La gente de Ron Lalá aterriza en Zamora con la mentalidad de quien se introduce en un experimento. Hasta su llegada al Teatro Principal este jueves, su nueva obra, «La Desconquista», acumula 23 ensayos. Todos sin público. El estreno no está previsto hasta más allá de mediados de junio, en Alcalá de Henares, así que lo que viene ahora no es una puesta de largo, sino otra práctica. Pero esta vez con la gente en las butacas: «Lo haremos con el riesgo que supone venir en chándal», resume el dramaturgo, Álvaro Tato.
Lo que va a suceder ahora es algo difícil de ver. Se trata de mostrar lo que normalmente se queda en local de ensayo. La compañía va a representar, ante unas cien personas, 40 minutos de una comedia musical que luego será más larga. Lo va a hacer sin vestuario, sin la escenografía, sin las luces, sin los textos amarrados por completo. Si el teatro ya es desnudarse, esto es hacerlo con el pudor de quien cree que puede dejar a la vista algunas vergüenzas. Aunque luego no lo hará. Más bien, deslumbrará.

Lo primero es la sinopsis. La obra se desarrolla a finales del siglo XVI. Tres náufragos a la deriva vagan rumbo al Nuevo Mundo: el capitán Galán anhela la gloria, el marino Fulano persigue el oro, el misionero fray Pío busca almas para la fe. Y mientras, dos cronistas anotan sus peripecias y desventuras. Se trata de una comedia en verso con música en directo. El texto es de Álvaro Tato; la dirección de Yayo Cáceres. Todo marca registrada Ron Lalá.
El propio Cáceres sale y presenta la escena. De fondo, una especie de bote, de embarcación todavía incipiente. Nada que ver con lo que habrá en el estreno. Basta para hacerse una idea. «Vamos a trabajar con luz y ropa de ensayo», advierte el director, que habla un poco de la obra y se dirige al público: «Esto es un poco el cuentito. Vamos a ir cortando. Preparen las risas y los aplausos», remacha. Al otro lado del escenario, Tato, el dramaturgo, se quita presión con sorna: «Si algo no les gusta es culpa de Yayo». Arranca la acción.
Comprenderá el lector que aquí se hagan algunas elipsis. No conviene saber más de la cuenta. Primero, por respeto al estreno que está por venir. Luego, porque esta obra llegará a Zamora en octubre y, si no estuvo este jueves en el Principal, merece ir con cierto desconocimiento por delante para poder sorprenderse. Basta con señalar que los errores son escasos y las carcajadas constantes; que el director y el dramaturgo cantan con los intérpretes más que los corrigen. Que todo va encajando. Y si no lo hace, no se nota.
Desde una esquina, Álvaro Tato sigue el libreto. Mientras, asiente ante los actores y pone un ojo en la reacción del público, que se mete cada vez más en la obra y que atiende cuando Yayo Cáceres echa el freno a la «water movie». «No tenemos mucho para corregir, se ve que han repasado la letra», admite el director, que destaca la importancia de «testar con el público» lo que ellos iban intuyendo solos. Luego, la acción da un salto y el Principal disfruta de otro ratito de Desconquista.

La ovación del cierre se asemeja a la de una obra completa. La gente se ha reído y ha pasado por encima de la ausencia de los elementos. Solo había intérpretes, texto y música. Sin aderezos. Es suficiente. «Pues funciona, eh», advierte una de las espectadoras, ante la aprobación general. El elenco y los directores lo han percibido también desde el escenario. Ahora, aparte de la seguridad en su propio trabajo, irán al estreno con las sensaciones amables del primer contacto con los ajenos.
«Estoy alucinando con tanto ingenio. Y llevo muchos años viendo teatro», apunta otra mujer desde las butacas. Una tercera se interesa por el tiempo de ensayo. Son solo 23 citas para practicar, pero de cuatro horas cada una: «El nivel de eficacia es alto y eso es producto del trabajo. Son muchos años con la compañía y hay sintonía», sostiene Cáceres. Álvaro Tato aclara que Ron Lalá conjuga más el verbo funcionar que el gustar. Y también explica que usa el cambiar. Del plan inicial al que llega a escena hay un gran trecho.
La chispa, con una película de madrugada
Más aún desde la primera idea. El dramaturgo acumula más de un año trabajando en La Desconquista, un tiempo de «documentación, pánico, vislumbrar entre la niebla» y acabar viendo la luz. La chispa final para Tato llegó cuando vio una madrugada en televisión «Aguirre, la cólera de Dios», una película setentera que le abrió la mente. «Ahí dije: vale, tiene que ser un desastre», un naufragio. De ahí en adelante, lo que verá el público.
«Nos vamos felices. Una de las cosas que hemos descubierto es dónde está la primera risa, dónde conectas», concluye el dramaturgo. El primer auditorio que verá la obra completa estará en la Comunidad de Madrid, pero la compañía no olvidará la chispa prendida en Zamora, «en chándal» y experimentando.