Jon López (Madrid, 1993) viene de una familia de bailarines y, desde los nueve años, va tras esa estela. Eso sí, sus hermanos se han dedicado siempre a la danza española y él se decantó por la clásica. Antes, se formó, sacó su título y se estrenó en una compañía valenciana. Desde 2015, trabaja con Marcos Morau, de cuya mano llega este domingo (20.30 horas) al Teatro Principal de Zamora con el espectáculo Los Perros, una propuesta que acumula premios y reconocimiento del público. Un refuerzo para el intérprete.
– La idea de que la danza es un espectáculo para entendidos sigue calando en la sociedad. ¿Es un tópico o algo cierto?
– Es bastante tópico y sigue dando un poco de pena. Justo ayer – por el jueves – tuvimos una entrevista en la radio y lo comentábamos también. Para mí es súper interesante, aunque con las artes vivas, o la danza contemporánea en este caso, nos enfrentemos a algo que nos da un poco de miedo, que no conocemos. Al final, el objetivo de todo esto es sentir, no entender. Se trata de salir conmovido o distinto del teatro y llegar a casa de una forma diferente. Por eso, creo que lo interesante es que la gente rompa esa barrera y se atreva a sentirse apelado por las artes.
– Sin expectativas.
– Claro. Es verdad que la gente, como público, ha de saber elegir. Habrá gente que conecte con el movimiento y la que no. Es totalmente lícito que te guste o no te guste algo, como ocurre con la vida en general. ¿Pero por qué no probar para ver si eso de verdad te interesa o no? Y luego, quizá con el tiempo, especializarte.
– Para quien se anime a dar ese primer paso, Los Perros llega con la vitola de haber tenido éxito con sus espectáculos por toda España. La sensación es que el público ha respondido bien.
– Sí, totalmente. Llevamos como 120 funciones con esta obra, desde el estreno en 2022, que para danza, como bien comentas, es todo un logro. Siempre es un poco la hermana pequeña de las artes, pero el recibimiento de la gente, del público, ha sido espectacular. Creo que es un trabajo también que, al no ser únicamente danza, al no ser únicamente el cuerpo, sino que también hay texto, es un estilo donde lo teatral está muy presente. Entonces, la gente puede conectar consigo misma a través de lo que está pasando en escena, no únicamente con el movimiento. No es un movimiento abstracto y ya está, sino que cuenta algo personal, nuestro, que al final es de todos, ¿no? Es esa lucha contra el paso del tiempo, esa idea de hacerse mayor, de mirar atrás, de la adolescencia.
– En las reseñas del espectáculo, se menciona el concepto de que «el tiempo se disuelve». ¿Cómo se traslada a la escena esa sensación?
– Eso va de las pérdidas, de las oportunidades y de los recuerdos también; de algo que nunca va a volver a ser, porque ya es una etapa que ha pasado. En este caso, pues la adolescencia o la infancia. Todo eso se refleja mucho en el texto y en la relación de estos dos cuerpos, que somos Martxel Rodríguez y yo, que estamos en escena.
– También se habla de la deshumanización. ¿Considera que, en la adolescencia, eso se está haciendo más visible en la era digital o es algo que ya se daba antes?
– Yo creo que ahora mismo se está haciendo más grande. Al final, nosotros somos millennials, nos criamos en ese momento en el que prácticamente el teléfono llevaba antena, y todo ese desarrollo de la tecnología lo hemos vivido muy de cerca. También se habla en el texto, en la sinopsis, y tiene mucho que ver con el cambio. Pero no solamente lo abordamos desde ahí, desde la tecnología, sino como una manera de recalcar la idea de los acontecimientos que suceden a esta edad.
– ¿Cómo se plasma en la danza algo que es difícil de expresar incluso con palabras?
– En esta obra, también está el texto. Jugamos con los personajes y con las marionetas. Creo que aquí se representan fácilmente, y a nivel de cuerpo, estos dos personajes que están en escena y que van pasando por diferentes etapas. Por ejemplo, en esa idea de la adolescencia o de la niñez, está la etapa del juego, del compromiso y del acercamiento, igual que también pasamos por otras etapas, como puede ser la seducción incluso, el rechazo o la violencia. Todos hacemos un poco ese viaje. Desde que somos pequeños, adolescentes, empezamos a tomar esas decisiones que parecen vitales y cruciales en tu vida. Luego, te haces un poco más mayor y te das cuenta que has madurado. O no.
– ¿El espectáculo apela a públicos de todas las edades?
– Totalmente, sí. De hecho, ha sido muy interesante ver público variado y variopinto en las funciones. De repente hay adolescentes, hay personas mayores y te conectan cosas de manera muy distinta. Ayer, por ejemplo, salíamos del espectáculo y había una mujer bastante mayor que nos hablaba del vestuario, y decía: sí, creo que estas tres camisas distintas hablan del hombre, la historia, y no sé qué. Y era como: hostia, pues no nos habíamos parado a pensarlo así, pero mira qué guay que esa persona tenga una lectura totalmente distinta a la nuestra. Al final, nosotros nos dedicamos a esto para que la gente salga de distinta manera del teatro, no para contarle la película tal y como la sentimos, porque al final la idea es cómo tú te llevas esto a casa.
– ¿Por qué Los Perros?
– Es la gran pregunta. Pues mira, es una especie de faro, siempre lo decimos. Es un título que, jugando precisamente con Marcos, que es el ojo externo, la dirección de este proyecto, pues de repente empezamos a llamarlo de esta manera. El perro es este animal que es totalmente incondicional, que está contigo siempre, que bajo cualquier adversidad siempre te va a acompañar. Y así es como nace un poco el proyecto: de esta amistad, de esta idea de juntarnos para poder seguir ladrando al mundo de alguna manera. Así hacen los perros y así se queda el título.
– ¿Es difícil seguir ladrando al mundo desde la danza a nivel profesional?
– Hombre, sigue siendo una ardua tarea el vivir de ello, porque creo que no se llega a valorar lo suficiente lo que hacemos. Como artista se piensa que es algo como muy altruista y de ideas vagas. Casi como si, de repente, a alguien le diera por ponerse encima de un escenario sin más. Pero nosotros, aun siendo dos en las tablas, tenemos veinte personas del equipo detrás de nosotros. Esto es un trabajo y, evidentemente, tiene que tener una remuneración, porque nos ganamos la vida con ello. Tú puedes conectar con ello o no, pero lo ideal sería que en la sociedad se entendiera como un trabajo más, ni mejor ni peor, sino un trabajo más que es el que desempeñamos. Por desgracia, muchas veces hay gente que se tiene que bajar del carro porque no hay trabajo suficiente o porque se precariza.
– La visita a Zamora coincide con el Día Internacional de la Danza. ¿Cuál es la gran reivindicación?
– Lo ideal sería que hubiera una programación más expandida, con más compañías de danza habitual en los teatros, que este miedo inicial que hablábamos de la gente o esta especie de negación a la danza se diluyeran un poco y que no se quedara solamente en el 29 de abril o alrededor del 29 de abril; que de verdad fuera un día de celebrar porque la danza está en las calles, está los teatros. Pero que no fuera solamente ese día el que de repente tiene el foco.