Con puntualidad no británica, pero casi, ha comenzado este año la romería del Cristo de Valderrey. Con las ganas acumuladas después de una celebración, la del año pasado, venida a menos por las lluvias, los romeros han acudido desde primera hora de la mañana a la iglesia del Espíritu Santo para, desde allí, llevar en procesión festiva al Cristo hasta la ermita que lleva su nombre, donde pasa solo un día al año.

Este año, frente a un improvisado altar instalado en la tapia de la ermita, ha pasado la mañana el Cristo de Valderrey, instalado ahí para que pudiera ser visto por cofrades, caminantes, romeros y zamoranos varios que durante todo el día se acercan a la pradera. Porque es en la pradera donde de verdad está la gracia del día. Grupos de amigos, familias, colegas, puestos, bares… la romería de Valderrey es una jornada de fe y, sobre todo, de convivencia.

Por lo demás, el ritual permanece prácticamente invariable. Procesión, misas y el pequeño caminar hasta el alto desde el que se realiza la bendición de campos, este año verdes por las abundantes lluvias caídas durante la primavera. En el recuerdo de los romeros todavía la bendición del año 2023 en un entorno más seco, cuando el agua empezaba a ser muy necesaria. «Para que luego digan que el Cristo no hace nada», apunta alguno.
Y en estas discurre la jornada, en realidad nada que no se sepa. Bailes, dulzainas, tamboril, empanadas, rosquillas del Cristo, cerveza y mucha sangría para celebrar este segundo Domingo de Pascua. Y mucho sol, también mucho sol, que el año pasado se echó en falta.
