Lola Fidalgo se plantó frente al sol y contra el olvido para abrir, con su pregón, la Feria del Libro de Zamora. La filóloga alistana aprovechó «el regalo inmaterial» de convertirse en la primera voz de la trigésimo novena edición del evento para dar un poco más de brillo a la figura de una mujer cuyo rostro corrió el riesgo de quedarse para siempre en blanco y negro, el de Margarita Ferreras (1900-1964), «la poeta clave del 27» que nació en Alcañices. Su camino literario quedó sepultado tras su caída en el ostracismo después de la Guerra Civil, pero hace un tiempo que ha emergido de nuevo.
El círculo creado en Alcañices para recuperar su historia, los estudios que demuestran su presencia en la vida intelectual de la época y, sobre todo, la obra Pez en la tierra están volviendo a situar a Ferreras en una posición de privilegio dentro del elenco de autores zamoranos del siglo XX. Y Fidalgo llegó al pregón para insistir en esa línea, para consolidar la nueva consideración que, bajo su óptica y la de muchos, ha de tener la literata alistana.
«Planteo el pregón como un viaje hacia Margarita Ferreras, como si fuera el viaje a Ítaca», anunció Fidalgo, que utilizó como hilo conductor el trayecto hacia la ciudad y los pasos por sus lugares emblemáticos, con la imagen de la escritora siempre presente: «¿Qué desgarro emocional encogió su alma de niña al abandonar Alcañices, su patria chica?», se preguntó la oradora, siempre en referencia a la mujer cuya voz «ha permanecido ahogada en un silencio secular».

Quizá esa pregunta nunca tenga respuesta, pero sí se pueda contestar a otras. O replicar a quienes decían, en su día, que Zamora carecía de ejemplos de vanguardia literaria; que estaba Delhy Tejero en la pintura o Miguel Berdión en la música o hasta Enrique Crespo en la arquitectura. Pero que la ausencia de escritores en ese tiempo resultaba «endémica». «Hoy nos complace ampliar y contradecir esas afirmaciones», advirtió Fidalgo.
La pregonera elogió el ensayo de Tomás Sánchez Santiago sobre este particular y también la capacidad del autor para celebrar ahora ese descubrimiento, esa voz de Margarita Ferreras. La encargada de abrir la feria salpicó toda su intervención de referencias poéticas y zamoranas; citó a Lorca, pero también a Claudio; y sobre todo profundizó en la necesidad de seguir leyendo a los poetas: a los de siempre y a los que se descubren: «Son seres visionarios que alcanzan a ver una realidad que nos sobrevuela, que nos ayudan a clarificar el camino», abundó Fidalgo.
La filóloga volvió a Lorca para remarcar la frase del poeta granadino que, en tiempos de hambre, en vez de un pan, habría pedido medio pan y un libro: «Ellos nos marcan el camino hacia la luz», apuntó la pregonera de la feria, que destacó que a Lorca y a Margarita Ferreras los unió «la fatalidad final», más allá de que la última página se escribiera de una forma distinta para cada cual: la de uno, de forma súbita; la de la otra, tras años de apagón.
Lola Fidalgo también contó eso sobre Ferreras, cuya vida conocida repasó al cierre para dar cuenta de su impacto en la escena literaria de la época. «Los estudios de Fran Garcerá son lo mejor y lo más profundo que podemos conocer de Margarita», admitió la pregonera antes de repasar la salida de la poeta hacia Madrid, sus primeros contactos literarios a finales de los años diez, aquellas andanzas junto a Álvaro Retana o la «belleza y precoz inteligencia» que algunos autores veían en ella cuando apenas era una adolescente.
Fidalgo recordó el recorrido de Ferreras por la residencia de señoritas, su estancia en Francia, su implicación «en los felices y locos años 20», su liberación en unos tiempos de «jazz, cafés, viajes y tertulias», su papel como socia del Ateneo Literario de Madrid, su aparición en revistas junto a los textos de Jorge Guillén. O de Lorca. O de Gerardo Diego. Y también su techo, el momento álgido, 1932, la publicación de Pez en la tierra.
La Guerra y «la frágil estabilidad emocional»
«Es aquí, en la cumbre, donde debemos contemplarla. No podemos callarnos más», recalcó Fidalgo, que incidió en la «fusión de historia y tradición, de innovación y vanguardia» que representó Margarita Ferreras: «La Guerra rompió su frágil estabilidad emocional y la enfermedad mental empezó a asomar», admitió la pregonera. La poeta terminó en un sanatorio en Palencia, la ciudad donde murió, el lugar a cuya tumba acuden ahora quienes rehabilitan su figura para darle «cálidos homenajes».
«Sintámonos orgullosos de contar con una poeta de vanguardia en Zamora», remachó Fidalgo, antes de anunciar una obra próxima en la que «un numeroso grupo de intelectuales suman sus voces en defensa de la figura de Margarita Ferreras». Aquella mujer de Alcañices protagoniza este año la edición de la Feria del Libro. La pregonera pidió «larga vida» para las dos: para la literata que ya no es olvido y para la cita con los libros que sigue vigente.