voy a tener que aprender a decir que no, que no sé hacerlo. Muchos pueblos, muchas asociaciones me piden cosas y siento que las tengo que hacer, y las hago encantado. Me llaman incluso de pueblos en los que no conozco a nadie.
– Bueno, no es raro. A lo largo de su carrera, ha sido uno de los baluartes del mundo rural en esta provincia.
– Sí es verdad que me he volcado mucho, incluso yendo más allá de las funciones periodísticas. Me he identificado mucho con el ámbito rural, quizá porque mi vida laboral también ha coincidido con una época de crisis absoluta del campo. En España, y en Zamora, hubo una reconversión salvaje del campo, a coste cero para el Estado. El censo de agricultores yo lo conocí con 30.000 trabajadores, ahora hay 7.000. Yo conocí las tractoradas más duras, cuando estudiaba periodismo, en las que se intentó tirar un coche de Policía al Duero. Viví eso, soy hijo de agricultor y de alguna manera he hecho carne de los asuntos, de los problemas del campo. Siempre me he involucrado, seguramente más allá de lo que debe hacer un periodista.
– Me habla de momentos históricos, pero muchos colegas también los vivirían y luego se dedicaron a otros temas…
– Yo llevaba la mochila de venir de familia de agricultores y he comulgado siempre con los problemas del sector. Nada más empezar a escribir yo ya me dediqué a esos temas. Primero porque me interesaban. Segundo, porque nadie lo quería hacer.
– Ahora pasa lo mismo.
– Sí, pero ahora hay cosas que tienen algo más de nombre. Por ejemplo, el tema de las mascaradas. Cuando yo llegué al periódico (a El Correo de Zamora) en los años 80, no se informaba de ellas. Se consideraban fiestas de garrulos, por ahí perdidas en los pueblos. Y les empezamos a dar cierta altura.
– Ha visto en primera persona la decadencia de los pueblos.
– Claro. Yo he conocido Sanzoles con 1.800 habitantes y ahora no llega a 500. Aquí había tiendas, gente, oficios… pasaban 20.000 cosas. Hemos visto como ese ámbito rural se descomponía. Y no lo pienso por no deprimirme, pero no quiero ni imaginarme cuando falte la generación nuestra, la mía. Se mueren los pueblos y las administraciones miran para otro sitio. Todo el mundo mira para otro sitio en realidad. Se hizo la reconversión agraria, se fueron los jóvenes a las ciudades y a otras regiones, y han dejado aquí, en la agricultura por ejemplo, a pocas personas a las que además se les paga el cereal a lo mismo que hace 35 años.
– En este camino al abismo de los pueblos, alguna responsabilidad tendremos los periodistas, ¿no?
– Sí, claro que la tenemos. Se están vaciando los pueblos y parece que nos estamos dando cuenta ahora. Tiene que ver con lo que decíamos antes, que el periodista rural, el que informa de estas cosas y cuenta estas historias, tiene muy poco reconocimiento dentro de la prensa. Siempre se ha entendido que el periodista debe informar de otras cosas, que son en teoría más importantes. Ha habido como una dejación de funciones con el campo, también dentro del periodismo, y eso que en Zamora lo hemos salvado un poco. Pero es una pena que pase esto. Yo creo que el periodismo del futuro es el periodismo local. Aquí en Zamora se pueden dar noticias en exclusiva permanentemente, cosa que no hacen los periódicos de Madrid, que cuentan todos lo mismo. El periodismo local es más gratificante que el que se puede hacer en Madrid, que está más politizado. Sobre lo que me preguntabas, sí, la prensa debería haberse implicado más.

– ¿Hay futuro en los pueblos?
– Nunca se puede descartar, la vida cambia, puede haber un cambio brusco… Cuestiones como el precio de la vivienda, porque vivir en las ciudades es inasumible. O el tema digital, que se pueda vivir en un pueblo y trabajar para una gran empresa. Pero creo que tampoco es eso. Hay gente que viene de las ciudades a los pueblos, los «neorrurales», pero no vienen a vivir como se vive en los pueblos. Vienen a traer la ciudad al pueblo, y no es ese el futuro porque la cultura rural se sigue muriendo aunque haya gente que viva aquí.
– ¿La lucha cultural es la lucha por la vida de los pueblos?
– Absolutamente. Aquí por ejemplo hemos mantenido el zangarrón, pero la realidad es que no hay quintos, la mayoría viven fuera… Ya se están perdiendo cosas esenciales. Se sigue poniendo el mayo, con mucho esfuerzo, pero la gente no sabe muy bien por qué se hace… Eso digo de la gente que viene de las ciudades, que traen su cultura y casi nos ven como un parque temático.
– Mucha responsabilidad política en todo esto.
– Mucha, los partidos, los grandes, son gestoras electorales. Viven para ganar elecciones y claro, el yacimiento de votos no está aquí. Nunca van a defender lo que defiende el mundo rural porque no les interesa. No ha habido una implicación real de los partidos con el campo. Y hay cuestiones dañinas, manifestaciones que hacen que la gente que viva en los pueblos se vea criminalizada. Que si se consume agua, que si tenemos granjas, que si echamos pesticidas. Parece que estamos contaminando el medio ambiente en los pueblos. No señor, es todo lo contrario, lo estamos salvando. Y luego está el tema de la ordenación del territorio, con ciudades que son monstruos, donde los pisos valen lo que valen, mientras sobra terreno por todos los sitios.
– ¿Volvemos al periodismo?
– Pregunta.
– Estudió en la Complutense, principios de los ochenta…
– Un gran cambio. El Madrid de los primeros años de la democracia, con toda la vida política que había. También estudié tres años de Políticas. El primer año, no fui a clase hasta marzo, porque a los de provincias no nos querían dejar estudiar. Pero insistí.
– ¿Y nunca se planteó quedarse en Madrid?
– No, en realidad no. Yo lo tuve claro, a mí siempre me ha llamado mi tierra. Entré a El Correo antes de acabar la carrera, con Félix Población como director, estuve ahí unos años, complicados los últimos, y luego salí. Empecé a trabajar en La Opinión cuando se puso en marcha y estuve hasta 2018.
– ¿Qué papel juega el periodista local, el periodista rural, en la sociedad?
– Su papel es más importante ahora que nunca. Ahora hay que estar convencido para dedicarse a esto, pero la labor es importantísima. Denunciar la descomposición del ámbito rural, desde todos los puntos de vista. Porque se están perdiendo unas costumbres y una forma de vida delante de nuestros ojos. Hay que implicarse y denunciar eso.
– ¿Quién le propuso como Cronista Oficial de Sanzoles?
– Pues me llamaron desde la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales porque consideraron que mi trabajo por el pueblo había sido extenso. Me tenía que proponer oficialmente una asociación del pueblo y lo hizo la Asociación de Amigos del Zangarrón. Después me llamó la alcaldesa, antes de llevarlo a Pleno, y le dije que para mí era un honor, que aceptaba, pero que sí pedía que no fuera una cuestión de partidos, que quería que votaran a favor todos los concejales. Como así fue.
– Un honor, supongo.
– Sí, la verdad es que sí. Muy honrado. Me entregarán una medalla el día del patrón del pueblo y lo celebraremos. Tiene también su parte mala.
– ¿Y eso?
– Que ya sé lo que pondrá en mi lápida. Celedonio Pérez Sánchez, primer Cronista Oficial de Sanzoles. (Ríe).