En el puesto número 30 de la feria de San Miguel, en Carbajales de Alba, la gente se detiene a saludar y a felicitar a Jesús González Lobo, el hombre que acaba de salir del pabellón como el gran triunfador del certamen. Suyo es el mejor lote de machos de ovino de raza castellana; también, el segundo mejor ejemplar. El botín alcanza los 150 euros y los mil kilos de pienso. No es mucho. Quizá, valen más el afecto y los apretones de manos: el reconocimiento de quienes, como él, resisten en un trabajo que antaño fue común y ahora casi se ve como una rareza.
Y no, no es extraño que haya ganaderos. Lo que ha dejado de ser habitual es el trabajo en extensivo. Y más con la raza castellana. Según los datos de la asociación nacional de criadores, apenas quedan 72 explotaciones con 43.000 ovejas de estas características. De esas, 900 pertenecen a Jesús, que mantiene un discurso común a muchos de los profesionales que se dedican a esto. Básicamente, que él sigue, pero también que cree que no vendrá nadie detrás.
«Mi padre tenía y mi abuelo también tuvo, así que es tradición familiar. Yo ando con esto desde el año 1995 y, a nuestras edades, ya seguiré», explica Jesús, que viene de Bermillo de Alba, el pueblo que saltó a la palestra pública hace cosa de año y medio por pasar más de un mes sin cobertura móvil ni teléfono fijo. En sus campos tiene este hombre las ovejas. Sin salir del término. Como otro compañero que también sigue activo en la localidad.
Mientras la gente continúa acercándose a darle la enhorabuena, Jesús responde a la pregunta recurrente: ¿Por qué las generaciones que vienen no quieren seguir con esto? El ganadero lo tiene bastante claro: «Es esclavo. Son muchas horas de trabajo y la gente joven quiere el fin de semana libre, tener vacaciones y todo eso», apunta el vencedor del concurso de San Miguel. Parecen deseos razonables. El camino de la asociación nacional apunta a la formación de cooperativas o a la búsqueda de alternativas para descansar. Pero los mayores son escépticos.
«Será un poco difícil cambiar eso, porque esto son seres vivos que necesitan su atención. Tienen que comer, van con sus horarios y es complicado», asegura Jesús, que aclara que estas ovejas de raza castellana con las que él trabaja «son de extensivo y la mayoría del tiempo están en el campo». De hecho, solo vuelven a casa cuando toca la época de cría. El ganadero de Bermillo de Alba las divide por lotes y las va gestionando.
Así lo hará hasta que llegue el momento del retiro, cuando probablemente se alcance el final de esta saga familiar de pastores. «Por detrás no hay relevo generacional», constata Jesús González, que tiene bastante claro cómo es el futuro que se dibuja por delante. La propia asociación de criadores reveló en 2024 que la previsión a diez años hablaba de un descenso a la mitad del censo de raza castellana. Quedan nueve para saber si la previsión se cumple.
Otros tiempos
Por lo pronto, Jesús y otros cuantos de la contorna continúan. También el año pasado, uno de sus compañeros de oficio, Vidal Casas, recordaba los tiempos en los que «5.000 o 6.000 ovejas» llegaban a las calles del pueblo. Esta vez, en Carbajales, fueron unas cien.